No está bien, de ninguna manera, porque por alguna razón desconocida en algún momento mis brazos se fueron a los hombros de Viperion y yo correspondí a este inesperado beso.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Desde hace meses, un sueño recurrente ha visitado mis noches. No es uno de esos sueños grandiosos que presagian el fin del mundo o alguna catástrofe inminente. No, no tiene esa relevancia. Es más bien algo íntimo, inquietante y confuso. Un sueño que, aunque no parece tener un significado profundo, se ha arraigado en mi mente con una persistencia que me desconcierta.
El escenario siempre es el mismo: un vasto cielo nocturno, despejado y brillante, salpicado de estrellas que titilan como diamantes dispersos.. La luna, serena y majestuosa, ilumina el paisaje con una luz plateada. No hay ruido, no hay prisas, solo una calma absoluta que, en cualquier otra circunstancia, me resultaría reconfortante. Pero en este sueño, mi atención no está en la belleza del firmamento, sino en él. En el chico que me acorrala contra la barandilla, exigiendo que acepte mis sentimientos.
No puedo ver su rostro con claridad. Su figura es difusa, como si estuviera envuelta en una neblina que me impide distinguir sus rasgos. Solo noto que es un poco más alto que yo, o tal vez es solo la perspectiva, porque yo permanezco cabizbajo, incapaz de levantar la mirada. La frustración me invade cada vez que este sueño se repite. Aunque sé lo que va a pasar, mi corazón siempre se acelera, como si fuera la primera vez. Entonces, él toma mi mentón con su mano, suavemente pero con firmeza, y levanta mi rostro hacia él. Se inclina lentamente, acercándose... y es en ese momento cuando despierto.
Siempre es igual. Siempre me despierto justo antes de que ocurra aquel beso. Y siempre me quedo con la misma sensación de confusión y decepción. ¿Por qué mi mente insiste en repetir este escenario? ¿Qué significa? No lo sé. Lo único que sé es que me siento frustrado. Frustrado por la repetición, por la falta de respuestas, y por esa extraña nostalgia que me invade al despertar, como si hubiera perdido algo que nunca llegué a tener.
He buscado respuestas en Internet, por supuesto. Pero las interpretaciones que encuentro son vagas y poco convincentes. Hablan de destinos cruzados, de amores inminentes, de señales del universo. Yo me río ante esas ideas. ¿Amor? ¿Destino? Mi experiencia en ese terreno es prácticamente nula. Y, además, estoy seguro de una cosa: no me gustan los chicos. Mi corazón ya tiene dueña, aunque esa persona me haya rechazado –o más bien a Chat Noir- más de una vez. Ladybug, mi compañera, mi confidente, mi amor imposible. Aunque me había dejado claro que no siente lo mismo por mí, mis sentimientos no han cambiado. Y ahora, con Kagami a mi lado, intento seguir adelante, aunque aún no he sido capaz de besarla. Tal vez ese sea el problema. Tal vez mi subconsciente está jugando conmigo, mezclando deseos y miedos en un sueño que no logro descifrar.
Después de dos semanas de soñar lo mismo, decidí dejar de darle vueltas al asunto. No tiene sentido obsesionarme con algo que no puedo controlar. Es mejor concentrarme en lo que sí importa: mis estudios, mis responsabilidades como héroe, y estar preparado para la próxima amenaza de Hawkmoth. París necesita a Chat Noir, y no puedo permitir que un sueño recurrente me distraiga.