Capítulo Único

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El cielo comenzaba a oscurecerse y el sol resplandecía en lo que eran los últimos rayos de luz, el cielo tenía un matiz entre rosa y amarillo que de seguro hubo sacado un suspiro inspirador a más de uno que lo estuviera contemplando en ese momento.

A pesar de tener un panorama tan magnífico, en realidad la mayoría de las personas en el santuario, solo podía pensar en una cosa a esa hora del día.

Era la hora de cenar.

Izo subía las escalinatas un tanto ansioso. ¿Cuál era el propósito de haber construído los templos tan distanciados? Se preguntaba.
La respuesta era obvia, pero Izo no quería analizar en ello, solo quería distraer su mente con absurdas quejas para alejar aquellos pensamientos culposos que comenzaban a inundar su mente.

De todos modos, agradecía que su destino no se encontrara tan lejos, solo debía atravesar el templo de acuario y subir un poco más.
Una sonrisa ladina se dibujó en sus labios al pensar en su destino, Cardinale lo había invitado a cenar, pero probablemente la mencionada cena terminaría enfríandose sobre la mesa del comedor, sin poder disfrutarla del todo, y la cual terminaría siendo desechada por el custodio de aquel templo al día siguiente.
Como había estado sucediendo esos días, como siempre.

Pero Izo no se quejaba, eso sí, estaba hambriento, aunque no pensaba en ningún tipo de platillo.

Sin percatarse de lo mucho que había ahondado en sus pensamientos, terminó por llegar al templo de acuario más antes de lo esperado.

Se internó con suma tranquilidad, no había razón para hacer un escándalo elevando la voz para anunciar su presencia. Era ya costumbre pasar por los templos sin tener que pedir permiso, claro que, solo se permitía en situaciones informales como esa. Por eso caminó sin darle mucha importancia a la presencia del dueño.

Sin embargo, Mystoria apareció en medio del templo, interrumpiendo el camino de Izo, no lo hizo a propósito, de todos modos él también se dirigía a su cena solitaria en su propio comedor.

—Mystoria... —mencionó Izo al mismo tiempo que detuvo sus pasos frente al custodio del onceavo templo. Mystoria también se detuvo.

—Capricornio... —habló Mystoria, acostumbrado a llamar a los santos por sus constelaciones más que por sus nombres aun en situaciones informales, algo muy propio de él.

—Con permiso, voy a pasar por tu templo—Izo se inclinó un poco al hablar, si bien, con los demás caballeros no usaba esas formalidades, sentía la necesidad de hacerlo con Mystoria. El de cabellos celestes era un hombre serio, si Izo alguna vez se hubo creído el tipo más serio de todos solo por tener un temperamento difícil, en realidad se quedó chico cuando había conocido al gran Mystoria y su seriedad innata.

Esa era la misma razón por la que nunca hubo congeniado de forma amistosa con Mystoria, así que en ellos solo regía una relación de lealtad hacia su diosa y formalidad.

—Adelante —contestó Mystoria de manera escueta.

—Buen provecho, que disfrutes de tu cena —añadió Izo y posterior a ello, se alistó para partir de aquel templo.

Sin embargo, la frase que a continuación escuchó provenir de Mystoria, no lo dejó continuar.

—Veo que vuelves a cenar con el Santo de piscis —mencionó Mystoria, a modo de comentario, agarrando totalmente desprevenido a Izo, quien se tomó unos segundos antes de contestar.

—Bueno... sí, es que Cardinale hace unos platillos de maravilla —contestó Izo improvisando.

—¿Te has vuelto muy cercano a Piscis? —cuestionó Mystoria.

"Está bien" ; IzoCardi [ND]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora