𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒖𝒏𝒐: 𝒏𝒆𝒈𝒂𝒓

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Desperté. Adolorido. Como cuando dormís durante horas en un mala posición, pero, me siento relajado, ya no tengo sueño.
Desperté, en el suelo, cerca del pozo de donde sacamos agua con mamá, usualmente vamos ahí por las tardes, llevando dos sillas, almohadas y una manta enorme y cálida en donde terminados durmiendo una siesta. Que raro que este solo, tal vez ella fue a preparar la merienda.

Es tarde, los árboles del bosque estan cubriendo el sol.
Intento levantarme, pero cada movimiento que requiere esfuerzo hace que me duela la espalda.
Echo un vistazo a mi alrededor. La granja esta como siempre, aunque más silenciosa. Dentro de un rato ya se van a escuchar los grillos.

Me levanté, limpié la poca tierra que tenía en mi ropa y me dirigí a casa.
Antes de entrar, como de costumbre, estaba Rumi esperándome. Mi perro es chico todavía, y bastante ruidoso, pero con su pelaje marrón y lleno de pequeños rulos hace que te olvides de eso, te enamora.
Rumi no paraba de ladrar, así que intente acariciarlo, pero al estirar mi mano hacia él se alejaba, esquivándome, pero manteniendo sus ladridos. A mamá no le gustan mucho las mascotas, solo sus gallinas, así que quería calmar a Rumi para que no se enojara con él. Pero sigue esquivando mis caricias.

Ya rendido, voy por su comida. Que está en la cocina. Tal vez tenía hambre. Al momento en que iba a abrir la puerta algo me detiene. Los dientes de Rumi agarrando mis cordones desatados, tirándome hacia afuera.

"¿No tienes hambre?" pregunté al perro, sin esperar respuesta. Rumi seguía tirando.
"Podemos jugar adentro, Rumi" dije, pero aún así saqué mi mano del picaporte y dejé guiarme por él.

Una vez que Rumi vió que lo seguía soltó mi cordón y empezo a trotar. Caminando algo rápido detrás de él pasamos cerca del pozo, donde desperté. Sentí escalofríos, tal vez ya estaba refrezcando.

Rumi estaba yéndose lejos, cerca del bosque.

"¡Rumi!" grité, teniendo miedo. Podría perderse si es que va ahí.
"Esperáme" comencé a ir más rápido hasta alcanzarlo y poder detenerlo. No fue difícil.
"Ahí no, no solo" le dije apuntándolo con el dedo.

Teniéndolo en mis brazos y acariciando su cabeza peluda, me quedé mirando el bosque.
Ese lugar desde pequeño me da algo de miedo, ya que se cuentan historias sobre si estás ahí en ciertos horarios pueden haber brujas, o algún fantasma rondando, pero la historia más conocida, es el hombre de negro. Nunca lo ví, pero eschuche mucho sobre él, mamá dice que solo es un cuento para que los niños no se vayan lejos de casa; la abuela lo contrario, dice que nunca tenes que acercarte a él, si lo ves, corre. Me aterra en tan solo pensar que puede aparecerse.

Tomo a Rumi y lo abrazo. Sosteniéndolo entre mis brazos voy caminando a casa.
Ya pase el pozo. Siento los mismos escalofríos. Me quedan unos cuántos pasos.
Me empiezo a sentir observado. Mi respiración se acelera. Tal vez hay alguién. Sé que hay alguién.
Siento una mirada. Tengo una tentación a querer girarme y ver hacia atrás. Convencido de que tal vez es algún vecino vagando en el bosque en busca de algo.

Miré a Rumi, me devolvió la mirada un rato para después mirar hacia atrás. Al bosque.
Tenía sus patitas en mi hombro y su cabeza posada en ellas.
No me tenté. Me giré. Totalmente inseguro y con miedo. Soy de tenerlo. Más cuando pienso mucho e imagino cualquier cosa.

Rápidamente, miro todo el bosque. No hay nada. Solo árboles enormes, cubiertos de hojas que forman un techo que evitan los rayos del sol.

Solo se ve resaltada una pequeña luz. La de una vela. Hay una vela en medio del bosque.
Al verla imaginé lo peor. Con los ojos bien abiertos seguí mi camino a casa.

Tal vez son las brujas y yo estoy aquí afuera.

Al tener esa idea, no pense en otra cosa que solo correr. Corrí como nunca abrazando a Rumi muy fuerte.
Poco a poco me acercaba a la puerta. Ya tengo mi mano en el picaporte. Ya estoy en casa, ya me siento más seguro. Respiro profundo y voy calmándome.

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⏰ Última actualización: Oct 12, 2020 ⏰

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 𝚎𝚕 𝚘𝚛𝚍𝚎𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚟𝚒𝚍𝚊 𝚎𝚝𝚎𝚛𝚗𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora