¿Cómo pedirlo?

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-T-… ¿Te gustaría venir a cenar conmigo? – Le estaba invitando a salir nervioso, ya habían salido muchas veces, pero tenía un motivo especial para estar hasta el punto de ruborizarse, quedando rojo como un tomate.
-Claro Ichigo. – Acepto con esa sonrisa tan cálida que hechizaba al ahora doctor. – ¿A qué hora?
-Te iré a recoger a las ocho. Está vez te llevaré a un lugar elegante.
-Oh, eso significa que tendré que ir a comprarme un vestido. – Exclama preocupada, pasando una mano por su barbilla.
-Te veré en la noche Orihime. – Le promete besando su frente.
-Te estaré esperando ansiosa. – Con una sonrisa en sus labios.

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Ichigo estaba vistiendo un elegante smoking negro, con un par de gemelos blancos en las muñecas, una camisa azul oscuro y estaba dentro del pantalón, una corbata negra y zapatos lustrados del mismo color.
De vez en cuando respiraba hondo, las manos le temblaban al ir recordando  lo sucedido en la tarde, había actuado como un idiota, ¿Por qué no pudo ser más firme para pedírselo? Volvió a respirar profundo, esto era más difícil que enfrentarse a traidores, Arrancars y Hollows, pero no se retractaría en su camino.
Sus manos tomaron su perfume de hombre y se invierte un poco. Todo listo, pesco sus cosas y abrió la puerta de su habitación para irse, estaba en la hora y todo estaba saliendo viento en popa, pero aún así, seguía con ese extraño presentimiento que le revolvía las entrañas y le aumentaba los nervios.
Ahora vivía solo, cerca de la casa de su padre, pero lo que era en verdad importante es que no habría más “Recibimientos Amorosos” por parte de su progenitor, pero no significaba que no vería más a su familia, lo hacía por sus hermanas para que no se sintieran solas y en peligro en las manos del “Súper cariñoso” Kurosaki Isshin.
Detuvo su lujoso auto negro de dos meses recién salido del mercado y observo el pequeño hogar de Orihime. Se bajo del auto y con cada paso que daba, se iba dando cuenta de lo mucho que estaba preocupándose por su aspecto porque en verdad quería lucir bien para esta noche y para ella, porque está noche se lanzaría al fin a pedirle su mano en matrimonio.
La puerta no tardo en abrirse y quedo deslumbrante al ver a Inoue Orihime con un hermoso vestido blanco suelto y con volados al final, rozando sus rodillas con gentileza, empezaba por debajo de sus brazos y con un escote en corazón. Llevaba unos zapatos negros de tacón que se amarraba en las piernas con unos lazos y un bolso pequeño del mismo color.
-Buenas noches Ichigo.
Sus hormonas rogaban por olvidar la cena y tomarla ahí mismo, pero se contuvo y respiro profundamente. Orihime es tan inocente que no se daba cuenta de lo que le provocaba.
-Luces bien Orihime. – Elogió con una sonrisa, ocasionando que la muchacha se sonrojase. – ¿Estás lista?
-Claro…  aunque no paro de estar sorprendida, es la primera vez que me llevarás a un lugar así.
-Y no acaban aún las sorpresas.

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Y no se equivoco.
El camino hacía el restaurante  fue tranquilo y una vez adentro, Inoue se había maravillado por el lugar, era muy elegante y hermoso, la decoración era muy fina, con muebles que de seguro eran muy caros. Pero Ichigo no se esperaba que al momento que tomara asiento, sus ojos le mostrasen una familia de gringos que de inmediato ocultaron sus rostros en los menús. Lleva una mano en la frente y se esforzó por no gritar una maldición a todo pulmón por sus desgracias.
Aquella familia de gringos era SU familia usando pelucas rubias.
-¿Ichigo? – La voz dulce de Orihime lo saco de sus estrategias de asesinar a su progenitor quedando inocente de toda culpa y así quedarse con la herencia y mandaría a sus hermanas en un costoso internado en Europa.
-Lo siento, en seguida regreso. – Le prometió poniéndose de pie y camina hacía los baños dejando a su novia confundida.
-¿Qué le pasará ahora? – Se pregunta en un susurro, pero decide dejarlo y que él lo solucione solo, es lo que había aprendido en los ocho años que estuvieron juntos como novios.
Sonríe al pensar en esa cantidad, Ichigo se le confesó a los 18 años en el día de la graduación mientras el mar de gente celebraba con su familia y gritaban eufóricos por terminar al fin la escuela, él le confesó sus sentimientos aprovechando que el ruido le ayudaría a que nadie lo oyese, sólo ella, y Orihime se paralizo unos segundos con la garganta seca hasta que logro reaccionar y le confiesa que ella también lo amaba, que siempre lo hizo.
Ahora tenían 25 años, él se convirtió en el doctor más joven y ella en una maestra, enseñando tanto en una escuela de primaria y en la universidad.

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