e x t r a 3/3

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La luz de un nuevo día entraba por aquel gran ventanal que formaba parte de una de las tantas habitaciones de la clínica. Los rayos se apaciguaban por el vidrio polarizado, pero pese a ello Yeri deslizó la cortina, cubriendo sólo una parte del ventanal. Lo justo y necesario para que la luminosidad del sol no le pegara a su alfa, quien se encontraba tendido en una cómoda camilla, sonriéndole débilmente.

Taeyong había estado un buen tiempo inconsciente, utilizando un respirador para llenar de oxígeno su ser. Yeri había estado allí, aguardando con ansias, sentada en un banquito a su lado, a que despertara o moviera un dedito o algo, llenando el sitio con su voz.

Fue una explosión de alegría cuando despertó. Yeri lloró y se mantuvo aún más apegada a él, expresándole sin retención una y otra vez cuanto lo amaba y reprendiéndole por no haberle hecho caso.

El resto de la familia también estuvo presente, tan felices como nunca por verlo.

Taeyong continuó con el respirador por algún tiempo más, inmovilizado en aquella camilla. Sin habla y sin fuerza para casi nada, escuchó cada una de las palabras de su omega. Escuchó la verdadera historia de Jongin y Kyungsoo. Escuchó a su omega diciéndole con una emoción casi palpable que podían estar juntos; que estarían juntos. Que ya no tendrían que esconderse, ni rechazarse, ni tomar distancias. Podían estar tan unidos como ambos querían.

El respirador escondió la débil sonrisa que el alfa esbozaba, mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

Le costó demasiado creerlo, asegurando que debía haber caído en coma y solo estaba soñando.

Porque no podía ser verdad.

Apenas logró respirar por cuenta propia, Yeri le regó dulces besitos por todo su rostro. Le besó los labios, esos labios marchitos y resecos que aún no habían tenido posibilidad de dejarle paso a las palabras. Taeyong sólo elevó sus comisuras en aquella misma sonrisa débil que era capaz de dar.

Yeri se acostó más de una vez a su lado, asegurándose de no hacerle daño. Pasó cada día junto a él, cuidándolo, mimándolo, entreteniéndolo, llenándole de amor, de vida, de felicidad.

Su hermana y sus padres también aportaron. Se turnaron para estar allí. Fue Jongin quien le ayudó a levantarse por primera vez y quien le sostuvo con fuerza mientras él intentaba caminar. Fue Alaska quien también lo sostuvo cuando él no podía mantenerse por su cuenta. Kyungsoo le ayudó a mantenerse limpio y bien alimentado. Mark, a pesar de no estar en carne y hueso, le hablaba a través de video-llamadas, pasándole sus buenas vibras desde la distancia.

Taeyong se sintió todo el tiempo como un bebé, lo cual odió, excepto cuando estaba con Yeri. Ahí si amaba ser un bebé mimado y consentido. 

Jongin y Kyungsoo habían mantenido una charla con ambos, confirmándole a Taeyong que no había ningún coma y esa era la realidad pura. Aún así, Taeyong tenía miedo de despertar. Ese mismo día, usó la poca fuerza que había adquirido para abrazarlos. En especial a Kyungsoo.

Por mucho que le había alegrado la noticia de que Yeri no llevaba su misma sangre, no impidió que sintiera una tremenda tristeza por todo lo que había tenido que pasar Kyungsoo, y terminó sollozando con su rostro apoyado en el hombro del omega. 

También lloró, sin siquiera tratar de evitarlo, cuando Jongin le habló de su verdadero padre, de lo tan similares que eran en cuanto a su irrompible temperamento de lealtad y de lo tan orgulloso que Junmyeon habría estado de él. Tan orgulloso como Jongin lo estaba también.

La historia de sus padres fue traída una vez más desde el pasado, y Taeyong adoró escucharla, suspirando con su ser enamorado, encantadamente aliviado de saber que él también podría vivir su propia historia de amor.

Sublime dominación. KaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora