Capítulo 2 || Siete

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Después de que la tienda en la que trabajaba tuviera que cerrar había decidido realquilar una de las habitaciones del piso en el que vivía en alquiler, mi casera, la señora Brown, no me había puesto objeciones a hacerlo, probablemente nadie la ocu...

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Después de que la tienda en la que trabajaba tuviera que cerrar había decidido realquilar una de las habitaciones del piso en el que vivía en alquiler, mi casera, la señora Brown, no me había puesto objeciones a hacerlo, probablemente nadie la ocuparía jamás, hasta el momento en el que colgué el anuncio solo había servido para coger polvo y guardar trastos, así que esa decisión era la mejor. O al menos eso creía hasta que comencé a ver a la gente. El primero parecía alguien normal y corriente, hasta que me di cuenta que entraba con un montón de latas de cerveza. La entrevista duró media hora y salió sin latas dejándolas todas vacías en mi mesita del salón. El siguiente, mientras hablábamos, intentó robarme el móvil, cuando le pillé salió corriendo. Eran todos peor que el anterior, uno de ellos incluso intentó venderme droga, me enfadé tanto que lo eché del piso gritando y a patadas. Cuando pensé que ya no vendría más gente, a las ocho de la noche, llamaron por teléfono. Era John.

—¿Qué tal la búsqueda de tu futuro compañero de piso? —preguntó nada más descolgar, así eran nuestras conversaciones, sin saludos, directos al motivo. Quizás ese fuera uno de los factores por lo que congeniabamos. Permanecer a mi alrededor era complicado, siempre lo supe, pero no sabía ser de otra forma, no soportaba los formalismos y todas esas formas vacías de existir que tenía la gente. John tenía una forma de sentir lo suficientemente auténtica como para hacerme permanecer a su alrededor, hubo un tiempo en el que me pregunté si él era mi amigo, yo era el suyo, eso lo tenía claro, pero, ¿Y al revés? ¿Qué podía atar a mí a una persona de esa forma?

—Dejémoslo en que sigo sin compañero. Ha sido un desastre, joder, cuando ves a la gente por la calle parecen todos normales.

Eso era lo único que pedía, alguien simple, sencillo, que no tirara las colillas al suelo y no dejara las cosas por ahí tiradas. Pero parecía una tarea imposible. Y ya llevaba casi un mes con esto.

—Recuerdas que ya te he dicho que puedes venirte a vivir conmigo, ¿verdad? No me importa que vengas. Sería divertido. A Mike tampoco de importa.

Esa había sido su propuesta, pero no quería mudarme, tampoco vivir con un amigo, eso haría que metieramos el dinero en la relación y no me gustaba esa idea, además sabía que lo de John era un favor, su piso no era muy grande y ya lo compartía con un amigo de la facultad.

—Lo sé, si no encuentro nada lo pensaré, pero aún hay tiempo, tampoco pido tanto, solo un Mike, alguien sencillo, que no me de problemas.

—Pues espero que tengas un silla para esperar, tío.

Lo que no tenía era dinero ni trabajo. Comenzó a sonar el teléfono fijo. Ya eran las ocho y media.

—Tengo que colgar, luego te marco, me están llamando por el otro teléfono.

—Suerte tío.

Colgué y fui a agarrar el teléfono fijo, probablemente fuera alguien por el piso. Me negaba a hacer entrevistas en persona con todo el mundo. A aquellos que tuvieran antecedentes o hubieran tenido problemas con otros compañeros de piso sí les citaba para verles en persona. Pero a la gente sin antecedentes, con una vida limpia no necesitaba citarlos en persona, aunque hasta ahora, todas las citas habían sido presenciales. Con desgana, agarré el dichoso aparato.

—Hola, ¿este es el número de Seven? —dijo la voz, estaba casi completamente seguro de que llamaba por la habitación.

—Si, ¿llama por el piso? —pregunté, sentándome en el sofá.

—He visto el anuncio y estoy interesada. ¿Sería necesaria una cita presencial?

Cogí la libreta con la lista de preguntas que les hacía a todos, no la necesitaba, me las sabía de memoria, pero de todas me gustaba llevarla encima y apuntaba las respuestas.

—Primero hago una preguntas por teléfono y a partir de ellas veremos que hacer.

—Vale —respondió. Hora de comenzar el interrogatorio.

—¿Su nombre completo y apellidos?

—Rosalie —Dijo algo que no llegué a escuchar, fue apenas un susurro. No le di importancia— Hamilton Swan.

El nombre no me sonaba de nada. Algo bueno, no había aparecido en las noticias por asesinato, ni secuestro, ni venta de droga. Lo anoté en la primera línea de la página.

—¿Edad?

—28.

Lo escribí junto al nombre.

—¿Por qué quiere o necesita este piso?

—Sería algo temporal, me mudo a la ciudad y necesito un alojamiento mientras busco trabajo y un piso propio.

Bien, una respuesta normal. No era para vender droga desde el piso ni esconder a un secuestrado. Apunté en la libreta "Nueva en la ciudad, alojamiento temporal."

—¿Antecedentes? —Esta pregunta era de las importantes.

—Ninguno.

Escribí la palabra "Sin antecedentes" en mayúscula.

—¿Contacto con algún tipo de estupefaciente? ¿Drogas?

—No consumo ese tipo de sustancias. Tampoco bebo alcohol.

Estaba ante la mejor candidata hasta ahora. Parecía alguien normal. Cuando se lo contara a John no se lo creería.

—El pago es mensual, 200 dólares. Dispondría de tanto un baño como una habitación propios, tanto el salón como la cocina y el resto de estancias son comunes. Cada cual se hace cargo de limpiar sus estancias propias y habría un calendario para las comunes. El resto de detalles se hablan en persona. ¿Le interesa? Se le alquilaría temporalmente, la primera vez serían tres meses. En caso de que vaya bien, no se preocupe se alargará.

Escuché como susurraba algo que no logré escuchar. Estuve apunto de preguntar, pero lo dejé correr cuando volvió a hablar.

—Claro, ¿sería necesaria un entrevista presencial al firmar antes de firmar los papeles?

—Sería lo mejor, para que tenga oportunidad de ver el piso. ¿Cuándo podría?

—Me temo que es algo complicado, en estos momentos vivo muy lejos de la ciudad. En mi caso no habría problema, confío en que las fotos de la página son fieles a la realidad.

Vaya eso lo hacía todo mucho más complicado. No podría verla en persona, quizás todo lo que hubiera dicho fuera una mentira y no lo sabría hasta el dia en que apareciera por el piso con sus maletas.

—Supongo que comprenderá que eso lo complica todo. No nos veríamos ni vería el piso hasta que se mudara.

—Yo tendré que confiar en tus fotos y tú en mis palabras.

Lo pensé. ¿Qué era lo peor que podía ocurrir? Podía mandarle los papeles del contrato por correo y que luego apareciera con sus maletas. Era lo más normal que me había encontrado en un mes y no había nada que me indicara de debía desconfiar. No sabía si encontraría a alguien así de nuevo. Cometí una de las cosas más imprudentes de mi vida.

—Te enviaré los papeles por correo, mándame un mensaje con la dirección. —¿La habitación es mía? —preguntó. Podía notar la emoción en su voz.

—Si así lo quieres, es toda tuya. ¿Cuándo podrías mudarte?

—A comienzos del próximo mes. ¿Le va bien?

—Perfecto.

Para eso quedaban dos semanas. Nos dirigimos unas palabras más de pura cortesía y colgamos. Ya tenía compañera. Tenía que contárselo a John, le iba a dar algo, había cometido una locura, cosa totalmente impropia de mí, siempre era él el impulsivo y yo quien le paraba lo pies. A mi nadie me los paraba y acababa de cometer un acto de demencia del que aún no me arrepentía. 

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