Capítulo 6

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Las cosas habían cambiado mucho en Chivaree. Los Bieber, antes unos muertos de hambre, dirigían una empresa de mucho éxito. Los McLaughlin, en cambio, habían pasado de ser una familia muy poderosa a atravesar tiempos muy duros, lo que debía de haber sido muy complicado para ellos.
_______ tenía trece años cuando su madre le dijo la verdad. Le contó que su padre era William McLaughlin, e...

n cuya familia ella había estado trabajando. Esa familia era tan importante en el pueblo que nunca se decidió a contar su secreto a nadie, aunque se sentía orgullosa de ello. Cada vez que volvía a Chivaree y veía a algún McLaughlin sentía una conexión con ellos que no podía contar a nadie.
Ahora que se encontraba sola y a punto de ser madre, su instinto la había conducido de vuelta a Chivaree, donde vivía su familia paterna. Estaba decidida a averiguar unas cuantas cosas sobre ellos. Necesitaba saber si era verdad lo que su madre le había contado y si ellos estarían dispuestos a aceptarla o si se negarían a acogerla.
Aún no había decidido qué iba a hacer. No sabía con qué miembro de la familia sería mejor hablar ni qué le iba a contar. Su padre había muerto unos años antes, con lo que había perdido la oportunidad de llegar a conocerlo. Pero él había tenido otros tres hijos, todos varones. Se preguntaba cómo la recibirían si apareciera de repente en la puerta de su casa.
Poco después de volver al pueblo le surgió la oportunidad de introducirse en la familia. Vio un anuncio en el que solicitaban una asistenta que acudiera una vez por semana al rancho de los McLaughlin. Se presentó al empleo sin pensarlo dos veces. Sólo trabajaba en el restaurante de Millie a tiempo parcial, lo que le daba tiempo de sobra para cumplir con su trabajo en el rancho. El hecho de que estuviera ocupando el lugar que un día dejara su madre era bastante duro, pero no podía permitirse el lujo de ser exigente. Era un primer paso y tenía que actuar deprisa, porque no le quedaba mucho tiempo antes de que naciera el bebé.
—¿Cómo se llama? —le preguntó él, devolviéndola a la realidad.
—_______ Baker.
Su nombre estaba bordado en el uniforme, pero no el apellido. Se preguntó si le sería familiar al doctor. Aunque lo más seguro era que no lo recordara. ¿Quién iba a recordar el apellido de la asistenta que los McLaughlin tuvieron años atrás? Ni siquiera la propia familia la recordaba.
—Bueno, encantado de conocerte, _______ —dijo él de forma relajada—. Espero que pronto te des cuenta de que los McLaughlin no somos tan malos.
—Pero eso no significa que ahora seáis los buenos —espetó ella—. Sólo porque ahora tenéis dinero y todo eso...
—¿Por qué no?
—Leopardos y cebras —dijo ella encogiéndose de hombros.
—¿Qué? —preguntó él, sin estar seguro de haberla oído bien.
—Ni las manchas de unos ni las rayas de las otras cambian con el tiempo.
—¡Ah! ¡Ya! Crees que somos lobos con piel de cordero, ¿no?
—Eso es —repuso ella mirándolo con escepticismo—. Puede que sólo estéis intentando colarnos gato por liebre.
—¿Siempre has tenido este talento para las metáforas , zoológicas? —preguntó él con un quejido.
_______ se sintió satisfecha. Parecía que estaba consiguiendo ganarle la partida, después de todo.
—No siempre. También se me dan bien las analogías deportivas.
—Fenomenal, porque estás a punto de ser transferida a otro equipo.
—¿Qué? —contestó ella.

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