Volkov siempre había odiado el calor. Acostumbrarse a la temperatura de Los Santos había sido un proceso de adaptación largo, pero el paso de los años había ayudado. Los meses de Julio y Agosto todavía eran insoportables, sobre todo cuando a su jefe se le ocurría vestirse de moteros.
El peso de la chaqueta de cuero sobre sus hombros se sentía extraño tras haber pasado unos días llevando una simple camiseta durante sus cortas vacaciones. «¿Algo más?», inquirió el ruso viendo a su jefe terminar de elegir el outfit para la infiltración. «Una bandana», a lo que Michelle respondió echándose a reir. «¿Qué pasa? Se trata de que no nos reconozcan»
El ruso se apretó la bandana, cubriendo todo su cabello grisáceo, y miró a sus superiores. El plan no era complicado, infiltrarse en el Yellow Jack haciéndose pasar por unos moteros para así intentar conseguir información sobre las bandas del Norte. Todo parecía sencillo, hasta que al llegar Volkov pudo comprobar que a Conway el simple y aburrido charloteo entre colegas se le daba tan mal como a él.
Y sin duda, la miel atrae a las moscas. Michelle estaba rodeada de un pequeño grupo de hombres mientras se hacía pasar por una recién llegada a la ciudad. «Chloe», había dicho, y pronto había logrado entablar conversación. Ellos, sin embargo, parecían dos simples maniquís a cada lado de la pelirroja.
Al cabo de media hora, Conway estaba suspirando molesto y se adentraba en el local. Volkov siguió sus pasos. «Eh, tú, Jimmy, dame otra birra», decía el Superintendente apoyándose en la barra. Distorsionaba su voz, volviéndola ronca, para poder disimular en aquel bareto de mala muerte. Volkov ni siquiera se molestó en hacerlo cuando alzó la mano en dirección al camarero, «que sean dos».
Su acento era claramente evidente, el modo en el que arrastraba las palabras y sus labios parecían negarse a dejar escapar sonidos completamente claros. Conway le dedicó una severa mirada desde el otro lado de la barra. ¿Tenían que seguir disimulando cuando en el interior del local no había nadie? Se encogió de hombros dando un trago largo a la cerveza, observando cómo su compañero de infiltración se alejaba de la barra para ocupar el espacio de la sala contigua, donde una mesa de billar le servía de acomodamiento.
«Tú eres gilipollas» comenzó a quejarse en cuanto estuvieron los dos solos, «¿se te han atrofiado las neuronas durante las vacaciones, princesita?»
Aquello ya ni siquiera le sonaba molesto. Princesita parecía haberse convertido en un mote dedicado a él sólo para hacerlo rabiar, pero la piel de Volkov era resbaladiza y Conway pocas veces conseguía ya su objetivo. Los años pasaban para todo, incluso para la camaradería que se había forjado entre ambos.
«Vaya nido de anormales...» no necesitaba mirar por la ventana para saber que todos seguían ocupados tratando de atraer la atención de aquella supuesta recién llegada. Todos apuntaban demasiado alto, como Ícaro volando hacia el Sol, ninguno de ellos sabía a que lo que realmente se estaban enfrentando. La sola idea de Evans partiéndole la cara a alguno de ellos lo hizo sonreír. «Se ve que no somos tan interesantes», musitó el ruso, apoyándose en la mesa, su mirada siempre fija en el rostro a veces tan indescifrable de Conway.
«Piensan con la polla»
«Eso sin duda», suspiró, «¿y qué vamos a hacer nosotros mientras?»
«¿Emborracharnos?» la obvia ironía en la voz de Conway lo hizo soltar una leve carcajada. «Pues no sería mala idea...» al menos así dejarían de escuchar las profundas conversaciones entre mecánicos y vete tú a saber qué más.
«Pareces un niño flotando en esa chaqueta...» Volkov estaba demasiado ocupado bloqueando aquel incesante ruido del exterior que ni siquiera se percató de la mirada de Conway recorriéndolo. «¿Cómo dice?»
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Calor. [Volkway One-shot]
Short StoryUn intento de infiltración en el Yellow Jack lleva a Jack Conway y Viktor Volkov, acompañados de Michelle Evans, a vestirse de moteros. La incapacidad de ambos por involucrarse en un ambiente distendido los lleva a un encuentro a escondidas... Basad...