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Ser un recolector de basura siempre le pareció un trabajo muy aburrido, pero ¿Qué más podía hacer? Un chico universitario que tenía que elegir entre pagar su matrícula o comer no tenía muchas opciones, menos sabiendo que fue abandonado por su familia, por lo que solo contaba con él mismo y un par de pequeños ratones que le hacían compañía por si encontraba algún aperitivo para ellos.

El día estaba cálido, los rayos del sol chocaban contra los pedazos de metal que la gente aventaba al callejón, impidiéndole la salida a Jihoon de una pequeña guarida que había construido con todo lo que se encontraba en la basura.

-Maldición -. Dijo para si mismo, otra vez iba a llegar tarde a su clase.

Agarró un trapo para no quemarse las manos y con todas sus fuerzas comenzó a empujar los metales, los cuales cayeron haciendo un alboroto que resonó por todo el callejón, llamando la atención de la gente que iba pasando por unos cuantos segundos. Jihoon por fin logró salir, sacudió su perfecto uniforme y cuando estaba dispuesto a correr, una caja transparente en forma de tubo y tapas de hexágono le llamó la atención.

-No tienes tiempo para esto -. Se regaño, pero su cuerpo no respondía. Haber pasado tantos años recogiendo basura para darle otro uso y venderlo o para modificar su pequeña guarida lo habían llevado a ser bastante curioso.

Caminó con pasos lentos y pequeños hasta llegar a la caja. Dentro de ella se encontraba un muñeco de porcelana con varias piezas rotas, sin ropa, cabello desaliñado pero unos ojos bastante expresivos.

-Pero qué habrás hecho para terminar así... -le hablaba al muñeco de porcelana entre sus manos-. Ah qué estoy haciendo, es tarde.

Guardó la caja en su mochila y corrió en dirección a la escuela. Por suerte, el profesor no había llegado, por lo que se sentó en su lugar y sacó al muñeco.

-Te ves triste... Debería arreglarte y venderte -. Le hablaba a susurros mientras lo veía curioso.

-No me vendas... Nadie me quiere.

Una pequeña voz masculina le respondió, confundiendo por completo a Jihoon. Acercó la caja para ver mejor.

-¿Tú hablaste? Pero que estoy diciendo me estoy volviendo loco -. Se contestó solo y la pequeña cabeza del muñeco se giró para encontrarse con sus ojos, haciendo que se asustara y tirara la caja al piso.

La campana sonó, era hora de la clase.

Habían pasado largas horas hasta que por fin, Jihoon pudo regresar a casa, estaba cansado, no había comido nada en todo el día y lo peor es que no dejaba de pensar que se estaba volviendo loco debido al muñeco.

Al llegar a la entrada vió como habían de nuevo varios pedazos de basura, madera, metal que solían aventar. Dejó su mochila en el piso y empezó a mover las cosas una por una con cuidado de no hacer mucho ruido. Al cabo de unos minutos se pudo apreciar la entrada, parecida a una alcantarilla, un hoyo en la pared que solo Jihoon sabía a dónde conducía. Tomó su mochila y entró.

Justo entrando, había una pequeña tabla en forma de círculo que servía de puerta. Medio metro adelante se encontraban unas escaleras que lo llevaban hacia abajo, no eran tan profundas, bien podía saltar sin hacerse daño. Llegando abajo prendió las luces, tenues y su pequeño hogar se veía iluminado por fin. Era una parte de alcantarilla que habían dejado de usar hace años debido a las nuevas instalaciones, por lo que con un poco de trabajo logró quitar el olor y hacer una pequeña habitación justo para él.

Se dirigió a la mesa de madera frente él y sacó al muñeco, esta vez incluso de la caja.

-Veamos... No creo encontrar pedazos de porcelana para repararte, por lo que creo me será imposible venderte... -. Le hablaba de nuevo, ignorando lo que había pasado horas antes.

The One | Gyuzi OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora