La iglesia le había enseñado.
Las hermanas, el padre, la catequista... ellos le habían enseñado.
Los voluntarios, los otros niños y la anciana que solía ir todos los domingos a misa con ese olor a incienso cargado en sus ropas también lo habían hecho.
A Matt le habían enseñado lo horrible y asqueroso que era aquel que se salía del plan de Dios, el pecador que sería abandonado por el señor y despreciado por su rebaño.
El homosexual, sodomita entraba en aquellos hijos desviados. Y eso, a Matt le había atormentado mucho a lo largo de su vida desde el orfanato. El hecho de que Dios creó a un hombre y a una mujer y que el amor sólo podía surgir entre ambos.
Incontables veces, él vagaría dentro de su imaginación y se preguntaría si, si su padre aún viviera, que pensaría de su hijo; si siquiera tendría el valor para decírselo, para decirle su secreto mejor guardado, su maldición, su peor inseguridad, el hecho que había negado desde pequeño y que lo seguía atormentando incluso más ahora que en el momento en que lo descubrió.
Su atracción involuntaria hacia los hombres.
Matt no sabía con exactitud cuando comenzó pero estaba ahí, acechando en los recovecos más profundos de su cuerpo. Y él, en un intento poco efectivo de borrarla se había enfocado en las mujeres que le habían interesado, como Elektra o Milla con las que había vivido cosas hermosas que no pudieron funcionar del todo. Y cuando no podía distraerse con relaciones lo hizo con trabajo, trabajo y más trabajo al punto de volverse un ermitaño, de odiar los días libres y de discutir con Foggy.
Pero la vida siempre estaba empeñada en darle sorpresas, como un asesino psicópata de métodos cuestionables que había manchado su título de justiciero. Uno a quién defendió en un juicio y quien mando su carrera un poco a la mierda. Pero cuya personalidad tan simpática, inhumana determinación, más una no mencionada empatía por su perdida y soledad de justiciero, terminaron enamorándolo, comprendió los motivos por los que se comportaba de esa manera y los interpretó de una forma tan retorcida. Mientras se atormentaba a sí mismo con la noción de su propia repugnancia, tanto hacia Castle como a sus sentimientos y a sus pensamientos impuros. Terminó rompiendose los nudillos para defenderlo, golpeando criminales brutalmente para intentar olvidarlo, confesandose todos los días e incluso inscribiendose en una terapia de conversión.
Pero nada de eso funcionó porque se había enamorado del verdadero diablo y tan cautivante como la manzana maldita lo había desterrado del cielo, lo había separado de Dios.
Y Matthew pasaría noches eternas sin dormir, días enteros sin hablar, momentos de ira pura gritando en su apartamento y dejaría lágrimas de pura amargura derramadas sobre su cama. Porque su constante agonía sería su secreto más oscuro, y mientras los periódicos siguieran mencionando su nombre, mientras su olor quédase en las escenas de crimen, mientras su voz le gritara maldiciones cada vez que lo captura, él seguira agonizando.
NOTA DEL AUTOR: El Frank que se nos menciona es el de las series de Netflix, -Sí, aunque en el texto aperezca Milla Donnovan- y Matt es mucho más religioso, como en ciertos universos de los cómics. La razón por la que lo cambie es porque el Castigador de los cómics es mil veces más turbio y estoy casi seguro que Daredevil no se enamoraría de él si así fuera.
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Fratt
Fanfictionpequeñas y grandes historias protagonizadas por un abogado ciego y un ex-marine malhumorado. En realidad no investigue mucho para hacer estas historias, es más lo que me llega a la mente. Lamento si algo es un poco extraño o está fuera de lugar. ⚠️...