Por un sendero que cruzaba un bosque, cuyos árboles no permitían ver más allá debido a su altura y sólo permitían el paso a los rayos del sol, una caravana se movilizaba lenta y pacíficamente. Todos los mercaderes que eran parte de ella llevaban la moral muy en alto, esperando llegar pronto a su destino.
Viajaban tanto hombres como mujeres, niños e incluso ancianos, pues como cabría esperar de comerciantes, eran nómadas. No tenían un lugar fijo y ganaban su vida transportando todo tipo de productos entre pueblos y ciudades.
La carreta que dirigía la comitiva estaba especialmente más animada que las otras, ya que los niños abordo jugaban con un sujeto de vestidos blancos y ostentosos, era joven y alegre; se trataba de un sacerdote. La madre de los niños les ordenó que le dejasen tranquilo, situación aprovechada por el padre que conducía para llamar al joven sacerdote. El mercader procedió a hablar.
-Dígame joven...
-Por favor, llámeme Arzay, me incomoda un poco el trato formal.
-Entonces dígame, Arzay, ¿No son hermosos mis niños?
-Por supuesto, todos los niños son así. Su inocencia los hace brillar más que la gema más hermosa que pueda encontrarse en las minas de Ámaron.
-¡Jaja! ¡Usted si me entiende! Eso quiere decir que tiene hermanos o al menos familiares más pequeños.
-Bueno, tengo una hermana menor. Es muy lista y perspicaz, pero es algo pícara y tiende a aprovecharse de algunas situaciones, terminando haciendo una que otra maldad.
-Ya veo, pero creo que se puede entender, después de todo los niños son así.
-Talvez, pero el problema con ella es que ya entiende acerca de lo bueno y lo malo. Ah, solo espero que mis padres no la descuiden.
-No creo que ese llegue a ser el caso, después de todo, usted sirve al Gran Áribo, ¿No? Con un hermano así como ejemplo, creo que cualquier niño estará bien
-Sí, creo que tiene razón. Después de todo, fue mi padre quien desde antes que yo naciera, ha sido fiel adepto de su santidad.
-Vaya, eso sí que es interesante. Al menos yo no creo haber podido vivir así, mi lugar no es fijo y pienso que el hombre no vive lo suficiente como para no ver la belleza de este mundo.
-Pues no creo que sea pesado el camino que sigo, ya que siempre que pueda reconfortar el alma de quien sea, yo seré feliz.
La conversación se extendió hasta otros temas y luego de un trayecto considerable, el hombre anunció:
-Bien, ya casi llegamos al final del bosque, ahí es donde nos separaremos.
-De verdad, muchas gracias por todo y siento que al menos debería poder pagar mi pasaje.
-Tranquilo Arzay, como le dije hace un momento, no puedo evitar ayudar a las personas de bien. Aún así, siento no poder ir en esta ocasión a la ciudad, estamos rumbo a algunas aldeas lejanas y vamos con un retraso leve, pero en alguna otra oportunidad aprovecharé para visitarle, Arzay.
-De acuerdo, Ámaron estará dispuesto a recibirle.
Arzay preparó sus pertenencias, mientras esperaba para llegar al punto acordado. En un instante, la carreta se detuvo y entonces, el hombre preguntó.
-Arazay, ¿Dentro de cuando se celebra la fiesta de las minas de Ámaron?
-Este... Dos días, ¿Por qué?
-Es que veo una fumarola através de las montañas, justo donde queda la ciudad.
-¿Fumarola? -Preguntó Arzay mientras bajaba de la carreta.
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La Cruzada de los Cinco Caídos: El Sacerdote Desgraciado
FantasyEn las tierras montañosas de Ámaron, vivía un joven sacerdote muy devoto y firme en su fé, quien siempre veía lo bueno en cada cosa y ser. Querido por todos, con una familia amorosa, un futuro prometedor y un don muy poderoso concedido por El Grande...