Prólogo

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2016

Un anciano está acostado en una camilla en un hospital del centro de la ciudad, siendo observado por su hija y su nieto de 8 años. Hace tiempo que el anciano se encontraba mal, y hoy sería el día que se iría de este mundo.

- Abuelo, ¡no te vayas por favor! - Le rogaba a su débil abuelo. - ¡Aún no has acabado de contarme todas tus historias!

- Me parece que ya no tengo más historias que contarte, John. - Le consolaba a su nieto.

La hija del anciano estaba entre lágrimas, mirando la cara de su pobre padre por última vez, cuando vio en su labio inferior una especie de pepita amarilla, como si de oro se tratase.

- Padre, ¿qué tienes en el labio?

El anciano, confuso, puso un dedo en su labio inferior, justo donde estaba la pepita amarilla. El anciano notó el suave tacto de esa pepita, y entonces marcó en su cara una cálida sonrisa.

- Es verdad, John. Me falta una historia más que contar.

- ¡¿En serio, abuelo?! ¿Cuál es, cuál es? - Exclamaba su nieto, curioso y sorprendido.

- Coged una silla, familia, porque esta historia es larga, y, aunque parezca ficción, todo lo que digo es real.

El niño y su madre se fueron de la sala a pedir una silla a la doctora que estaba en el pasillo. Ya con dos sillas, la madre y su hijo se sentaron al lado de la camilla donde estaba el anciano.

- ¿Listos? - Dijo el abuelo sonriendo.

La familia asintió.

- Bien, todo empezó...

LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora