Se había ido hace días y no regresaba. Todos nos impacientamos por que Martín no solía tener esas actitudes, un día entre tantos se le olvidaba llamar a su madre que se quedaba a dormir en lo de Juan, pero no mas que eso. La situación se tornaba grisácea, el otoño con sus crepúsculos caprichosos de hojas secas y ventiscas crueles no ayudaban al ambiente. Pero mientras tanto nuestras vidas seguían, pero sin el mismo color que antes. La sensación de ese banco vació del fondo nos encrespaba los cabellos del brazo y nos sometía a un va y viene de discusiones entre pares. Una desaparición en un pueblo tranquilo pone nervioso a todos, y mas cuando los días pasan y la victima no aparece. Yo era buen amigo de Martín, salíamos del instituto por las tardes e íbamos a lo de Juan a resolver las tareas para el día antes de la entrega. En unos pocos minutos resolvíamos los incisos y ni cortos de sinvergüenza comenzábamos a jugar a las cartas en la plaza Dominico. Algunas tardes Martín no aparecía . . . Marta. Su precoz amorío adolescente comenzó en las tímidas tardes de gimnasia ya que ambos estaban incapacitados para tal actividad. Martín se había lesionado el tobillo jugando al fútbol unas tardes atrás y Marta la verdad no se -nunca me intereso su desvarío-. Pero yo también estaba en la mía, nada importante, nada serio. El instituto estaba ya de luto, varios meses sin la presencia del pobre amigo que perdimos y todo parecía perdido. De cuando en cuando me juntaba con juan pero la chispa de ese trió ya no estaba. Estaba tan triste, tan desganado y tan solo o capaz solamente solo y eso causaba lo demás pero me pasaba las tardes encerrado en mi cuarto rebotando una pelota de tenis contra el suelo y armando barcos de papel para matar las horas. Algo le faltaban a mis días y ese algo llego al día siguiente. Era nueva, había llegado de Palermo hacia unos días y se incorporaría al instituto en mi división. Como con una suerte de dioses del Olimpo y un destino apimpollado el banco libre que dejo Martín fue obligadamente ocupado por una rareza que emanaba belleza a la vez que sosiego. Sus ojos cálidos se adueñaban de tu mente y te llevaban a caballo por un camino oscuro y prohibido de fantasía polimodal. Mi boca se crispo y mis músculos faciales se abstuvieron de formar una sonrisa, sin embargo su mirada seguía firme en su regocijo y con una leve torsión de su cuello me observo lanzando una mueca enceguecedora para fulminarme a sus pies. - Me llamo Lucy - Resquebrajando el hielo que se había formado en el pupitre-. - Mucho gusto Lucy - Respondí como enhebrando una aguja a ciegas sin abrir mucho la boca-. - ¿No vas a decirme tu nombre? - Claro . . . Miguel - le respondí apuradamente, destapando la timidez que me afectaba de momento. Todo parecía mágico, el aire, los momentos. Habían pasado unas semanas y Lucy y yo eramos buenos compañeros. Era día de matemáticas y el día estaba pesado ya entrada la primavera. Esas mariposas mordisqueaban mis intestinos y me daban nauseas de arco iris por sentir tremendo apego hacia Lucy. Los nervios no se hacían esperar, ya era tiempo de preguntarle si quería que la acompañe a su casa pero salíamos en horarios diferentes ya que en esa epoca las mujeres tenían dos horas mas de Voley. Los hombres teníamos dos horas mas de Fútbol al día siguiente. No imaginaba a Lucy sin el uniforme, en la calle, pues yo solo la veía en el horario escolar y en esas semanas iniciales de amistad nunca la cruce ni en la plaza ni caminando por el pueblo. Llego la hora, se acercaba el timbre y me quedaba sin tiempo . . . mañana ? <<No>>. Hace días venia posponiendolo así que era hoy no había otra respuesta. - ¡¡Lucy !! - Con atropello implore atención mientras juntaba sus cosas del pupitre. - Dime - Respondió con una naturalidad espontanea de novela romántica. - ¿Puedo acompañarte a tu casa hoy ? - Si - Me respondió rápidamente como con apuro por ir a su clase de Voley. Con una felicidad inmensa espere en la puerta del instituto, esas dos horas se hicieron de roca báltica que no terminaban mas, la espera se tornaba tan pesada como el acero mientras las agujas no movían. Cuando por fin era la hora, las puertas de salida del instituto se abrieron y filas y filas de chicas salían por las puertas e inundaban las calles con gritos de felicidad e historias de cronopios. Pero no había rastros de Lucy, todas menos Lucy. Alargando mi estatura en un esfuerzo de puntas de pies la diviso . . . o al menos eso parecía. Mis esfuerzos por seguirla perecían ante su aparente velocidad al caminar. Lucy dio vuelta en la esquina y siguió por la calle Dorrego. - ¿ Como es posible que me haya olvidado ? - Se lo había propuesto esa misma tarde. Mientras trataba de seguir esos pasos galopantes esquivando colegialas pensaba en que iba a decirle a Lucy cuando la encontrara, por algo no me había esperado y tal vez no quería volver conmigo a su casa. Después de eso no la vi mas, desapareció entre unos arboles doblando por la calle principal. Era otro día ya y Lucy no vino a clases. Me sentí tan triste e impotente pero sobretodo la extrañaba. Desde esas semanas que llego no había faltado ni un día y justo hoy . . . justo hoy. Tal vez le daba pena el haberme plantado ayer, quizá ya no quería verme, quizá se mudo devuelta quizá . . . - No miguel Lucy no desapareció -, estaba delirando en un suspiro de temor ante la posibilidad de una regresión de los hechos como si por mía maldición desaparezcan mis amistades. Pero no deje que eso me afectara, así que me dirigí a la dirección y solicite la dirección de Lucy, no había ningún impedimento pues dije que debía llevarle la tarea del día. La dirección no era lejos del instituto, pero si un poco alejada del pueblo, calles de tierras y viviendas de bajos recursos. La casa parecía antigua, protegida por una cerca de madera vieja y un cordel enredado para su sujeción. Golpee las manos pero nadie salio, me tome el atrevimiento de deslizar el cordel para abrir la cerca y entre al jardín de la casa. Había un silencio de pesadilla, no pasaban autos por esas calles ni tampoco parecía haber activismo social rodando la manzana. Al llegar a la entrada principal golpee la puerta con temor y timidez al momento que descubrí que la puerta estaba abierta y al abrirse observe lo que moraba tras esas paredes de vieja madera y ladrillos ahuecados. En un impacto de emociones violentas, me revolqué en una montaña de confusión a tal punto que me quede helado ante tal imposible escenario. Como una luna que cae tras una larga noche de regocijo mis ideas se caían de mis ojos vomitando la tristeza del hallazgo. Su ropa, sus cartas y su bicicleta, todo lo que el llevaba al momento del desencuentro estaba ante mis ojos ahora. Al costado una camilla precaria y elementos de anestesista que parecían ya usados en un acto de sacrificio. No llegue a recomponerme de tal evidencia cuando por detrás escuche cerrarse la puerta. Tan bella como siempre, tan dulce y natural al realizar los movimientos. Cerro la puerta con un suave desliz mientra preparaba la bienvenida que merecía por irrumpir en su morada. Era Marta, pero también era Lucy y era Marta y era Lucy y yo . . . era Miguel pero también era Martín y era Miguel. No había nada malo en mi destino fatídico de aquel día, no había errores por que mi destino era ese , era Lucy.
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Regresión
Short StoryRelatos fantásticos que te harán dudar de tus deseos antes de dormir.