Una suave brisa marina alborotó la rubia cabellera del cocinero mientras este cerraba tras de sí la puerta de la cocina del Sunny. Soltó el aire de sus pulmones caminando por sobre los tablones en dirección a las escalinatas con la intención de alcanzar la parte inferior del barco.
La noche era preciosa, por una vez el clima del nuevo mundo estaba comportándose como correspondía, dando un punto medio entre un ambiente caluroso pero sutilmente fresco. El viento soplaba logrando que las velas se sacudieran ligeramente y la temperatura permitía estar en el espacio exterior sin necesidad de llevar un abrigo. Era casi como primaveral.
Un cielo estrellado estrujó el pecho de Sanji cuando alzó su mirada distraídamente haciéndolo sentir casi insignificante ante este. Esbozó una pequeña sonrisa y devolvió su atención a su tarea de encontrar a su compañero de tripulación. La cual para su suerte, pudo completar instantáneamente.
El joven de piel morena y cabello verdoso se encontraba apoyado contra una de las barandillas del barco observando el mar, pensativo, casi perdido. Pero por supuesto, su guardia nunca estaría baja, después de todo tenía la importante misión de proteger a su tripulación mientras estos descansaban, por lo tanto ni siquiera se giró al oír los pasos del pelirrubio. Sabía que era él, hubiese podido distinguir sus pisadas de entre las de miles de personas, después de todo, este caminaba con ligereza y cuidado, lentamente pero siempre presionando con firmeza contra el suelo. Normalmente los zapatos acharolados del cocinero golpearían contra la superficie otorgando un sonido característico, pero aunque este estuviera descalzo su caminar era imposible de no reconocer.
— ¡Oye marimo!
Zoro soltó el aire de sus pulmones resignado, después de todo —a pesar de haberse acostumbrado a él— odiaba ese estúpido apodo, para finalmente girarse ante la presencia contraria. Sus ojos oscuros se cruzaron con el par azul, mientras lo veía acercarse con una charola en su mano derecha mientras con la izquierda llevaba un cigarrillo a sus labios.
Ya era una costumbre en la tripulación de que uno de los últimos en irse a la cama y el primero en levantarse en las mañanas sería Sanji, después de todo tenía la tarea de otorgarle un bocadillo nocturno a quien tendría que cumplir la guardia antes de poder ir a la cama, cosa que con Luffy era muy complicado porque no bastaba simplemente con un "bocadillo", y de preparar el desayuno antes de que todos estuviesen despiertos.
Con Zoro era sencillo, raramente pedía comida, una o dos botellas de alcohol era lo único que este necesitaba para pasar la noche en vela. En un principio al pelirrubio aquello le molestó por sobremanera, debido a que su función era la de mantener a todos sus nakamas bien alimentados, pero con el pasar de los meses y después de conocer bien a su compañero terminó por aceptarlo.
Sanji lo alcanzó dejando la charola de plata sobre el césped artificial en la cual se apreciaba una botella de sake de un suave color cremoso junto a una pequeña taza de porcelana blanca. Nunca había visto a Zoro tomar de la taza cuando tenía la botella, pero quien sabe, quizás esa noche tuviese el deseo de ser civilizado.
El contrario asintió brindándole brevemente su atención. —Gracias.
—No te la bebas toda. —Le recriminó en torno a su incapacidad de controlarse con la bebida. —Porque es la última hasta la siguiente isla.
—Tsk. ¿Cuándo llegaremos a la siguiente isla?
—No lo sé, mañana le preguntaré a Nami-san. Pero por si acaso cuídala, no quiero que me fastidies si después no queda ni una sola gota de alcohol en el barco.
Este soltó un quejido por lo bajo ante ello. —Está bien.
Al ver que el contrario no tenía ánimos de discutir Sanji supo que por el día había cumplido. Estaba a punto de despedirse de su compañero para ir a descansar pero una suave música lo detuvo en su lugar. El sonido de la melodía proveniente de un violín se filtró en sus oídos antes de percatarse de que pertenecía a Brook.