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Ni pereza. Ni vergüenza. Ni miedo. Es un buen lema para vivir. Sin embargo, muchas veces cometemos el error de tratar a las personas como si fueran cosas. Como si solo fueran personajes secundarios de nuestra película. Como si ellos no pudieran opinar sobre si quieren entrar o salir de nuestras vidas. A veces, necesitamos recordar que nosotros podemos abrir la puerta para que alguien entre en nuestras vidas, pero son ellos quienes tienen que decidir si quieren entrar o no. Y eso no depende de ti. Tú puedes vivir sin miedo, pero eso no garantizará nunca que los demás hagan lo mismo. Y lo que es más importante, no eres nadie para obligarlos a vivir como tú vives. Ni a soñar lo que tú sueñas. Ni a sentir lo que tú sientes. Cada uno es dueño de su destino, pero nunca del de los demás. Y esa es la parte difícil, esa es la parte en la que cada uno tira de su hilo y todos corremos el peligro de salir heridos.

Quiero besar tu sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora