Una suave brisa le golpeo la cara al salir al patio.
Su respiración se aceleró de golpe cuando La puerta de metal chirrió cuando sus manos la empujo con lentitud para escapar de los oscuros recuerdos.
Iba descalzo, con su pijama gris y una vieja cobija entre sus brazos.
Dio el primer paso sintiendo aquella extraña emoción recorrer su cuerpo y que termino de instalarse en su pecho, y entre cada paso que sus pequeños pies daban entre fragmentos de tierra y cemento solo se dejó sentir.
Ese era su único momento.
El momento en que se permitía sentir.
El momento en que solo era él.
Camino hasta el viejo auto de su abuela, aquel que nunca le había visto conducir y que se encontraba protegido de la lluvia y el sol por una extraña estructura que amenazaba con caerse algún día.
Y aunque su pequeño cuerpo se montaba en el capo del auto, Su mirada estaba enfocada en el cielo.
Tan grande, extenso y oscuro.
Tan eterno y cambiante.
Y mientras que aferraba su cobija favorita la observo.
Algunos días no sabía con certeza si era ella.
Pero después de ciertos minutos la lograba reconocer.
Sentía que de alguna manera ella le entendería, sin importar donde estuviera o que tan lejos estuviera.
Ella era su confidente.
Su única amiga.
Estaba alejada de las demás, con un brillo opaco y taciturna, de aquellas que son difíciles de notar, distante y alejada...
Tal y como se sentía él.
El aroma a tierra húmeda que tanto le gustaba estaba en el aire, acompañada con el aroma a menta, hierba buena y orégano.
El frió se instalaba en sus dedos creando un suave hormigueo y la incomoda posición de su cuerpo sobre el frió metal hacia que le doliera un poco su espalda.
Para él era tan sencillo perderse entre sus alrededores.
Su padre le decía constantemente que le gustaba distraerse con banalidades, su abuela opinaba diferente.
Decía que el observaba aquello que pocos podían, lo que era sencillo para otros, el siempre vería más.
Lo que ellos no entendían era el ¿por qué?, para él era más sencillo observar a las personas e inventar una historia sobre sus vidas que la de él.
Y la primera gota cayo.
Aquella que creaba un camino sobre su mejilla y luego se acumulaba en su barbilla, aquella que deja ese picor donde trazo su ruta. Tan suave y peligrosa, aquella que daba inicio a aquel llanto silencioso y desgarrador.
Respiro profundamente.
Pero su intento fue en vano.
Mas gotitas comenzaron a caer trazando rutas diferentes en su rostro.
Aunque sus manos intentaran frenarlas, ellas solo fluían.
Respiro profundamente y ahogando su sollozo, y comenzó hablarle.
- Querida amiga.... - susurro dejando que sus palabras se mezclara con su alrededor.
Entre los aromas, los sonidos y todo lo que le rodeaba.
Y le contó.
Le contó aquello que callaron sus labios
Aquello que sintió y no pudo expresar.
Aquello que se aferró a su pecho y no pudo gritarlo.
Y solo aquella estrella fue la que le escucho.... Como aquellas marcas comenzaban a grabarse sobre su piel.
Y como un niño de 12 años se destruía por no poder liberar aquello que sentía

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El chico de las estrellas
No FicciónEs una típica historia. Un chico con marcas grabadas en su piel, con fuego y tinta. Con una mascara que se obligo a cargar desde joven, Ocultando aquellas grietas en su alma. Las palabras para el era sencillas, y el dibujar era impregnar su esencia...