Prólogo

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10 años antes

Leil

Tic tac, tic tac, tic tac.

El tic tac del gran reloj en la sala, y el fuego consumiendo la madera en la chimenea, era lo único que se escuchaba. Me encontraba sentado en el piso de aquella sala, recostado al sofá frente a la chimenea, leyendo un buen libro.

—Leil— Su tierna voz me hizo sonreír.

—¿Sí?— Le contesté con dulzura.

Miré el gran reloj; 12:06 am.

—Tengo miedo— Eso borro mi sonrisa.

De inmediato cerré el libro colocándolo hacía un lado.

Al girar mi cabeza, ví que tenía puesta su pijama favorita de unicornio; se veía adorable en ella. Me tomó unos segundos detallarla; sus ojos grises querían llorar, sus mejillas al igual que sus labios gruesos, color rosados como de costumbre, su cabello azabache caía a los lados de su hermoso rostro, y sus pies se encontraban descalzos.

—¿Por qué?— Pregunté apoyando una mano hacía el piso, en señal de que se sentase junto a mí.

Ella se acercó, mientras la observaba como a la más frágil y perfecta porcelana. Tomó asiento a mi lado como le indique, descansó su cabeza en mi pecho, quedando semi acostada sobre mí. La abrasé de lado, dejando en su frente un cálido beso. Sostenía en sus brazos, el oso de peluche que le había obsequiado en su último cumpleaños.

Ella amaba ese oso de peluche...

—Tuve una pesadilla— Habló con voz temblorosa.

La solté del abrazo con cuidado; ella retiró su cabeza de mi pecho quedando sentada a mi lado, y ambos nós miramos a los ojos.

—¿Me la quieres contar?— Pregunté dándole toda la importancia que merece.

Asintió con la mirada cristalizada por retener las lágrimas.

No me gustaba verla así...

—Soñe que el pizzero era malo, y nos hacia mucho daño— Soltó con pesar.

A ella no le agradaba mucho ese jóven. Me alivie un poco al saber lo que había soñado.

Causaba tanta ternura verla...

—Tranquila. Fue solo un mal sueño— Le acaricié la mejilla, limpiándole una lágrima que ya corría en ella.

—No entiendes, Leil, él es malo— Le salió la voz en un hilo, no aguantó más y rompió en llanto —Sé que lo es, sé que nós hará daño en cualquier momento— Lo aseguró de tal forma, que a cualquiera se le habría erizado la piel.

El pecho se me oprimio. Era primera vez que la veía así...

Parecía que hubiera vivido la pesadilla, que la hubiese sentido hasta el alma... El miedo que estaba plasmado en sus ojos, en su voz, en cada fibra de su cuerpo y rostro, era alarmante; causaba inquietud.

—Calma pequeña, todo está bien— Trate de calmarle dándole en mis palabras completa confianza, mientras apretaba sus hombros en un gesto tranquilizador.

Aún así, mi gesto resultó inútil...

—Estamos en peligro, no quiero estar más aquí— Dijo entre sollozos, cada vez aferrándose más a su oso de peluche.

En la sala ya no solo predominaban los sonidos anteriores, ahora eran acompañados por el eco de nuestras voces y el llanto proveniente de ella.

La escena se me antojo tétrica, y no causo una buena sensación en mí.

—El pizzero no es malo, y no nós hará daño. Al momento de estar dormidos, nuestra mente juega con nosotros. Como él no te agrada, de seguro por ello mismo tuviste esa pesadilla— Le explique para que se quedase más tranquila, pero de igual forma su llanto incrementaba.

Sentía con cada lágrima que ella derramaba, algo dentro de mí quebrarse.

—Él nós mataba, no quiero que mueras, no quiero morir— Su voz era inestable, salia por lo bajo; como si cuidase de que fuésemos escuchados.

El cabello se le había adhierido al rostro por la humedad de las lágrimas en este, su nariz y ojos se encontraban rojos a causa de su llanto, y el miedo o más bien «horror» de lo que podría acontecer, aún estaba muy lejos de apaciguarsé en ella.

Sentí un frío recorrerme la espalda. Verla así me causaba impotencia, me hacia arder el alma; ella para mí era sagrada.

Trate de que no notase cuanto me estaba afectando su estado, y así poder hacerla sentir segura.

Lleve mis manos de sus hombros a su preciosa carita, le hice a un lado el cabello de esta, limpie con mis palmas todas las lágrimas que salían desesperadas, y la tome de ella.

—No moriremos. No moriré. No morirás— Le hable y sonreí con dulzura, mientras la miraba dándole seguridad.

—Tengo miedo, mucho miedo— Su mirada se perdió en la mía, y creó que se comenzaba a tranquilizar.

—Yo te cuido, no hay del porque temer. Estás a salvo— Le aseguré y ella aún temerosa hizo un leve asentimiento. Volvimos a la posición anterior; su pequeño cuerpo temblaba un poco entre mis brazos, así que besé de nuevo su frente, mientras acariciaba su lacio cabello —Siempre estarás a salvo— Susurré —Lo prometo.

———

Nota de la autora: ¡Holaaa! Soy Liz, es un honor para mi el que te encuentres aquí. Esta es mi primera historia, la cual aún no está terminada, por lo que me tardare en subir el primer capítulo para poder actualizar semanalmente. Guardenla en sus bibliotecas, aseguro que les encantara, soy muy perfeccionista, aparte me apasiona lo que estoy haciendo, y por ende prometo que sera una historia increíble. Espero me puedan dar una oportunidad, que les guste, la sientan, la disfruten, y me den su apoyo con esta nueva meta en mi vida.

Sí los atrapó el prólogo, y se quedan a leér, en serio ¡Los amo! No saben cuanto significa para mí :')

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LielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora