mesa de noche, regalo hecho por mi padre con esmerada dedicación, en los minúsculos cajonsitos guardo el anillo de compromiso de mi primer novio, en el otro los aros que fueron de mi madre en su niñez y que me los entregó en esa ocasión y en la última cajonera y más larga mi reloj que me regaló mi abuela, junto a su brazalete que me obsequio antes de dejar ésta su larga vida, porque mi abuela sí que tuvo una extendida vida. Desde niños los saca pidiendo su turno, dejándose regalonear, tomando mis hijos esa costumbre, sobre todo cuando llega a casa me saluda con un beso y un hola mamá. Al subir al vehículo me descubrí apretando mis dientes con una mueca de recordatorio y sacando mis conclusiones, quizás me considera su madre adoptiva.
Estacionada afuera de mi casa le di una mirada a mi reloj, ya marcaba dos horas más del medio día. Sacando las llaves de la guantera me encontré con una caja de píldoras sin abrir, al tomarlas recordé que me las recetó el doctor diciendo que me relajarían, estando con mi abdomen inflamado, tenía que probar el efecto que se provocaría en mi cuerpo, volví a dejarlas y sintiendo que no era el momento siguieron quedando guardadas. Entré a mi casa con la idea de poner un florero con aromáticos y coloridos crisantemos en el comedor. La sorpresa fue encontrarme con todos mis seres queridos ovacionando un feliz cumpleaño, la verdad que celebrar mis cumpleaños desde niña jamás me a gustado, al leer un versículo de la biblia y percatarme que Jesús maldijo los cumpleaños porque Herodes mando a cortar la cabeza del bautista Juan. Mi familia, mis seres queridos ya estaban en casa y no iba a ser descortés diciéndoles que no me gusta celebrar mis cumple años, a pesar que en ocasiones se lo había mencionado. El comedor estaba ampliado, muy bien decorado, hasta reflejaba elegancia, con el mantel blanco de flores bordadas también de blanco y el ramo de crisantemos con ramitas de camelias, las que conjugaban con las verdes servilletas, a la vez armonizando con la loza. Me consideraba perfeccionista pero sobrepasaron mi creatividad, ellos, que siempre acudían a mis sugerencias, nada al azar, todo denotaba esmerada creatividad, me di el placer de observar y disfrutar ver a mis hijos formalmente vestidos los tres de corbata roja, las que les regale para la navidad pasada, entendía que mis hijos se habían esmerado para complacerme, me tomaron en brazos, mi larga pollera se sacudía al momento que ellos me balanceaban, buscaba la mirada, la presencia de mi amado, la que no encontré. Preferí no preguntar, preferí callar como siempre para que mis hijos no guardaran recelo con su padre. Apareciendo Catalina y Mariana con las bandejas mostrando las copas con la espumante cidra, botellas que mantenía guardadas para la graduación de mis mellizos, de ni un modo debía mencionarlo total botellas de cidra venden en todas las botillerías. Salud menciono Mariana con su copa en alto, salud respondieron los demás con enardecido entusiasmo, las copas sonaban al compás de los alegres salud. Sin darme cuenta la mesa estaba servida, todo era inesperado, los ramos de flores repartidos por la sala, daban absoluta armonía con mi jardín, que entre reojo le entregaba unas pequeñas miradas. Los platos expresaban calentura al aflorarles el denso vaho.
Mis hijos armonizando la comida con amenas conversaciones, en donde las rizas de las mujeres no daban lugar a disfrutar la comida y lo más maravilloso fue cuando Maribel la venezolana se ve venir con el pastel, comienzan mis hijos a cantarme a trío, Te amamos mamá, te deseamos felicidad, salud y vida, mucho más y que los cumplas feeeeliiiz. Los aplausos brotaron de toda la sala. Era evidente que la diminuta canción fue escrita y ensayada con anticipación, para sustituir la típica antigua canción de cumpleaño. Examiné con celeridad el rostro de mis queridos cercanos, los que me observaban sonrientes con esmerada atención. Un almuerzo cumpleaño, algo inusual que por cierto disfruté a plenitud. Un bálsamo fue a todo el acontecer desastroso de los últimos días. Aunque intrigada al no ver mi esposo, si fue invitado a éste acudido almuerzo, deseando tenerlo a mi lado, para que tomara mi mano y delante de los presentes me declarara cuanto me amaba, porque el amor se debe demostrar, con gestos, con palabras, pero no estaba y no lo diría, porque él se declara hombre de pocas palabras y si lo deseaba, para no sentirme un utilizado objeto. Retirando mis pensamientos para prestar atención a la pregunta de mariana.
ESTÁS LEYENDO
Mi marido un desgraciado
FantasyEsposa aclimatada al engaño y desiluciones, ultrajada y reace su vida en pandemia. NOVELA COMPLETA. De un solo capítulo. Inscrita en derechos de autor Chile.