El FFI abre sus puertas a los jugadores del mundo tras la formación de Luz de Artemisa, equipo con las mejores jugadoras a talla mundial, el cual mantiene un solo objetivo: proteger el fútbol.
La llegada de dos misteriosas chicas al equipo de Japón...
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(POV Dasha):
—¿No te parece interesante? —le dije a la peliblanco a mi lado, mirándola de reojo—. Parece que es un equipo fuerte, mas son vencidos por un solitario jugador...
Bela asintió, no muy convencida con lo que acababa de decir.
—No hay que subestimarlos —se limitó a decir—, además, conoces a Ichihoshi...
Borré rápidamente la sonrisa de mi rostro, soltando un sonoro suspiro al posar mi mirada en el jugador de cabello azulado.
—Es un inútil —me atreví a decir, cerrando los ojos y apoyando los pulgares sobre mi frente—. Por algo la fundación nos ha enviado...
La alarma se encendió dentro de mí al escuchar voces aproximarse, mas parecía que aún estábamos muy lejos de su posición como para que hubiesen notado nuestra presencia.
—Aún no nos ven, se acercaron a hablar con el tal Clario —me tranquilizó la chica a mi derecha—. Solo si es que mirasen hacia las gradas...
—Lo sé, pero hay que mantenernos cautelosas —interrumpí, esta vez sin apartar la vista del campo enfrente nuestro.
La charla no fue muy larga, el corpulento chico pronto se despidió, dejando a los seleccionados algo perplejos.
Escuchaba la voz del capitán, animando a su equipo a continuar, siendo apoyado rápidamente por el resto.
—Corre el rumor que puede revivir a los muertos con sus discursos de aliento.
Esta vez sí la miré, volviendo a sonreír al captar el tenue brillo en sus rojizos ojos.
—¿Crees que podremos adaptarnos bien? —pregunté—. Sabes a lo que me refiero...
No contestó, frunciendo el ceño y manteniendo sus ojos fijos en la cancha.
«Algo pasa...»
Giré levemente el rostro, captando casi enseguida el por qué de sus expresiones.
«Oh, querido, ya verás...»
Le sonreí cínicamente al captar su furia, como si no le agradase nuestra presencia, menos el conocer los motivos tras nuestra venida.
Pensé que alertaría a sus compañeros, pero, al parecer, decidió seguirnos el juego y mantener el silencio.
—Que risa me da.
Esta vez mi compañera asintió con seguridad, conociendo a la perfección aquella faceta del chico y previendo lo que se encuentra pensando en estos momentos.
Analicé una vez más a Inazuma Japón, levantándome del asiento al saber que nada interesante ocurriría y haciéndole un ademán a Bela para que me siguiese por los pasillos del centro, donde nos ocultaríamos hasta que cayera la noche.
