Parte trece

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Me gustó conocer el polo, me vi bien ahí, me sentía acogido, bien aceptado. Hasta el momento, el frío no era mi problema. Sabía que era aquel ser que no estaba adaptado a ese clima, sin embargo lo intenté.
Pasaron meses e incluso años, estando allí siendo alguien que no merecía volver a su habitat para ser mejor, simplemente allí se sentía bien.
Conoció a Polar, Polar le llevó a conocer los lugares que jamás había imaginado, se enseñó incluso a nadar... ¿Quien se anima hoy a eso? Sabían mutuamente que encajaban a la perfección.
Dicen por ahí que las primaveras son las mejores para aparearse, créanme con Polar las primaveras eran lo peor, cada hogar que encontrábamos se desvanecía en el calor. Pues claro, el tiempo pasó y pudimos salir vivos de ahí, no imaginas todo lo que costó para que Polar no se alejara de mí.
Conocí a muchos aquellos Pandas y Polares, pero sentí que él era único, irreemplazable. Él me había enseñado desde como sobrevivir a como no pasar frío en aquellos inviernos intensos. No había forma de cambiar a nadie.
Polar era distinto.

Hoy es una primavera, empezó la primavera, pero Polar ya no sé ve al lado mío, solo estamos uno a cada lado... me dirán ¿sobrevive un Panda a tanto? Creanme que no sé, créanme que lo único que desearía sería regresar al tiempo a buscar aquel Polar que conocí. Créanme solo eso.

Antes de que el hombre venga a extinguirme, no quiero morir en simple hecho de ver a Polar solo verme.

Polar, mi dulce PolarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora