Capítulo 1.- El mar.

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Desperté con las manos temblorosas y un dolor punzante en todas mis extremidades que parecía querer alertarme de que algo no iba bien.

Traté de hacer memoria. No había pasado nada inusual aquella noche, no había salido por ahí más de la cuenta con mis amigas, ni había olvidado borrar conversaciones de whatsapp que quizá no pudieran gustarle a James. Pero el había llegado demasiado borracho, otra vez, gritando y tambaleándose como un animal herido, y le había molestado enormemente que no hubiera preparado la cena. Yo estaba agotada la verdad, era demasiado tarde (las cuatro de la mañana) y me había quedado dormida en la habitación de Leia, que aún seguía dormitando con la respiración entrecortada y que, gracias al cielo, no se había enterado de nada. No podía asumir mi responsabilidad por algo que no comprendía y empezaba a cansarme de que, de un tiempo a esta parte, mi marido hubiera asumido la violencia como su respuesta ante todo. Me froté las sienes para calmar mínimamente el dolor de cabeza que me invadía, aunque no fue suficiente.

Empezaba a no sentirme segura en mi propia casa, la misma que habíamos acabado de pagar hace unos años y que tenía el jardín perfecto, las cristaleras transparentes y brillantes, la barbacoa exterior, unas arañas carísimas y dos pisos con escaleras, pero que ahora se tambaleaba por todos los lados y me arrastraba con ella en un viaje mareante. Mi palacio de cristal que tintineaba al empezar a resquebrajarse.

Me levanté a duras penas de la cama, y vi a James con su pelo rubio engominado, el chándal rojo de adidas de los fines de semana que le hacía parecer un personaje de una película de Wes Anderson y una sonrisa de oreja a oreja. Tenía el desayuno preparado como señal de disculpa, y su humor había mejorado mucho de buena mañana, hasta el punto de que casi olvidé lo que había pasado el día anterior. Casi. Porque el cuerpo me dolía tanto que era imposible dejar de pensar por un segundo en aquella pelea.

Había sido peor que nunca, brutal e intensa, y me preocupaba bastante lo mucho que ese pensamiento empezaba a repetirse en mi mente en los últimos tiempos ¿hasta que punto podíamos llegar? ¿Cuándo iba a parar todo y v0olver a ser como antes? Confieso con cierta prudencia que llegué a pensar en que era posible formatear la relación, pero siempre fui demasiado crédula.

Hace años pensaba en nuestro amor como en una historia de cuento, de cuento sórdido. Yo era en mi mente la Elisabeth Taylor de una historia descafeinada y decadente, viviendo un cuento irrepetible, que como siempre, no podía ser perfecto. Soy imbécil, no puedo negarlo.

Depositó un beso en mi frente y me descubrí sintiendo algo muy parecido al asco por primera vez, me acarició la herida de la frente que examinó con rudeza y se disculpó torpemente.

-Lo siento, preciosa. Ayer se me fue de las manos.

-Ayer....Murmuré.

Y le miré retorciéndome de culpa, porque parte de mi quería creerle, pero aquello había empezado a convertirse en una rutina insufrible que era incapaz de soportar más.

Ni siquiera por Leia, mi hija de siete años, que no se merecía vivir en un ambiente así, por mucho amor que hubiera habido al principio y por muy bueno que fuera su padre con ella.

¿Por qué sabéis que es lo más terrible? seguir sintiendo un amor que te ata, te condena, te culpabiliza y te aterroriza. Saber que en el fondo es posible que el tenga razón, porque ¿como no va a tenerla? con lo provocadora que soy con mis respuestas hirientes, mi rebeldía y mi histeria innata, con mi mala leche y los días de mierda que se prolongaban hasta alcanzar meses.

Así empezaban mis bucles.

Quizá debí hacer la cena la noche anterior. quizá hubiera evitado una pelea más si me hubiera esforzado más y Leia hubiera podido dormir sin discusiones, quizá debiera irme y dejar a la niña con el ya que en el fondo, soy bastante consciente de que no sirvo para nada...

Ruby&EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora