Te necesito

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Eran las 15:00 de un viernes en Los Ángeles, aquella tarde fría pero serena se podía reflejar a través de la pequeña ventana en la sala de la casa de Decker, quien se encontraba aún buscando pistas para la resolución de su tercer caso de homicidio en la semana. En su rostro ya se notaba un leve ceño inconscientemente fruncido, el cual claramente evidenciaba un gran agotamiento de su parte, tanto mental como físico. Conforme pasaban las horas, la arruga en medio de sus cejas se daba a apreciar más y más.

—¿¡Cómo es que no hay rastro de evidencia concisa!?

Exclamó frustrada la rubia y frotó su rostro con sus manos, alzó su mirada para ver el reloj el cual justamente marcó las 16:00. Bufó porque sabía que necesitaría ayuda de su aliada, sin embargo, esta idea no le agradaba del todo, ya que había peleado con ella semanas atrás y le había dicho cosas muy hirientes. Cerró su portátil y organizó rápidamente los papeles, metió todo en un bolso para después salir de casa y manejar a su siguiente destino. Durante todo el caminó, pensaba en distintas maneras de disculpase por lo que había dicho en ese momento de debilidad. Llegó más rápido de lo que esperaba y antes de parquear y bajar del auto cerró bien su abrigo para protegerse de la gran oleada de viento y frío. Al bajar pudo sentir como su piel se congelaba al sentir la brisa golpear su rostro de manera violenta. Tomó el bolso y caminó rápidamente a la puerta de la casa, lo dudó por unos segundos hasta que decidió tocar la puerta tres... cuatro... seis veces. Nada. Decidió intentar abrir la puerta pero estaba cerrada, fue al jardín y se fijó por el ventanal, mediante el cual logró ver algo de desorden dentro de la casa. Se preocupó e intentó buscar la abertura de esta, al encontrarla luchó un poco hasta abrirla y entrar a la casa.

—¿Maze?... Mazikeen, ¿estás en casa?

Caminó hacia la sala mientras recorría el lugar con la mirada en búsqueda de su amiga. Un tintineo de una botella de vidrio la hizo sobresaltarse, miró hacia abajo para darse cuenta que había pateado una botella de lo que parecía ser Whiskey. Se sorprendió aún más al ver muchas de estas regadas al rededor de la sala, preocupada, fue a la habitación de Mazikeen y abrió los ojos como platos al ver el desastre que había: las sabanas estaban desordenadas, la mesita de noche tirada junto con la lámpara, la cual estaba completamente quebrada en pedacitos que llegaban hasta la puerta del baño, también habían más botellas ¿cuánto alcohol había ingerido? Su atención se vio interrumpida y pasó a un cajón que brillaba un poco, esto la desconcertó y con curiosidad camino hacia el para abrirlo, ahí yacían aquellas cuchillas forjadas en el infierno, pertenecientes a Mazikeen, estas, por alguna razón brillaban. Con algo de cautela, Chloe se cercioró de que nadie la estuviese viendo para tomar una de estas y apreciarla. Siempre había querido tener una de ellas en su mano, le parecían relevantes y atractivas.
Comenzó a jugar con ellas y a imitar aquellos movimientos que Maze hacia al usarlas.

—¡Ahhh!

Gritó la rubia al ser arrojada contra la pared. En un abrir y cerrar de ojos tenía al frente suyo a la pelinegra, quien había tomado ambas cuchillas y acorralado a Chloe mientras presionaba su cuello con la afilada punta de la daga. La respiración de la rubia aumentó, estando estática, observó aquellos ojos, estaban completamente negros y tenían un brillo, brillo similar al que emanaba de las cuchillas.

—Maze... ¿qué haces? Soy yo... Chloe.— Dijo en un susurro.

—Decker. ¿La que me rechazó hace semanas? ¿La que dijo que era una amenaza para el mundo que causaba destrucción y no tenía autocontrol? ¿Esa Decker?

Respondió Maze con un notado sarcasmo y enojo. La rubia percibió el olor a Whiskey e inmediatamente sus nervios se intensificaron. Sentir el filo en su cuello casi la hace mear en los pantalones.

One Shot ClazeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora