𝕷𝖆 𝖓𝖎ñ𝖆 𝖉𝖊 𝖑𝖆𝖘 𝖊𝖘𝖙𝖗𝖊𝖑𝖑𝖆𝖘

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– Vamos a ver las estrellas – Grito mi pequeña niña y me llevó con ella hacia el jardín. Ahí nos sentamos y vimos el cielo estrellado descansar sobre los campos de cultivo de la granja; volte a ver a mi niña, sus ojos oscuros ya estaban cerrados, sus pecas resaltaba en su blanca piel, su cabello castaño se movía al compás del viento y una pequeña sonrisa había en sus labios.
– ¿Crees que algún día llegue aya? – me preguntó en un susurro.
– Claro que si, tu llegaras a las estrellas y aún más lejos. – Esto la hizo ensanchar su sonrisa y lentamente cayó en un profundo sueño el cual imité pocos minutos después.

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El tiempo pasaba y mi pequeña niña de las estrellas crecía, ahora con diez años tenía que dejar atrás la granja e ir a la ciudad, donde su padre podría cobrar más y vivir mejor. En cuanto llegamos a su nueva casa ya era de noche, pero no se veían las estrellas, tanta luz de las casas y tanta contaminación por los carros y fábricas opacaban su tenue luz. Me desilucione, pensé que sería algo malo, pero mis pensamientos se fueron cuando mi niña me habló.

– Vamos a ver las estrellas – Dijo con emoción.
– No creo que se pueda pequeña, hay mucha luz y nubes que no las dejan ver – comenté algo triste, ya que amaba ver las estrellas con ella hasta quedar dormidos.
– Claro que sí, mira – se recostó en la cama y cerró sus ojos color noche, su respiración era tan calmada y en sus labios reposaba esa sonrisa tan linda que solo enseñaba cuando veía las estrellas – solo cierra los ojos y recuerda el cielo estrellado, como el de la granja. – le hice caso, me recosté a un lado de ella y cerré los ojos. Recordé todos las noches que veía las estrellas con ella y también sonreí. Mi niña tenía una gran imaginación.

Sin darme cuenta ambos nos quedamos dormidos viendo las estrellas con una sonrisa en nuestros rostros

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Mi pequeña niña de las estrellas cada vez era más grande, cada día era menos una niña. Pero eso no impedía que yo la viera con los mismos ojos, con esos ojos con los que la vi cuando la conocí cuando solo era una pequeña niña de dos años, con sus ojos color noche abiertos, sorprendidos, las estrellas en sus mejillas, tan lindas como siempre; su blanca piel de luna iluminada por su gemela y su boca abierta, veía por primera vez ese gran lago de estrellas que sería su fascinación por siempre. Esa noche por primera vez vi esa sonrisa, ese amor por la noche y las estrellas; y me prometí acompañarla en su sueño por ir a las estrellas.

Ahora esa pequeña ya era más grande, estudia a para poder ser astronauta, pasaba casi todas las noches leyendo, anotando, investigando y cada noche parecía que se olvida a más de mí y de nuestra tradición de ver las estrellas

– Quiero ver las estrellas – Dije yo impaciente, sentado en su cama atrás de él escritorio donde estaba estudiando
– Lo siento pero no se puede, hay mucha luz y nubes que opacan su luz y no las dejan ver, aparte de que tengo que seguir estudiando si quiero llegar a tener un lugar– volteo a verme con una cara de tristeza, pero no duró mucho ya que volvió a meter su nariz entre los libros. Yo suspiré rendido y me recosté en la cama viendo el techo, cerré mis ojos y controle mi respiración, poco a poco las estrellas iban apareciendo en mi mente y un recuerdo se hacía más presente, el cielo estrellado descansando sobre los campos de cultivo de la granja, con mi pequeña niña de las estrellas a un lado, dormida, por instinto sonreí; extrañaba esos días.

Sin darme cuenta ya estaba perdido entre mis sueños, entre más recuerdos con mi niña estrella y ella estaba igual, dormida entre una pila de libros y cuadernos, soñando con esa meta de llegar a las estrellas como se lo había prometido

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No todos los días son fáciles, no dura para siempre una vida, había días como hoy que no eran fáciles porque sabía que una vida se acababa. Yo estaba llorando, me dolía ver a mi pequeña en ese estado, sin su cabello castaño, sus ojos color noche apagados con el único brillo que le daban sus lágrimas acumuladas, sus labios partidos y sin color, su piel blanca como la Luna ahora con un color pálido y casi amarillo, muy delgada, en una camilla, luchando contra el cáncer que le habían diagnosticado hace unos meses, un cáncer que ya estaba avanzando y no se pudo controlar. Verla ahí, acostada, perdiendo esa lucha, hacía que mi corazón se hiciera trizas, mis ojos lloraran y mi cuerpo temblara. Mi pequeña niña de las estrellas, esa pequeña niña que cuide por tanto tiempo, mi pequeña niña que quería cumplir su sueño, ahora estaba débil, frágil y a poco de dejar este mundo.

– Tengo miedo, no quiero irme – me dijo con un suave susurro y la voz cortada – todavía tengo cosas que hacer – entre más hablaba, más me dolía
– Tranquila, solo tenemos que ver las estrellas, solo cierra los ojos, relájate y observa las estrellas– Dije con la voz suave, como si con mis palabras se pudiera quebrar. Ella solo asintió, cerró los ojos, se relajó y vio las estrellas por última vez, una pequeña lágrima recorrió por su mejilla, mojando las estrellas que tenía en esta, pero pude ver por última vez esa sonrisa, esa linda sonrisa que enseñaba solo cuando veía las estrellas.

Con esto yo me pude ir, desaparecí en el aire, entre los recuerdos de mi niña  había cumplido mi promesa, mi pequeña había ido a las estrellas pero ya no volvería. Mi último momento aquí había sido duro, pero al menos sabía que mi pequeña niña de estrellas, mi creadora, esa niña capaz de ver estrellas donde fuera y capaz de crearme a mí para acompañarla , se había ido con paz e iba a estar en las estrellas por la eternidad.

𝕱𝖎𝖓










































★★Hanichu☆☆

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ℓα ɳเñα ∂ε ℓαร εรт૨εℓℓαร Donde viven las historias. Descúbrelo ahora