Lo recordaba vívidamente, como si fuera hace solo unos segundos lo sucedido. Veía en cámara lenta como el demonio introducía sus enormes garras en el pecho de su madre para luego retirarlos salvajemente a causa de su muerte. Como caía sin hacer ruido en el suelo, con las luces de sus ojos apagándose mientras los buscaba entre las nieblas. Llamándolo para pedir perdón, por no ser una buena madre, por no dejarlo ser un niño feliz que no deseara maldecir su corta vida. Como sujetaba su rostro, dándole la primera y última caricia sincera, mientras suavemente se le iba la vida por las manos, con él intentando agarrar ese instante diciendo su nombre, mamá, mamá.
Los niños se habían apartado del cuerpo inerte para que los adultos pudieran llevárselo a otro lugar, pero él no quería dejarla. No podía dejarla sola en ese momento cuando por fin se habían reconciliado como madre e hijo. Emma estaba a su lado, esperando a que decidiera acompañarla. Norman se había adelantado y llevó a sus hermanos a la casa.
-Ray-le llamó dulcemente
-...
-Ray, tenemos que irnos
-...-no había respuesta
-Ray, vamos adentro-tomó sus manos y las atrajo hacia si. Él reaccionó levemente y la siguió en dirección de la imponente casa que se alzaba. Entraron y se encontraron con su familia, todos sentados alrededor del comedor, mirándolos cabizbajos. Norman estaba sentado junto al Gilda, Don y los chicos de Lambda. Ellos eran los que ofrecían tazas de té y otras bebidas, sin saber cómo era realmente una ceremonia de funeral. Alzó la vista, chocando sus ojos azules con los suyos, pero ella negó la cabeza, todavía agarrada a Ray. Siguieron avanzando hacia el corredor, subiendo las escaleras y entrando en una de las habitaciones. Juntó lentamente la puerta sin llegar a cerrarla, lo depositó en una cama y acomodó entre las almohadas. Salió un momento y regresó con un botiquín; al entrar, se encontró con el chico sentado al borde de la cama. No hacia ningún ruido ni algún movimiento, solo estaba ahí.
-Tienes unos cortes en la mano, déjame curarlas-no respondió
Abrió el botiquín y sacó agua oxigenada con el algodón. Lo humedeció un poco y acercó su brazo derecho hacia ella. Subió su manga y empezó a aplicar, con suaves toques para no inquietarlo con el ardor. Pero no respondía. Terminó y continuó con el otro. Estaba segura de que tenía algunos en su cara, así que también pensaba desinfectarla. Le alzó la barbilla, para poder verlo mejor, y se encontró con su rostro inexpresivo. Podía ver las lágrimas ya secas sobre sus mejillas y sus ojos negros como un par de hoyos sin fondo, al igual que de pequeño.
Removió su flequillo a un lado, acariciando su rostro de paso. Él muchacho respondió cerrando los ojos, aceptando aquel suave tacto. Ella continuó al ver que no se negaba, usando ambas manos. Borró esa huella de tristeza que sobresalía de él, tocando sus mejillas, masajeando sus parpados, moviendo su cabello.
Después de un rato, Ray abrió los ojos, encontrándose con los de ella. Ya no tenían la oscuridad de antes, pero aun tenían un brillo triste. Ella también los tenía así, pero sabía que él estaba sufriendo más. Tomó su mano, dando muestra de su apoyo. Él le devolvió la caricia, rozando sus dedos con delicadeza. Suspiró e hizo amago de querer hablar.
-Yo...-no sabía cómo decirlo-yo no te conté
-¿contarme qué?
-¿sabes? Mamá en realidad era mi verdadera madre. Yo crecí en su vientre y me dio a luz
Emma parecía sorprendida, pero no quería decir algo que hiciera que parara su monólogo.
-ella no tenía idea y no se lo conté hasta que tuve seis años. Estaba tarareando una melodía que ella cantaba cuando estaba embarazada de mí y me descubrió.
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El funeral de nuestra madre - Yakusoku no Neverland
General FictionONE SHOT Sinopsis: tras la muerte de Isabella, Ray queda devastado, buscando refugio en Emma. Ella tendrá que ayudarlo y de paso, ser cómplice de una confesión. Leve Rayemma y Noremma.