Impulso Precoz.

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Despreciable la noche que ha tenido que abrir sus ojos a altas horas, donde todo el mundo suspira sueños armoniosos. No es la primera vez que sus necesidades biológicas llaman de ser atendidas, siendo tal acción una molestia para su persona. A él no le gusta tener que despertar para ir al baño, y mucho menos tras tener un sueño profundo de aquellos que relaja las tensiones del cuerpo.

Pero, aun así, cansado de la misma situación, busca por los pasillos de la finca la habitación con ese fin específico. Pero fiel destino que entrelaza situaciones inesperadas, tan impredecibles que el mismísimo futuro es incapaz de ver. Tras salir del placer causante que agotaba su paciencia durante el sueño, tras la habitación contigua se oye una melodiosa voz llena de dulzura y disfrute, dicha agudeza plasmada de delicadeza se introducía en los oídos del chico, haciendo inevitable tener que acercarse y resolver el enigma perteneciente a la voz femenina.

Él perfectamente sabía qué había en ese espacio de cuatro paredes, tras esa sonora puerta, no es más que un hueco de aguas termales con vista al cielo, ya que no existía ningún techo, un espacio placentero de relajación que ofrece el agua caliente, junto con las hermosas estrellas que daban un plus a este combo. Siempre que llegaba de una larga misión, después de que la famosa y alarmante chica de dos coletas altas curaba sus heridas con seriedad, disfrutaba con inmediatez de la habitación que ahora posee dueña en esta noche tan calmada.

Curioso como cualquier otro día normal quiere acercarse aún más, posando su oreja sobre la fría madera. Cada palabra salida de los labios de esta criatura llenaban el corazón del chico, la melodía a veces tarareando se instalaba en todo su cuerpo creando una electricidad que sólo se comparaba a la lejana cercanía de su madre, cuando era apenas un niño entre sus brazos. Los impulsos se mezclaban con los latidos intrépidos de su corazón. ¿Oh qué ha pasado con el muchacho inquieto que ahora solo suspira por entrar amenazando con dañar la puerta de un solo golpe? ¿Cuán dormido ha de estar que cautivado por el sonido de los labios de una desconocida ha de querer romper las reglas? Porque pese a toda la situación en la que ahora está sumergido, tiene presente aquella regla inflexible que sus dos amigos más cercanos le han aconsejado. Y esa no es otra que jamás aproximarse a los aposentos de una dama, mucho menos si se encuentra con toda piel descubierta. Bien sabe y tiene presente que la chica envuelta en la transparencia de las gotas termales, ha de estar mostrándolo todo.

Grande su suerte de tenerlos a ambos amigos diciéndole cómo debe comportarse frente a una sociedad que jamás conoció, aunque costara admitirlo y nunca pronunciaría tales oraciones. Fue solo un lapso de segundo que alguien más cruzó su mente, la muchacha que siempre está aconsejando qué hacer y qué no hacer, una chica que, en más de tres años de conocerla, nunca quiso separarse de ella.

Mientras más lo pensaba, más incertidumbres nacían en aquella mente intrépida, aventurera y terca como ningún ser lo era. ¿Por qué sensaciones cálidas se penetraban en todo su ser cuando imaginaba sus ojos azules acompañados de su ceño fruncido? Estaba completamente dudoso aun escuchando cómo la calmada voz se oía menos, alejándose.

Ahí se dio cuenta, su percepción del tacto que lo auxilia en todo momento, en ese instante lo guiaba a la identificación de aquel ser ya no desconocido. La misma de profundos océanos azules en sus ojos, dueña de sensaciones incomprensibles, estaba justo detrás de la puerta, con una voz apenas audible.

Sus sentidos cobraron más sensibilidad, volviéndose más agudos. La escena vivida se convertía en algo insoportable, porque podía sentirla a sólo un metro, porque podía sentir los suaves dedos acariciar su piel, lavar su cuerpo mientras las gotas caían por su ley física. Podía sentir las mismas gotas que caían en sus curvas y cómo levantaba las piernas para llegar a lugares jamás descubiertos, desconocidos para cualquier hombre.
-No, soy de lo peor- pensaba tragando todos los nervios que lo hacían temblar, pensamientos despreciables a sí mismo rodeaban su cabeza, y el sudor en su frente bajaba con rapidez. Pero no fue hasta que su mano tocó la madera, rozando con el relieve de la misma, un suave toque que simulaba tocar la piel blanca de la muchacha; su corazón se paró y su cuerpo tembló frío. Sus dedos se posaron en una ranura con un tamaño dudoso ante los ojos de cualquier persona, era de gran tamaño, pero no tanto para pasar desapercibido, y así lo fue. ¿¡Qué criatura tan inocente se sirve como banquete a los abundantes lobos que vivían en todo ese lugar!? Algunos ansiosos como pájaro en primavera, como temporada lujuriosa dentro de las montañas con animales. Cualquiera aprovecharía clavar el ojo en el orificio sin culpabilidad alguna.

Apretando su puño con gran fuerza y solo pensando en alguna posibilidad de las que estaba imaginándose, decidió hacer algo para proteger a los inocentes, a la pobre chica que puede ser expuesta fácilmente. Decidió tapar el hoyo con algún pedazo pequeño de madera que la puerta ya gastada poseía, y de forma inmediata lo encontró, un pedazo que cabía perfectamente. Se inclinó a la altura del orificio y se dispuso a colocar el trozo de madera, no obstante, debía de hacerlo sin mirar, pero no lo logró. Trago saliva sonoramente y abrió los ojos que antes tenía cerrados, su fin era sólo mirar el lugar el cual debe tapar, pero era sumamente difícil para él, su cuerpo y mente conspiraron contra su ser, y su corazón solo latía impulsivamente contra la poca voluntad moral que poseía. Sus pupilas se dilataron completamente cuando la vio entre el vapor, su cuerpo claramente expuesto, y su piel blanca relucir gracias a la luz de la luna. No pensó, no dedujo, no dejó que ninguna creación mental molestara lo que en ese instante pasaba.

Miro, observó, contempló cuidadosamente tratando de recordar cada vista que obtenía de la chica, cuando se movía, cuando iba en busca de uno de esos jabones deliciosos para el olfato, cuando recorría con su palma todo rincón de su cuerpo, cuando sus dedos rozaban los pezones y con su pequeño maño sostenían todo el conjunto de sus pechos. Él no lo soportaba, iba a morir ahí en medio del pasillo de la finca y lo iban a encontrar al otro día durmiendo en lugares inapropiados. Lo descubrirán y sería su perdición.

Aun así, el deseo se apoderó de él y la sequedad en sus labios aumentaban cuando la joven, fuerte como solo ella es, se sentaba en la orilla de uno de los bordes de la piscina, moviendo sus piernas en dirección contraria haciendo que el chico frente a ella observara toda su intimidad. Agradeció al cielo poder estar frente a toda vista ofrecida como regalo.

Volvió a sudar frío cuando volvía a ver, y notó como sus suaves dedos bajaban con curiosidad por sus elementos íntimos, acompañado de un seductor suspiro de sus labios, claramente aquello le estaba gustando.

-Creí que las mujeres necesitan que los hombres hagan ese tipo de toqueteos en encuentros entre amantes- pensó recordando las charlas educativas sobre relaciones sexuales que sus mentores les daban a él y a los chicos de su edad. Recordó y miró hacia abajo notando el grosor de su entrepierna aumentar sin siquiera haberse dado cuenta antes, ¿cuándo empezó a sentirse así?

No prestando atención a las distracciones de su mente, decidió seguir visualizando a la joven de cuerpo reluciente, miró su rostro mientras su corazón daba un vuelco por lo hermosa que se veía, nunca en sus años de vida pensó tener el mejor momento ofrecido por el destino. Quería seguir mirando, quería que hiciera más melodías con esos dulces suspiros, quería que ella se siguiera tocando, no, quería remplazar sus pequeñas manos por las grandes de él. Él quería sentir su piel en las yemas de sus dedos, él deseaba el roce de sus pechos, él añoraba humedecer sus labios en el líquido expirado por su entrepierna, él soñaba con incluso más.

Se sobresaltó cuando unas pisadas se aproximaban al lugar, la apenas nítida sombra se asomaba mientras apretaba sus labios con fuerzas.

- ¿Ahora qué hago? - mencionó en voz casi audible para sí mismo, miró hacia la puerta del baño, notando que quizás esa persona desea ingresar, posteriormente miró la puerta de su hermosa y gritona chica, pensando que sería peligroso para ella si alguien además de él la notaba. El joven muy dormido que doblaba en la esquina se siguió aproximando, apretando los ojos para lograr ver una silueta extraña, no fue hasta que apretó con fuerza un par de segundos y se sorprendió cómo había desaparecido esa cosa extraña. – estoy muy mal dormido, maldita niña de coletas que no me deja descansar como se debe- sentenció el desconocido para luego entrar al lugar al que quería.

Inosuke no sabía cómo reaccionar, era perfectamente consciente del lugar en el que se había metido, y podía deducir que la chica justo detrás de él se había asustado cuando vio cómo alguien interrumpía su preciado baño.

-¡¿Qué estás haciendo metido en..!?- Aoi había sido interrumpida por una de las grandes manos de Inosuke que tapaban sus labios sin dejar que dijera siquiera algún sonido.

-¡Cállate duende, te va a oír un extraño!- sentenció el chico que de un movimiento veloz se posicionó frente a Aoi estirando su brazo. -¡No muerdas! ¡Hay un mirón afuera! - trató de seguir lo más bajo posible después de que sintiera como la pequeña hundía sus dientes en la piel de su mano, no pudo evitar que un gran calor se apoderara de sus mejillas.

Ella igualmente sonrojada miró su cuerpo expuesto, para luego temblar de nervios al darse cuenta de que estaba siendo vista por Inosuke, él al notar este comportamiento, alejó su mirada. –No miraré, no estaré mucho aquí, cuando el tipo se vaya me iré-. Fue lo último que pronunció el joven.


Continuará...

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⏰ Última actualización: May 08, 2022 ⏰

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