En el cielo nocturno reina el misticismo y el silencio. Es enigmático y, si uno observa con atención, verá allí fenómenos que ninguna otra persona sería capaz de descubrir. Cuenta la leyenda que una vez un pastorcillo, cansado después de una larga caminata con su ganado, encerró de nuevo a sus ovejas y, en plena madrugada, se atrevió a mirar al cielo a la cara.
Fue así que, tumbado en la hierba, sin quererlo, se detuvo a escuchar una de esas historias que a la Luna, a las estrellas y a la oscuridad tanto les gustan contar, y que así describió el pastor:Érase una vez un poderoso mago que, si bien admirado, era temido por aquel que escuchara hablar de él. Hacía un tiempo, en su juventud, había adquirido aquella habilidad que le permitía jugar con la materia, el espacio y el tiempo como lo haría un niño. Entonces se prometió hacer el bien con su magia, pero con los años este mago fue oscureciendo su ser, haciéndose más malvado a cada nueva señal de vejez.
Muchos intentaron acabar con las atrocidades del viejo tirano, pero sólo una persona lo consiguió.
Se llamaba Lyra, y no era princesa, ni era fuerte, ni poderosa. Trabajaba en un pequeño taller, cosiendo ropa, y de lo poco que tenía, su corazón era su posesión más valiosa, pues era tan puro como la risa de un recién nacido. Un día, Lyra fue al río a lavar tela, como hacía cada mañana. Allí, indefensa, se le apareció el mago. La muchacha sabía quien era y no se asustó, pues era valiente y había oído que el gran brujo se acercaba a su aldea."¿Vais a hacerme daño?", preguntó ella, dejando la ropa a un lado. "Tal vez", contestó el anciano, agachándose para beber agua. Lyra cogió aire, un poco turbada. "Está bien, pero antes debéis de responder una pregunta. Si lo hacéis, prometo no oponer resistencia alguna". El mago dejó de beber, se apoyó en su bastón y dijo "Haced esa pregunta, pues". Entonces Lyra formuló esa duda que necesitaba aclarar con ansia, "Antaño fuisteis joven y bueno, mas ahora se os conoce por vuestros malos actos. ¿Cuál es la causa de vuestra maldad?".
La respuesta no se hizo esperar: "Cuando era joven ofrecía mi magia a quien la necesitara, pero hace tiempo comprendí que aquellos que buscaban mi ayuda sólo querían satisfacer sus necesidades o hacer daño a otros. La maldad de los demás, esa es mi respuesta", sentenció.En ese justo momento, a unos metros de la orilla del río, la muchacha vio aparecer a un hombre que, arco en mano, se disponía a disparar al vil brujo. Y esto hubiera ocurrido de no ser por Lyra, que para demostrar al hechicero la bondad de las personas, se interpuso, recibiendo el mortal flechazo.
El mago comprendió en el acto que estaba equivocado, y como agradecimiento por salvarle la vida, usó su poder para transformar el cuerpo de Lyra en cinco brillantes estrellas, que serían a partir de entonces símbolo de benevolencia y redención para aquel que las admirase.Fin.