El pastor había escuchado la melodiosa voz de la noche, paciente, hasta quedarse dormido. A la mañana siguiente, los rayos de luz que despuntaban temprano en el Este abrieron sus ojos con suavidad. Él, somnoliento, se levantó, pues tenía trabajo que hacer. Pero a lo largo del día, no pudo evitar el deseo de que el Sol volviera a esconderse y arrullarse entre el pasto para poder, con suerte, escuchar otro pequeño relato.
Así llegó de nuevo la medianoche, y nuestro pastor hizo lo propio del día anterior. Prestó atención al firmamento, y escuchó:En una tierra lejana, donde crecían frondosos bosques y las montañas dibujaban una escarpada silueta en el horizonte, había un joven guerrero cuya espada no tenía enemigo que no pudiera vencer, y cuya fuerza igualaba a la de un caballo. En todas partes era conocido este caballero, pues era noble y de buen corazón, y adonde quiera que fuese siempre tenía una cama en la que dormir, y una comida que almorzar, pues todos le ofrecían su ayuda.
Su fama le precedía, y se decía que era valiente y no tenía un punto flaco. Sin embargo, en eso se equivocaban. Y es que el guerrero tenía una debilidad, tan absurda a ojos de cualquiera como importante para él: la Luna.
Hacía mucho tiempo, cuando apenas tenía doce años, su madre enfermó gravemente, y a pesar de sus esfuerzos y de los de su padre, murió a los pocos meses. El mismo día en que esto ocurrió, le dijo entre lágrimas: "Hijo mío, yo te faltaré dentro de poco. No contarás con mis caricias, ni mis besos, ni podré ayudarte cuando más lo necesites. Por eso, haz esto cuando necesites a alguien que te escuche y te comprenda. Mira al cielo cuando oscurezca, y mientras la Luna te ilumine, háblale. Hazlo como si fuera tu más íntima amiga, y deja que ella tape el vacío que yo te dejaré esta noche".
El guerrero hizo esto desde entonces, de forma que la Luna conocía sus inquietudes, sus alegrías, sus penas y sus proposiciones. Y metafóricamente, como si hubiera hablado con una persona real, el caballero se enamoró de ella.
Al fin decidió confesarle lo que sentía, y poco antes de que saliera su amada, preparó su discurso en voz alta, diciendo "Querida Luna, mi mayor confidente desde que era apenas un crío. Tú me has visto crecer, me has visto reír y llorar... Y mientras, yo te observaba allí arriba, tan blanca y hermosa, tan inteligente y atenta en tu soledad. Yo también me siento sólo, mas tú me has hecho creer que tenía a alguien además de a mí mismo... Oh, Luna, te amo. Aunque sea un disparate amar algo tan bello e irreal, no puedo evitarlo. ¡Te amo!"Entonces el joven escuchó una voz que le dio un vuelco al corazón "Yo también te amo, querido mío". El guerrero alzó la vista, y vió a la Luna llena, resplandeciente y roja, pues sus palabras la habían hecho sonrojarse. "Siento no haber hablado antes, pero tu voz es tan dulce que no podía parar de escucharte, y temía que te asustaras".
El hombre siguió hablándole cada noche hasta el final de sus días, feliz de ser correspondido y de ver a su estimada Luna tras cada atardecer. Y ella, tan callada y tímida, se enrojecía cada vez que aparecía y desaparecía del cielo, pues era cuando escuchaba la voz del guerrero por primera y última vez hasta su siguiente encuentro.
Fin.