Como lo mencioné era receso y decidí quedarme en el salón, mis amigos se quedaron conmigo. Me encontraba sentada justo frente a la ventana, desde ahí logré ver a Max con mi guante mientras él se encontraba platicando con su mejor amigo Gregorio, se le veía bien mi guante, aunque era rosado, lo tuvo hasta la salida. Abracé fuertemente el guante al llegar a casa, tanto que no quería ni lavarlo, pero mi madre lo lavó, rayos!.
Logré notar grandes y muchos más cambios en Max mientras transcurrían las semanas, un determinado día decidí hacer una locura... y sí tal vez se lo imaginen. Como era nuestra costumbre platicábamos por papelitos, ese día mientras conversábamos le mencione que me gustaba alguien... -Oye sabes no te había dicho pero me gusta alguien- lo que intentaba obtener con esto era ver si le interesaba él que me gustara alguien - ¿Enserio? Platícame ¿quién es?- Rayos no pensé que en verdad le importara saber, y adivinen que me lancé al matadero porque sí mis queridos amigos literalmente me le declaré -Sabes tengo miedo por lo que pueda pasar después de esto, y entiendo si no me quieres seguir hablando aunque, no quisiera que te alejaras, pero me gustas mucho- Me puse roja como una manzana que digo manzana, como un tomate, me quedé empalada, mi piel se puso chinita y empecé a temblar, pero con nervios y todo lo demás opté por darle el papelito, tardó en responder y eso hacía que me pusiera más nerviosa, así que para evitar que me diera el infarto puse atención a las clases. Dio el toque y sentí un dedo que tocaba mi hombro y por supuesto era Max -En verdad lo siento, sólo te quiero como una amiga- Amigos sentí que mi corazón se partía en millones de pedazos, literalmente en mí oído escuche un crac! ese crac! que se genera cuando muerdes un delicioso taco dorado, quería llorar en ese instante pero me aguanté y decidí responder- Claro entiendo, gracias por tu amistad- Claramente no fue mí día.
