Prólogo

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-Cada vez tengo más claro que cuando el destino se cruza en tu camino no hay manera de huir de su crueldad y avaricia. Aunque luches por seguir tu camino, tal y como lo planeaste, nunca podrás escapar de su deseo. Mi historia lo demuestra, tan claramente como el agua bajo la luz más blanca del más ardiente sol. En primer lugar, me presentaré. Me llamo Daniel, con el acento en la a, por si no ha quedado claro. Y os contaré mi romántica, apasionante, pero, ante todo, maravillosa historia de amor.

Todo empezó el primer día del curso escolar. Como todos los años, me llevaba preparando todo el verano para tenerlo todo en orden, y ante todo no tener sorpresas. Salgo de mi casa, con mis Vans impecables, mi mochila repleta de libretas y libros como para llenar dos bibliotecas enteras, mi pantalón vaquero nuevo, y mi camiseta negra tapada con una sudadera grisácea, al igual que el día, que vestía tomos grises y negros, sin ningún rastro de un azul claro. El primer día ya iba siendo un fracaso cuando, de sorpresa, el autobús escolar pasó delante de mis narices. No tardé en reaccionar y salir corriendo detrás del bus, el cual me doblaba la velocidad y no se percató de mí. Aun así, intenté mantener mi felicidad y calma. Atravieso las grisáceas calles de la triste ciudad, rodeado por nada más que la soledad. Para mi suerte, noto un cosquilleo en mi nuca, y una humedad en los brazos. Cuando miro hacia las negras nubes que volaban justo encima mía ya era tarde. Mil gotas del tamaño de cubos de hielo caen, empapando todo a su paso. Mi sudadera, mi mochila con los libros recién comprados, mis vaqueros y mis Vans, las cuales acabaron inundadas. Llego al instituto, totalmente repleto de alumnos rezagados, andando de lado a lado buscando la lista de clases; de los grupos populares del instituto charlando y riendo; de los típicos estudiantes preparados, al igual que yo, buscando una distracción entre la multitud; de fumadores menores fumando a escondidas de la vista de los profesores en el patio trasero; y de profesores intentando hacerse paso entre el bullicioso y salvaje alumnado. Pero de todas aquellas personas que había en aquel lugar, un rostro destaca entre todos, como la luna destaca entre miles de pequeñas estrellas. Tan solo me hizo falta verla un segundo para que aquel momento se hiciese eterno...

Un último momento a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora