-Aquel día era mi primer día en un mundo completamente nuevo para mí. Nueva ciudad, nuevas costumbres... nuevos problemas. Me llamo Julia, y soy natal de Barcelona. A mi padre lo echaron del trabajo por consumir drogas, aunque estuvo a un solo pelo de caer en la cárcel. Mi madre, alcohólica, no tenía donde caerse muerta en mi antigua ciudad; y yo... bueno, yo me hacía paso por la vida como pude. Delitos menores, alcohol, fiestas privadas, líos de una noche,... Seguramente estéis pensando que no tengo remedio y pensaréis mal de mí, pero os preguntaré lo mismo que les pregunto a todos. ¿Qué haríais vosotros en mi situación? Exacto, lo mismo. Ya que mis padres no estaban en condiciones de cuidar de mí, mi abuela se ocupó de ello. El juez había hecho un trato con mi padre. Él no iría a la cárcel, pero tendría que ir a Narcóticos Anónimos para reformarse.
Pero todo el mundo oscuro que crecía en mi interior desaparecería para nunca volver. Pero en aquel momento, creía que aquel mundo me devoraría, y me consumiría por completo como una droga.
La ciudad siempre estaba bajo un cielo nublado, y cuatro de cada cinco días llovía tanto que podías ahogarte saliendo a la calle. Aquella mañana me levantara temprano para preparar la mochila. Siempre había sido un desastre estudiando, pero aquel año intentaría no darle más disgustos a mi abuela e intentaría estudiar. Me maquillo y me peino, intentando dejarme a la perfección y así que todos los populares del instituto me den el visto bueno. Me disponía a desayunar pero la alarma del móvil saltó indicando que apenas quedaban cinco minutos para que empezasen las clases. Así que cogí la mochila y salí disparada por la puerta hacia el instituto que me quedaba a apenas dos minutos andando. Al llegar, no pasaron ni cinco segundos hasta que un chico un tanto mas mayor que yo se me acercara y me presentara a sus amigos. Todos ellos parecían más o menos como yo, lo que me hizo asentarme muy bien al sitio. De repente, el timbre resuena en toda la estancia, lo que provoca una avalancha de gente empujando con tanta fuerza que parecía que te quedabas sin respiración. Cuando llego a la jungla llamada Aula 4ºB distingo dos grupos muy diferenciados, el grupo de estudiantes, que se sentaban desde la tercera fila hacia adelante, y el grupo popular que ocupaba la cuarta y quinta fila. En el grupo de estudiantes había un sitio libre, pero supe desde el primer momento que nunca me sentaría en el grupo no-popular, así que intento encontrar un sitio entre los populares, que, para mi suerte, había uno al lado de la ventana. Al sentarme, me doy cuenta de que alguien había entrado después que yo. Un chico. Tenía el pelo empapado, los vaqueros tan mojados como su sudadera, y sus Vans hacían un sonido encharcado al andar. La mochila la llevaba colgando detrás, pero tan solo se veía una correa que chorreaba, justo detrás de él. Todo el mundo se quedó viéndolo, aguantándose la risa por educación, pero otros se reían descaradamente de sus pintas. Por muy cruel que me sintiera, no pude evitar reírme un poco. Cuando vuelvo a ver a los demás, me doy cuenta de que todo el mundo se estaba riendo. No había uno que no se riera de él, lo que me hizo cortar la risa. El profesor, al verlo, lo mandó a objetos perdidos, a cambiarse de ropa. No podía evitar sentirme totalmente culpable, ya que, tras un rato, el chico entró de nuevo con cara de vergüenza y completamente avergonzado y triste. Después de aquello, la clase fue decente. En primer lugar, el profesor se presentó y dijo lo que daríamos en aquel año en su materia, aunque por mucho que intentase concentrarme siempre acababa hablando con Lucía, una chica que se sentaba justo detrás mía y Rubén, el chico que se sentaba a mi lado. El profesor nos mandó callar cuatro veces, pero no hacíamos caso. Según él dice, al ser el primer día no llamaría a casa por mal comportamiento, pero solo como excepción de primer día. Sinceramente, no sé que espera que haga el primer día sino conocer gente y no andar marginada por el instituto. Y aunque llame a mi casa, mi abuela no esta', y si le coge mi madre le regañará a él por despertarla del coma etílico que lleva o algo así. El resto de clases fueron un bucle de la primera, aunque a veces, entre clase y clase, me relacionaba con otros, como Raquel, que se sienta al otro lado de la clase, o Pedro, que se sentaría al fondo de la cuarta columna si no hubiese ido al despacho por caerse de la silla cuando se balanceaba. Cuando llegó la hora de marcharse, el tutor hizo sentarse a todo el mundo del aula. Todos, desconcertados, lo escuchamos impacientes por salir por fin y volver a casa.
-De acuerdo, alumnos. Este año es muy importante para aquellos que quieran hacer el bachillerato. De este modo, la dirección del centro ha decidido que todos aquellos alumnos que han sacado una media de cinco el año pasado necesitará una ayuda. La ayuda la darán los alumnos que sobrepasen la media de 9 en las asignaturas troncales y un 8 en las optativas. Obviamente, la ayuda la harán los alumnos que se presten voluntarios para ayudar. Para aquellos interesados, habrá mañana una lista en el tablón de la entrada donde se anotarán quienes quieran ayudar. Y por favor, no pongáis nombres falsos graciosos.
Cuando dijo eso, mi cerebro no dudo en manifestarse.
-Mierda.
Digo yo, sin saber que lo he dicho en voz alta hasta que Rubén y Lucía se ríen. Yo el año pasado tuviera una media de 5 raspado, lo que me espera un ayudante de los frikis.
Cuando llegué a casa, acabé agotada, tanto que, al acabar de comer, me tiro en la cama. De todos los pensamientos que tuve en el día, tan solo me resaltaba una duda. ¿Quién era aquel chico mojado?
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Un último momento a tu lado
RomanceDaniel es un adolescente que toda su vida se basaba en los libros y en los estudios. Julia es una adolescente que su vida es resumida en tres palabras: fiesta, amigos y alcohol. Dos polos opuestos que no tardaron en unirse por una razón, el capricho...