ᴘʀóʟᴏɢᴏ

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En aquel consultorio decorado de una forma minimalista pero de forma acogedora se encontraban dos personas. Una señorita con una libreta encima de su ordenado escritorio y al frente de ella una niña jugando con sus manos la cual fácilmente no pasaba de los 15 años.

Aquella señorita no encontraba la manera de llegar a la niña, de saber que le afligía, el porque no pronunciaba palabras desde que pasó ese fatídico accidente del que le habían informado. Y más que por pura profesión quería de verdad saber que pesaba en el corazón de esa jovencita.

Mientras tanto la mente de la misma era un torbellino, las palabras no existían ni en su cabeza ni salían de su garganta. Vivía de horribles recuerdos que le desgarraban los más felices pensamientos que podría llegar a tener. Ese suceso la había marcado de forma aterradora, no dormía, no jugaba y muchos menos contaba que pasaba. Prefería cargar con ese peso y sentir toda la culpa desde el fondo de su corazón.

Al final, ella sentía que era la única merecedora de tal sentir.

El lápiz de la doctora se movía con impaciencia entre sus dedos, los minutos pasaban en aquel reloj al otro lado de la habitación y ninguna decía algo. Una solo posaba su vista en un cuadro con un hermoso paisaje y la otra solo sentía como sus estrés subía de una manera desmedida.

Hasta que la doctora vociferó algo con la esperanza de que llegara a la niña de manera correcta.

-Sarah... Solo quiero que sepas que no tengo permitido decirle nada a nadie de lo que se hable acá, eso incluye a la Sra. Talbot.

La niña rápidamente quitó su vista del cuadro y vió a la doctora aún desconfiada pero, con un atisbo de esperanza en su mirar, ella ya no podía seguir engañándose y seguir soportando cargar con ese dolor.

La doctora quien había notado ese brillo soltó - Así que, todo quedará entre nosotras, puedes decirme todo lo que quieras.

Eso bastó para que la niña soltara todo lo que tenía oprimido en su pecho, con valentía y sin derramar una sola lagrima empezó a contar lo que sucedió esa noche...

Una familia con mucho poder capaces de comprar a cualquiera o cualquier cosa, con bolsillos llenos de dinero pero con un corazón vacío. La madre de la niña la despreciaba y su padre era carente de cualquier signo de cariño. Ella seguía siendo muy niña en ese entonces, no conocía bien de que era capaz aquella mujer a la que llamaba "madre".

La cual luego de una jornada larga de trabajo en el extranjero quería disfrutar sus logros y por eso al escuchar el comentario sin segundas intenciones de su amiga sobre un campamento de verano no lo pensó ni dos veces para comprar un puesto para su hija e irse de fiesta luego de eso. Amaba disfrutar de placeres banales antes que convivir con esa mocosa.

Y allí estaba Sarah luego de la decisión de su considerada madre se llevara a cabo, con un gran equipaje en su espalda a puertas del recinto.

Al principio no convivía más que tan solo con la hija de la amiga de su madre, con la cual rápidamente se hizó de una fiel amistad pero no mucho tiempo después empezó a llevarse con más jóvenes del campamento.

Especialmente con él.

Un chico un par de años mayor que ella pero con el cual se hizo inseparable. Su amistad y afecto era tal que ambos se prometieron el seguir viéndose cuando su estancia allí culminase y a éste ya no le quedaba tanto tiempo para que pasase...

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⏰ Última actualización: Jun 21 ⏰

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