Único

790 63 10
                                    

Hacer feliz a su omega era el objetivo número uno en la vida del alfa. Se convertiría en el más gracioso, más cursi, más respetuoso, más comprensivo, más todo con tal de ver esa hermosa sonrisita cuadrada, esa aura brillante y osos ojitos risueños.
El segundo objetivo se basaba en hacerle el amor a su omega con todo el placer que podía ofrecer. Los ojitos mieles rodando, la boquita roja haciendo ruiditos dulces y excitantes, el cuerpecito delicioso doblándose por no poder contener el placer y la rica entradita chorreando eran acciones precisas por las que vivía. Dentro de esta categoría está hacerse feliz a él mismo también, pues hacerle el amor a su pequeña pareja recién levantada con los ojitos y labios hinchaditos por tantas horas de sueño, hacían que su erección se levantara al instante.
Por eso, cuando abrió los ojos y vio a su bebé aún dormido, casi celebró. No habían hecho el amor la noche anterior y se habían acostado temprano, probablemente su menor se levantaría con la carita hinchadita y el ceño medio fruncido.
El mayor decidiendo aprovechar, hizo rodar sus posiciones hasta quedar encima del cuerpecito delicado, comenzó con besos jugosos en el cuello acanelado y caricias en la cinturita fina. Las manos grandes decidieron meterse dentro de la camiseta, acariciando las piernitas rechonchas y las caderas anchas de paso. Sonrió al sentir una braguita, tal vez de color rosa, tal vez verde agua o morada, no lo sabía pero igual se lo arrancaría. Disfrutando el tacto de los pezoncitos erectos, bajó los labios al pecho cuando hubo levantado la camisa completamente. Los pezoncitos eran maltratados por los dientes del pelinegro, ganándose por fin unos suaves jadeos del omeguita en sueño. Una de las grandes manos bajó a las braguitas acariciando la erección rojiza encima de la tela por unos minutos, bajó más su mano hasta la otra humedad y apartó la telita, ahora sabía que era roja. El lobo se regocijó cuando sintió el chorrito de lubricante alrededor de la entradita rosa, los gemiditos cortos fueron el incentivo suficiente para meter el dedo medio lentamente.
El omeguita abrió los ojos al sentir mucho cosquilleo en su zona baja y en su pezoncito izquierdo. Gimió delicadamente cuando el dedo en su interior tocó uno de sus puntos buenos.

– Alfa – susurró ronco mientras abría más sus piernas al instante.

– Buenos días, dulzura – una lamida en su pezoncito desatendido. – ¿Cómo durmió el príncipe más bonito?

La mordida debajo de su areola hizo que una de las manitos viajara al cabello negro, apretando las hebras por el placer. Jungkook sonrió cuando vio los lindos ojitos hinchados y llorosos, igual que los ricos labios.

– Dios, amor. Que afortunado soy por ser el primero en verte de esta manera. – un segundo dedo se hizo presente en la cavidad húmeda – Te quiero hacer el amor como loco.

El castañito soltó otro gemido más largo. Se estaba acostumbrando al sexo mañanero, su alfa le llenaba de palabras dulces mientras le penetraba con dureza, haciéndolo llorar de placer y ternura.

– Alfa, hazme el amor – susurró bajo.

El mayor no se pudo resistir a la linda carita roja con el pucherito natural. Así que, quitando los dedos del cálido interior, tomó la pequeña braguita y la quitó sin romperla, lamentable para Jungkook que disfrutaba de ser rudo en el sexo. Luego, quitó la camiseta holgada y la tiró por el piso para deleitarse con la vista del rico cuerpecito desnudo y abierto.

– Por todos los lobos – exclamó bajo antes de bajarse de un tirón los boxers y alinear su falo con la mojada entradita. – ¡Dios! ¡Amor!

Jungkook ingresó de una sola embestida, disfrutando de la deformación placentera de la carita roja y los balbuceos agudos de los labios hinchaditos.
Pasó el brazo izquierdo por detrás de la nuca contraria, mientras que la otra colocaba una piernita gordita en su hombro y luego la utilizaba de apoyo al lado de la cabecita castaña. Hundió la cara en el cuello acanelado y se dejó llevar por el delicioso interior de su omega. Se movía lento pero profundo, tocando los puntos dulces para llevar a la locura al menor.

Sleepy BearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora