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変 : extraño
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Zenitsu era un chico poco convencional, y aquello no era un secreto para nadie.

Desde la punta de su extravagante cabello rubio, hasta su inexplicable temor hacia absolutamente todo.

No compartía gustos con sus compañeros, no los entendía la mitad del tiempo.

No podía decidir cuál era su animal favorito (su mente siempre alucinaba situaciones en las que moriría a manos de dicho animal). Su color favorito era el gris, y aveces el rojo; otras veces, podía volverse verde y, cuando estuviera de humor, lo sería el naranja.

A Zenitsu también se le da mal el amor.

Las flores, chocolates y cartas que alguna vez había decidido entregar, jamás fueron de mucha ayuda. Mucho menos sus palabras.

Él no es el sujeto ideal, y lo sabe de sobra. Aún así, jamás se rinde hasta que un claro y conciso "no" se clava en su camino a la cima de aquella horrible, hostil montaña como lo es el amor.

Pero ya está acostumbrado, y ser el chico extraño del segundo salón en el tercer piso a la derecha, se había vuelto su único "logro" en todos esos años.

Las miradas por los pasillos no son una novedad,  los murmullos a su alrededor resultan en la rutina del día al día, y eso era poco.

Es por eso que, el día en el que Uzui Tengen, el chico del cuarto piso al que todo el mundo conocía y agradaba, decidió que serían mejores amigos, fue más que desconcertante.

Las sonrisas, bromas compartidas, salidas a su parque de diversiones favorito y miles, millones de halagos, caían como pequeñas bolas de algodón en su zapato derecho. Podían ser piedras, a nadie jamás le había costado recalcarle lo obvio una y otra vez: él era extraño. Pero Uzui, como si no fuera nada del otro mundo, le decía lo lindo de su cabello, lo gracioso de sus cejas, y cuánto le gustaba que se riera.

Las pequeñas, molestas piedritas acumuladas en sus zapatos durante más tiempo del que le hubiera gustado admitir, se volvían algodón y, con miedo, notó cómo el camino hacia la cima de la montaña se veía más tentador mientras más tiempo pasaba inmerso en el violeta más bonito que le había tocado ver.

Zenitsu se estaba enamorando; lo estaba haciendo de nuevo, y no creía poder evitar cometer el mismo error de siempre.

Aún así, la sorpresa fue para él cuando, una semana después, no fue él quien le llevara las flores, chocolates y cartas.

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Cortito pero me hace feliz chau.

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