♦ Ƈαρίτulσ ύηιcσ ♦

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El atardecer estaba culminando. Los vivos tonos rojizos, naranjas y rosáceos que en su hora habían vestido al cielo perdían fuerza, siendo reemplazados por un oscuro manto escarchado. Las luces de los edificios se encendían, aumentando la luminosidad y esplendor de la agraciada metrópoli francesa.

En otro contexto, este paisaje hubiese sido el foco de atención de cierta muchacha de melena azabache y orbes celestes, quien tanto gozaba de la belleza de París. Sin embargo, sus ojos estaban puestos en el horizonte, a la expectativa de que cierto héroe vestido de negro apareciera en su balcón.

No era la primera vez que se apostaba en el mirador con la esperanza de verlo. De hecho, se había vuelto una costumbre tan arraigada, que cuando el reloj marcaba las 6:30 p.m., dejaba de lado cualquier cosa que estuviera haciendo y se preparaba para dicho encuentro.

Incluso sus padres estaban enterados de ello. Una que otra vez lo invitaron a cenar y está de más decir que él aceptaba encantado.

—Mari, hace frío. —Lloriqueó la criatura moteada, dándose calor con un auto-abrazo—. ¿En serio vas a seguir esperándolo aquí?

— ¡Por supuesto! —Aseveró con prendado entusiasmo.

— ¿Y no te cansas? —Se apelotonó más al sentir una fría ventisca—. ¿No te aburre esperarlo tanto?

—La espera siempre vale la pena si se trata de él. —Se acomodó un mechón atrás de su oreja, con el color carmín tiñendo sus pecosos mofletes—. Además, hace mucho que no lo veo... —Un chillido salió de su garganta—...Y lo extraño.

—Se vieron hace dos días.

—Exacto, eso ya es mucho. —Rebatió tenaz, haciendo que su pequeña kwami entornara sus ojos—. No veo la hora de que llegue... —Suspiró, apoyando su rostro entre sus manos.

—Y yo mientras tanto me convierto en un cubito de hielo.

La Dupain resopló, sacando del bolsillo de su vestido un grueso gorrito de lana. Lo enfundó al revés en su diminuto cuerpecito, proporcionándole el calor que necesitaba.

Tikki parpadeó, confundida. ¿Hasta para eso estaba preparada? ¿Para sus constantes quejas y preguntas? Eso la hizo reír. Su dueña era realmente un caso serio. Ya había quedado evidente hasta donde podía llegar por su interés hacia el famoso héroe, pero siempre había algo nuevo que la asombraba.

La portadora del Miraculous de la catarina caído en las redes del enamoramiento a temprana edad de 14 años. En ese entonces, se mostraba tímida e insegura y sumamente reacia a cumplir el deber en el que había sido elegida. Tikki intentó de toda forma convencerla de que era una gran Ladybug, que tenía las destrezas necesarias y que por eso no debía rendirse, pero fue un intento cuesta arriba.

Muy cuesta arriba.

Hasta que apareció Chat Noir, su compañero. El enmascarado que no dudó de sus capacidades ni en un solo instante; le dio las fuerzas para seguir y no rendirse. Sus palabras confortantes y su fiereza a la hora de luchar cautivaron a Marinette y le dieron un incentivo para no dejar de ser heroína. Y contando ahora con 17 años, seguía con la misma meta de ser la protectora de París siempre que fuera necesario.

Aparte, ser heroína le permitía estar lo más cerca que podía de su secreto amor platónico y trabajar a su lado casi a diario. Sabía que no podía decirle que era la grandiosa Ladybug, y tampoco se atrevía a confesársele por miedo a ser rechazada pero, ¡hey! Era mejor que nada.

«Me pregunto quién será tras esa máscara.»

Al divisar una figura negra sobre los tejados y los zafiros brillantes de la azabache fueron la señal que Tikki requería para entrar y esconderse, dejando que su portadora charlara amenamente con el rubio.

⟣ Ɛηсʋέητɾαɱε ⟢ [ᴼᵑᵉˢʱᵒᵗ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora