Sofá

Cuando no llegaste...

Estoy tirado en el sofá en el cuál estuviste sentada esta mañana, pero ahora ya no estás más. Te has ido y cuando quiero calcular el tiempo que estarás fuera se me hace imposible, simplemente no puedo. Miro el cojín y logro divisar las migas de galletas, justo las que comiste ayer cuando, con tu mano libre, me acariciaste la cabeza y yo me quedé dormido en tu regazo.

Ahora tu ausencia y mi desesperación se hacían cada vez más grandes, ¿cuando llegarás? Quiero volver a escuchar el sonido de llave siendo introducida en la cerradura, que te arrodilles y me dejes lamer tu suave mejilla, pero ahora no estás...no llegaste y  eso me entristeció.

Cuando desperté por la mañana te busqué por toda la casa pero no te vi en ningún lado. Sentado en frente de la puerta, esperándote a ti y solo a ti. Sin embargo, alguien más, con olor a cítricos, se coló por la puerta. No eras tú por su puesto, tú olías a dulces, aquellos que no me permitías probar.

Sentí toda la tristeza de aquella persona cuando me abrazó, por alguna extraña razón se me hacía familiar, tenía algo de tu olor. Casi nulo pero presente. Fue por mi correa y luego de haberme estado dándome mil besos, salimos a la calle y la luz del inminente sol nubló mis ojos. Caminé hasta subir un auto, el cual no sabía porqué pero después de subir a este no te volví a ver;  nunca más supe de ti. La nueva casa era diferente, habían unos niños que me jalaban la cola y me daban toda clase de bocadillos.

Desde que llegué sentí una vibra de tristeza mezclada con dolor, no sabía porqué, yo solo estaba enfocado en buscarte y volver a tirarme a tus brazos. Pude explorar todo el territorio y encontrar un cuarto que particularmente me recordaba a ti, tenía tu olor impregnado en él. Las sábanas de la cama, la almohada, la camiseta que estaba sobre la silla, todo...

Lamentablemente nuca más pude verte, nunca llegaste y morí desde el día que estaba sentado enfrente de la puerta esperándote. Eres mi lágrima...