No te vayas

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Yo sé que tengo que seguir con mis responsabilidades(? Pero es que estuve viendo la joyita de Mahoutsukai no Yome durante la cuarentena y, dios mío, no iba a perdonarme a mí misma si no escribía aunque sea una cosita pequeña para sumar a este fandom. Además, decidí sacar a relucir mi gran capacidad para shippear lo inshippeable y darle su momento de gloria a dos de mis favoritos: Ruth y Lindel. En el anime con suerte se habrán dirigido la palabra, pero las reglas están hechas para romperse jejeje (y es que todos los personajes de MNY son tan hermosos, en especial estos dos).

Así que espero puedan perdonarme por demorarme un poco más, pero mientras tanto les dejo otro experimento para que no me extrañen.

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No te Vayas

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Las ráfagas de viento que azotaban como un torrente sus oídos comenzaban a enloquecerlo, como un murmullo que había dado paso, después de casi una hora de viaje, a gritos horrorosos a los que no lograba acostumbrarse. Sus caderas comenzaban a resentir la dureza de la silla de montar que habían adaptado y que, sin embargo, seguía siendo demasiado firme para él. El frío no parecía tan intolerable, había vivido por mucho tiempo a la intemperie en Inglaterra como para que el frío de Islandia le pareciera tan cruel, pero a esas alturas y a aquella velocidad, cada ventisca era una cuchilla que le laceraba la piel desnuda de las mejillas, cuello y manos.

Maldijo por un momento su comodidad. Había viajado anteriormente en lomos de dragones, decenas de veces de seguro, pero siempre en el espacio intangible de la sombra de Chise. Había sido un ente, un ser que no sufría frío, calor, el viento, los mareos o el cansancio. Podía sentirlo por su compañera, pero ella lo hacía ver mucho más fácil, o quizás así lo sintiera. Ella era muy resuelta, disfrutaba el viento y el frío, mucho más de lo que era sano para ella, y como su familiar, Ruth debía cuidar por la salud de ambos más de una vez.

Gruñó por lo bajo. Le molestaba que, con la firmeza con la que sentía el viento y el frío, el lazo que sentía con su compañera se volvía cada vez más lejano, casi etéreo e imposible de detectar. Podía notar algunos detalles: sentía frío, estaba emocionada, se estremecía y estaba nerviosa pero, a la vez, totalmente encantada. No sabía qué hacer, pero al mismo tiempo sentía todo de forma natural, algo sorprendente considerando lo mucho que a Chise le costaba hacer las cosas sin analizarlas unas mil veces.

Se estremeció, o tal vez Chise lo hizo, y algo así como un estallido de mariposas reverberó en el vientre de ambos.

Cuando sus labios cosquillearon sin motivo alguno, Ruth gruñó con fuerza, frustrado, y se inclinó para enterrar la cara entre las blancas escamas del gigantesco dragón. Esperaba que no sintiera el calor de sus mejillas a través de ellas.

Repentinamente, la nostalgia que sentía por alejarse de su compañera se convirtió en la urgencia de que el espacio que los separaba fuera cada vez mayor. Ella no estaba en su casa, sino muy lejos, en algún lugar que no tenía la menor idea... en su luna de miel.

Tal vez habrían pasado uno o dos días desde que Elías y Chise se casaron, y no contento con haberlo hecho de una vez, lo hizo dos veces. La primera vez con uno de esos rituales asombrosos, en mitad del bosque y con más criaturas de Oberón y Titania de los que hubiera preferido. La segunda vez fue cuando, por primera vez en la historia al parecer, cedió a Simon el unirlos en la ceremonia de su religión, con Chise cubierta de telas blancas, delicadas como viento que llevaba nieve entrelazada, que resaltaba el rojo de su cabello y lo verde de sus ojos y que todos los amigos del pueblo elogiaron una y otra vez.

No te vayas (Ruth x Lindel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora