Corrompidos.

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Narradora Omniciente.

Se había tomado algunos días para descansar en casa, pero también para ir a la iglesia y tratar de hablar con ese Dios que conoció el día del castigo, no tardó demasiado, para cuándo volvió a abrir los ojos por tercera vez ya estaba en ese blanco lugar.

- Y aquí estás! - volteó rápidamente hacía todas las direcciones pero no vió a nadie, sintió una cálida mano sobre su hombro.

- Hola... - no sabía que contestar, estaba frente a un Dios.

- Hola, pensé que no vendrías - susurró en su oído para después morder el lóbulo y bajar al cuello.

- Espera, no, no te conozco, digo, ¿Que es lo que quieres de mí exactamente? - tembló un poco al tacto en su cuello.

- Te quiero a tí, estoy interesado en tí desde que llegaste al pueblo, yo pedí que fueras sacerdote para poder estar más cerca tuyo, yo cumplí tus caprichos, porque me gustas, porque me encanta verte felíz - dejó de dar besos en el cuello ajeno, y se dedicó a observar con detenimiento los ojos del contrario, el mejor verde esmeralda con el que podía haber encontrado.

- No sé que decir... ¿No pasará nada? No creo que un Dios y un humano...- - sus palabras fueron detenidas por un beso dulce que llegaba a caricias suaves, hasta ahora no había abierto los ojos, cuando lo hizo ya no estaba en la blanca habitación que llegaba a lastimar sus ojos, estaba en una habitación con decoraciones doradas y en una cama de sábana rojas con unas cortinas a juego que fueron cerradas.

El sentimiento de duda invadió su mente unos segundos, pero las caricias y besos lo hicieron olvidar, no era nada parecido a estar con Willy o Vegetta, Elec es, es más cariñoso que los dos juntos. Cada beso lo hacia temblar, era tan diferente. Cambió la posición ahora el estaba arriba mientras dejaba pequeñas marcas en el cuello contrario, ahora Elec dominaba, le quitó la camisa y Rubén le quitó la túnica que tenía puesta. Ambos se deleitaron con sus cuerpos, Elec tenía vista sobre su torso, su blanco y suave torso superó sus expectativas.

El mundo de los Dioses era tranquilo, mientras en Karmaland ocurrían muchas cosas, Luzu planeaba tener más poder, usar a Lolito como un arma y a Mangel su portador, nadie imaginó que el más bueno sería el malo. Willy y Luzu firmaban un trato para hacer negocios, les dejaría hacer sus travesuras sí le daban el 5% además de que el ayude de vez en cuando.

- Con ésto se cierra el trato, Luzu. ¿Cómo te sientes ahora que haces cosas malas? - no estaban en el bar oscuro, ni en el ayuntamiento, las negociaciones se hacen en lugares privados, como el hogar.

- Me siente como nuevo, no siempre e sido muy bueno Willy.

- Lo estoy notando. Después de firmar tengo que darte los datos, negociantes y la lista de pueblos en los que se vende la mercancía - pero para eso necesita a su mano derecha.

- Supongo que necesitas a tú amante para eso - está vez habló Auron, que se encontraba sentado trás Luzu.

- Todavía tengo la duda de donde conseguiste esa información - esbozo una sonrisa dudosa, según el nadie debería de saberlo.

- El otro día los ví, ví a Rubius saliendo de tú casa, déjame decirte que los chupetones que haces, se ven desde lejos.

- Deberíamos de dejar lo personal para después, no tengo el tiempo para oírlos conversar - Luzu se levantó de la silla y se dirigió a la puerta, donde Willy le dijo que le daría lo que necesitaba en poco tiempo.

Ya volvía a estar solo de nuevo, no es como sí no le gustara la soledad, es que se volvía aburrido tener la misma rutina de siempre, en estos momentos es cuando el desearía llamar a Rubius, pero no podía hacerlo.

Trás el incendio de la comisaría el trabajo empezó hacerse desde casa, ahora no solo quería quemar su trabajo si no también su casa, entrar a la hermandad lo hizo peor, tenía que asistir a algunas reuniones y soportar a los otros tres, además de que tenía que incumplir la ley, pero eso era lo que menos le interesaba.

Vegetta no había salido de su gran isla, no había salido de la cama aunque fueran las 2 de la tarde, pensaba en modos de poder recuperar a su oso castaño, también analizaba el comportamiento de Rubén desde hace unos meses, ya era diferente, salía más, volvía tarde, moretones y siempre esa mirada enojada y seria.

Mangel tampoco había salido de casa, tenía una responsabilidad con Lolito cómo sí fuera un niño pequeño que necesita de cuidados, no sé quejaba demasiado es cómodo no salir de casa y ganar dinero sin esfuerzo.

Lolito estaba lleno de dudas, no recordaba mucho y Mangel no lo trataba muy bien, pero después de pensarlo, dedujo que tal vez el le hizo algo malo a él o algún ser querido, sí era así se sentía mal por haberlo hecho.

Todos empezaban a corromperse, a algunos su poder los corrompía, otros la tristeza los dominaba y otros disfrutaban de lo malo.
Los héroes ya no son cómo antes, están empezando a ser Evils.

Mientras Rubius disfrutaba de estar con Elec, en su cama, hablando con el sobre su regazo escuchándolo atentamente todo se complicaba.

- Me encantaría quedarme contigo, Elec. - hacía círculos imaginarios sobre el pecho contrario, mientras Elec acariciaba su blanca y ahora marcada espalda.

- Puedes hacerlo, deja Karmaland y quédate a mí lado - suplicó al otro. Elec tenía una meta, ser feliz junto con alguien a quién amar.

- Lo haría, pero aún quiero.., quiero seguir ahí.

- ¿Quieres seguir ahí por Samuel o por Guillermo? - no eran nada pero por alguna razón sentía celos.

- Por deseos de poder, quiero tener poder sobre Karmaland, aunque sea por poco tiempo, soy muy egoísta como para dejar todo ahí - siempre fue muy egoísta, pero siempre le salía todo bien.

- Ya veo. Los Dioses piensan que los héroes de Karmaland algún día llevarán al pueblo a la ruina - los demás Dioses sabían que en cualquier momento perderían su pueblo.

- No lo dudo. - se colocó encima de el, aún estando totalmente desnudo y lo besó - me encantaría quedarme, pero tengo que irme - de un momento a otro ya no estaban en esa habitación, si no en el lugar completamente blanco.

- Adiós... - lo dijo en un pequeño susurro, pero audible para Rubén.

- Pronto nos veremos de nuevo, Elec - desapareció en ése momento y despertó en el lugar de antes.

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Palabras: 1093

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