II

24 3 0
                                    

2/3

Por su mente rondaba la idea de pedir ayuda, o al menos contarselo a alguien, para no perder la cabeza. Sabía que tenía a alguien con quién hablar, solo tenía que esperar a que fuera lunes para hacerlo, era un asunto algo personal, y sabía que YoonGi tardaría en contestarle los mensajes.

Se encontraba encorvado sobre su asiento, perdido en el blanco de su libreta, el ruido de las manecillas del reloj combinado con el ruido de las lapiceras al escribir, daban como resultado un ambiente perfecto para pensar, lo cual su cerebro lo traducía como un tiempo perfecto para una crisis mental cotidiana.

No lo comprendía, pensaba que el universo le había jugado una broma, había pasado toda su vida entera pensado en que la persona de la que se enamoraría sería distinta. Solía pensar que tendría manos suaves y pequeñas, una larga cabellera color carbón, junto con unos dulces labios, acompañados de una encantadora sonrisa; sin embargo, lo único que logró adivinar fue lo último. Aquella encantadora sonrisa, le había arrebatado sus ideales, y le había gritado en el rostro, que el amor era algo más que unas simples manos bonitas, una hermosa cabellera, y que tristemente, algunas veces parece no ser del todo correspondido.

Su cabeza había reemplazado las citas ideales que había armado con su prototipo perfecto de chica, y las cambió por conformarse con observar a su amigo caminar de manera peculiar de camino a casa, escuchar su risa burlona, y esos ojos de Bambi que ponía cuando le pedía ayuda.
Estaba claro, se había enamorado, y era un inexperto en el tema. Le dió tantas vueltas al asunto que terminó por convencer a su cabeza de que no tenía oportunidad.
Al igual que un poeta primerizo, no tenía esperanzas en este terreno. Estaba desahuciado.

Su corazón parecía estar teniendo una fiesta dentro de su pecho, se encontraba demasiado ansioso, y sus manos no podían evitar jugar con su bolígrafo. La alarma sonó y casi a la par salió por la puerta, sabía que ambos estarían caminando por el pasillo.

Los dos pelinegros tenían suerte, habían logrado coordinar su horario al primer intento, por lo que entraban y salían a las mismas horas, agregando el hecho de que sus salones quedaban en planteles cercanos; a esta hora sabía que vendrían caminando a buscarlo.

La música aumentó dentro de su pecho, su corazón parecía estar dando lo mejor de sí, al escuchar las voces de ambos. Sus pasos se volvieron algo torpes, pero logró con éxito pararse frente a ellos.

—¡Namjoon!. Me topé con el maestro de literatura en el pasillo cuando llegué; ¡Le encantó mi trabajo!, Eres un genio

—Te dije, deberías pagarle

—Sólo estás celoso porque él sí es un genio

Ambos habían comenzado una plática entre ellos, mientras él se concentraba en procesar las palabras del contrario.

—YoonGi necesito hablar contigo

—¿Ocurre algo malo?

Los dos pares de ojos oscuros se posaron sobre él, con una preocupación notable, causando que su cabeza se quedara vacía.

—No, quiero decir, sí. Pero no es tan importante

—¿Estás seguro?, Podemos hablar de eso y saltarnos el almuerzo

—¡No!, No es tan importante, podemos hablar de eso en la cafetería

Caminaban entre los grupos de personas hasta llegar a la cafetería, dónde ocuparon la misma mesa de siempre.

—¿Tienes trabajo que terminar? —preguntó señalando el par de libros que dejó el mayor sobre la mesa.

—Algo así, pasé toda la noche tratando de resolver los ejercicios de

Suspiros de un Poeta | NamkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora