"Arena y tardes bajo el sol"

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El clima en la soleada costa de copacabana, Río de Janeiro, se sentía casi bochornoso, y como no, si el sol aun se encontraba en su punto mas alto, a pesar de que ya pasaba de las cuatro de la tarde.
Normalmente esto no me incomodaba demasiado, podía pasar los días de mi monótona vida sin quejarme del clima, pero este día se sentía casi insoportable.
Me apartó con enfado las gotas de sudor del rostro y continuó con mi trabajo. Actualmente me hago cargo de manera voluntaria del pequeño negocio familiar. Sal Marina, es un restaurant bar que mis padres fundaron en su juventud, cuando podían darse el lujo de soñar en formar un futuro juntos, uno donde yo jamas he sabido bien en que parte del rompecabezas encajo. Mas sin embargo, siempre me veía atrapada en el medio, sin saber por donde diablos salir.

Aquella tarde le ayudaba a Ginna en la cocina, lavando parte de la vajilla.

—No deberías estar aquí. —me reprochó por quinta vez en este día— Escuche que hay un gran alboroto en la playa y tu deberías estar ahí con tus amigos.

—Lo se, pero mientras no podamos contratar mas ayuda mi deber es estar aquí.

Decirlo en voz alta no ayudaba mucho a suprimir del todo las ansias de salir de aquí y marcharme al paseó marítimo, donde un montón de actividades se realizan por el festival del veraneo anual, una tradición que abrirá el inició del turismo para la ciudad de Río.

—No puedes seguir cargando tu sola con este enorme peso sobre tus hombros. Estoy segura de que tu padre entenderá la situación y te ayudara a salir de esto.

También sabía eso, desde luego, pero no me fiaba de ponerlo a prueba. Si bien podría ser la oportunidad para que él fuera el padre que siempre espere, también existía la posibilidad de que fuera una completa pérdida de tiempo. Además de que intentar hablar con él era una misión imposible, algo que Ginna sabia tan bien como yo.

—Tal vez yo podría hablar con él.

—Gracias pero no te molestes, ambas sabemos que no responderá.

El rostro envejecido de Ginna se mostró de acuerdo conmigo, suspirando en el camino. No había mucho que ninguna de las dos pudiéramos hacer. Mi padre era un hombre ocupado. La clase de tipo que fue capaz de abandonar a mi madre con una hija de dos años y un negoció destinado al fracasó, para seguir su vida con una mujer que solo buscaba adueñarse de su fortuna. La cual desconocía si aun le quedaba un penique de la herencia de su familia, aunque lo mas seguro era que si, ya que por lo poco que sabía de su actual vida esa mujer aún seguía con él. Aquello me daba igual, solo no quería buscar motivos para que ese hombre se apareciera por aquí de nuevo.
Ahora fui yo quien suspiro, desviando la mirada a la tarja con agua jabonosa.

—En fin.. —comenzó a decir— ..Ya encontraremos solas la manera de solucionar los temas financieros. Por lo pronto sera mejor que dejes eso y te vallas a disfrutar de tu juventud.

—¿Que dices?. —me reí sin poder evitarlo.

—Digo que yo puedo arreglarmelas sola y dejarte marchar antes de la hora de cierre. No sera la primera vez que sea tu cómplice en algo. ¿O si?.

—No, lo has sido en tantas ocasiones que ya perdí la cuenta.

La corregí con cariño.

—Y lo seguiré haciendo las veces que sean necesarias. 

Sonreí mas ampliamente, con la enorme gratitud que sentía reflejada en mi gesto.

—Ahora cariño, ve, diviertete y baila un montón. Yo lo haría pero mi cadera no soportaría tanta rumba.

Sal Marina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora