°Prologo°

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Los humanos son criaturas arrogantes y violentas, capaces de atrocidades impensables. Sin duda, la peor de las creaciones. Ninguna otra especie existente en el cosmos tenía una naturaleza tan autodestructiva como ellos que, incluso sabiendo las consecuencias de sus actos, seguían sin intentar cambiar.

Los dioses supremos estaban decepcionados de su obra más amada, los únicos con la dicha de haber sido moldeados a su imagen y semejanza y a quienes  se les habían perdonado en incontables ocasiones, permitiendo incluso que destruyeran su propio hogar, que crecieran hasta convertirse en un cáncer que amenazaba con comerse todo a su paso.

Los dioses temían que una vez el hombre dominara los viajes entre galaxias, fuese el comienzo del fin para las demás especies.

La diosa de la vida y la creación y el dios de la muerte y la destrucción, escuchaban tristemente las profecías que el dios del tiempo y el espacio profesaba. Las injusticias que los hombres cometían en contra de otras especies. Era asqueroso escuchar como violaban, mataban y esclavizaban a otras razas.

"Son incorregibles"

"No podemos seguir permitiendo esto"

"Son una amenaza para todo lo que hemos creado"

"Es irracional darle otra oportunidad; será siempre lo mismo"

"Su raza merece ser erradicada"

"Hemos perdonado por siglos su arrogancia"

Fue en ese momento que se tomó la decisión de exterminar a los humanos. Sus pecados eran irremisibles, por lo que debían pagar con creces cada uno de ellos.

Se propuso liberar miles de pestes, maldiciones y desgracias sobre la Tierra, así los humanos sufrirían y pagarían por sus crímenes.

Los dioses hicieron descender a los jinetes del apocalipsis y el caos comenzó.

La Luna se hizo más grande, provocando que el nivel de las grandes masas de aguas aumentara y cubriesen grandes cantidades de terreno. Los vientos se hacían violentos e impredecibles, causando grandes catástrofes a nivel mundial. Los volcanes explotaban las entrañas del planeta y los terremotos se volvieron un evento diario que creaba enormes grietas, amenazando con partir la tierra. La temperatura sufriría constantes cambios, podía pasar de un momento a otro de frío gélido a un calor infernal. Los días se hacían más largos y las noches más cortas, los eclipses eran muy frecuentes y provocaban el descontrol de toda la naturaleza. Miles de asteroides llegaban del espacio y desaparecían ciudades enteras del mapa.

Todo esto provocó que la tierra estuviera a un paso de su destrucción total y, con ella, la desaparición de toda la vida que albergaba. Pero un alma peculiar llamó la atención de los dioses, aquel que pedía piedad para su mundo, ese joven que en cada palabra mostraba una determinación increíble y que, por alguna razón, convenció a los dioses de que valía la pena darles otra oportunidad. Por lo que le dieron al joven humano la oportunidad para probar que sus semejantes podían cambiar para bien. Y pese a haber perdido todo, aún mostraba convicción frente a su inevitable final, alegando que rendirse y aceptar una muerte miserable no era una opción viable. El humano fue ascendido a los cielos, donde presenció a cada uno de los dioses, orgulloso por conseguir algo que nadie más había logrado.

El dios de la muerte y la destrucción le advirtió que si fallaba en su cometido, sería condenado por toda la eternidad a servir a otros.

La diosa de la  vida y la creación detuvo el caos que se había desatado en la tierra y encerró todas las calamidades en las páginas de un libro mágico, el cual obtuvo como nombre el Códice del origen, siendo entregado al humano para que fuese el guardián de ese poder. La diosa le advirtió sobre usar el libro siendo mortal y de abusar de su poder.

El joven, al observa lo devastado que su mundo había resultado luego de las calamidades, decidió hacer uso del poder del códice para llevar a los sobrevivientes a un planeta similar a la Tierra que los mismos dioses le habían otorgado, y así lo hizo. Sin embargo, el precio a pagar fue alto, su cuerpo no soportó la exagerada cantidad de poder y sucumbió ante terribles quemaduras que deshicieron su piel, pero él no podía morir, él era el guardián del códice y por tanto, su alma debía permanecer cerca de este. De esa manera, su alma fue resguardada en el libro por los pocos sobrevivientes que logró transportar a su nuevo hogar.

Los habitantes lo adoraron como a un dios, le dedicaban ofrendas y construyeron un altar a su alrededor, pues nadie se atrevía a tocar el códice.

Al pasar los años, decidieron dejar su pasado atrás, resultando en una nueva cultura donde sus costumbres humanas fueron reemplazadas por otras. Con cada siglo que pasaba, la atmosfera del planeta fue cambiando el color de sus pieles y se hicieron llamar ataraxianos, por el gentilicio de Ataraxia, que era el nombre de su planeta.

Su adoración por el Códice del origen se convirtió en envidia y luego en avaricia, los habitantes anhelaban el poder tan increíble que sus ancestros le relataban que poseía ese libro. Los que se atrevieron a tomar el códice y probaban ese poder eran corrompidos por los deseos propios del libro, el guardián era quien mantenía bajo control este descomunal poder. Usuario tras usuario iban cayendo víctimas de la perfidia del Códice. El guardián también comenzaba a corromperse con la maldad de sus usuarios, la locura llegó a él tras unos siglos de encierro. Las pobres almas desafortunadas que se atrevían a pedir algún estúpido deseo avaro eran consumidas por él. La decepción del guardián fue grande cuando su propia gente le encerró en la cueva más profunda para que nadie pudiera encontrarlo jamás, para que su poder no corrompiera más almas y para que las guerras se detuvieran.

Pero no fue así, las guerras no se detuvieron, de hecho, fue todo lo contrario, hubo más muerte y pronto devastaron el planeta, tal como ocurrió en su planeta natal. Fue entonces que se arrepintió de su sacrificio, quería acabar con todos los ataraxianos del planeta él mismo, rogó a los dioses que lo liberaran de su prisión, pero ellos se negaron, le dijeron que esa había sido su elección y por lo tanto tenía que atenerse a las consecuencias del sacrificio. Esa fue la gota que derramó el vaso para el guardián del códice, la maldad lo engulló por completo, su cuerpo experimentó cambios, convirtiéndolo en un demonio.

Al poco tiempo, un inesperado y muy afortunado suceso le dio la posibilidad de salir y realizar su venganza, la satisfacción que sintió al exterminarlos fue excitante, jamás había disfrutado tanto de algo, pero hubo una vida que no pudo extinguir, en su momento no lo entendió, pero al cabo de muchos años, comprendió que tenía miedo de estar solo para siempre y ese ataraxiano le hacía recordar a su yo de hace muchísimos años.

Emisión: 07/09/2020
Edición: 13/07/2021

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Far Away - AU [Creek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora