primeras 24 hrs

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Primeras 24 hrs

Las mañanas en la mansión Wayne son mucho más normales y tranquilas de lo que muchas personas pudieran llegar a pensar. Alfred se levanta temprano y se encarga de realizar un sabroso desayuno y el aroma de café recién hecho, panqueques,  tocino y otras delicias es el que se encarga de despertar a los cuatro jóvenes amos. Habían pasado ya dos noches desde entretenida pijamadas de Damian y Jon por lo que de nuevo los señores de la casa se congregaron en la cocina y no en el comedor.

Y como cada mañana Bruce entrará a la cocina de su casa con el traje listo para un día de oficina en el momento que su segundo hijo apila cosas sobre la cabeza del tercero que sigue adormilado con la frente contra la mesa mientras el primero devora una caja de cereales y el cuarto repite que en la casa se consume demasiada carne.

Sencillamente una mañana común.

O eso era hasta que algo inusual ocurrió, el timbre de la puerta anuncia la llegada de un invitado no esperado, Alfred se marchó de la cocina seguro o más bien esperanzado que las habilidades de Bruce sean suficientes para evitar que los muchachos no se maten entre ellos mientras él atiende la puerta.

—Amo Bruce tal vez quiera recibir usted a nuestros invitados - regresó al poco tiempo con una apariencia llena de preocupación y escepticismo el señor de la casa se paró de su lugar inquieto ¿quién podría poner de esa manera a Alfred?

—¿Quién es? - preguntó mientras de pasada le quitaba el servilletero a Jason para que dejara de apilar cosas en la nuca de su hermano que por fin despertaba gracias a la cafeína.

El mayordomo se acercó y con la mayor discreción susurro la respuesta a la pregunta, nadie además de Bruce escuchó aquello pero era un secreto que duraría muy poco tiempo como tal.

—Esto es una broma - Bruce corrió hasta el recibidor para encontrarse con sus inesperados visitantes que esperaban de pie junto a dos maletas de piel y ataviados con trajes que parecían sacados de una revista de moda de inicio de los 90 me

—Hola hijo, te ves tan apuesto y grande - habló la mujer con fascinación.

—veo que has estado muy bien hijo y estoy orgulloso de eso.

Bruce sencillamente no sabía qué hacer, la pareja que palmeaba su espalda y lo abrazaba eran sus padres tan jóvenes y ...vivos.

—No...esperen... ustedes no pueden estar aquí, es imposible -  titubeo entre sus palabras sin saber si debía de mencionar el episodio del callejón o no.

—¿no podemos venir a visitar a nuestro hijo y a nuestros nietos? eso es muy grosero Bruce -  Martha utilizó ese tono especial que parece está reservado para las mujeres que han procreado a un hijo rebelde.

—Bruce ¿todo está bien, quién llegó? - fue Dick el que abandonó la mesa de la cocina para saber qué ocurría

De la misma forma ya que se iluminaron los ojos de Marhta y de Thomas al verlo un sentimiento de familiaridad extraño creció en su interior como si no fuera la primera vez que los veía y se sentía parecido a cuando en Navidad los niños corren abrazar al tío que no ven en años.

no sabe qué está pasando pero mira a su padre adoptivo y fórmulas de pregunta de la que realmente no quiere una respuesta - ¿Ellos son tus padres?

—Tus abuelos jovencito,  Bruce creí que habías educado muchachos más corteses y me sorprende de ti Alfred, nunca creí que permitirías tal grado de rebeldía

Alfred frunce el ceño pero se mantiene tranquilo, decide seguir el juego de estas personas hasta saber qué es lo que está ocurriendo y una respuesta sarcástica es la mejor manera.

3 días con los abuelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora