Capítulo 6. Vida

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Al fin llegó el día de la boda, fue una ceremonia discreta. Apenas fueron dos personas, a los que Elisea ni siquiera conocía. Debían ser viejos compañeros de Marcus. A saber. El clérigo pronunció la unión de ambos, frente a la gran estatua de Heironeus. Tan grande, tan firme, tan implacable. La joven maga miraba la fría talla en piedra de aquella marcial representación, y tras ello miró a Marcus.-Si quiero. – Dijo él.-Si quiero. – Dijo ella.Ambos cerraron los ojos y terminaron sellando la ceremonia con un beso. El primero que se daban. Fue breve.Tras ello se marcharon. No hubo banquete, no hubo fiesta. Sólo una ceremonia. Durante los meses anteriores Elisea sabía que era lo que vendría a continuación. Su noche de bodas con él. A pesar de todo, no, ella no estaba en absoluto preparada para ello. Aún tenía pesadillas con Jaime. Aún recordaba el dolor y el horror de aquel momento.Pero sabía que era su deber entregarse ahora a su esposo. Ella avanzaba tras él, a paso lento, con la cabeza gacha. Una vez entraron en el torreón, Marcus dejó a un lado su abrigo y soltó un largo suspiro.-Estos eventos...agotan la mente. Hasta mañana. –Comenzó a marchar hacia su habitación. Elisea se quedó sorprendida. Pero pensaba que era mejor así, no estaba preparada, no, aquel día no. Aunque realmente, nunca lo estaría.Nada cambió en los días siguientes. Ella daba sus lecciones, él asistía a sus reuniones de las cual volvía irascible maldiciendo día si y día también toda la estirpe de los Redflower. Los castigos de Marcus cada vez eran más severos, y las salidas de Elisea cada vez menos frecuentes.Nada cambió entre ellos, absolutamente nada. Había días incluso en los que ella olvidaba que él era su esposo, hasta que él lo hizo.-Bien, ¿Ha quedado todo claro? Si sigues así ya podrás dominar dos hechizos nuevos. – Elisea asintió ante las palabras de su maestro y cerró el libro. Suspiró. Se había hecho tarde, estaba deseando poder dormir lo antes posible.-Por cierto. Deberíamos tener un hijo. – Elisea se exaltó ante las palabras de Marcus y miró hacia el suelo.- Está bien mi señor. Mañana podríamos quizá... - Marcus negó. – Esta misma noche, tras la cena iré a tu habitación. Espérame desvestida, no me gustaría perder mucho tiempo. –Sus palabras eran frías como el hielo. No había un ápice de deseo en su mirada.Así fue, aquella noche ella le esperaba desvestida entre las sábanas. Marcus estaba tardando en subir. Así que retomó el libro que leía antes de dormir el cual siempre dejaba reposar junto a su mesilla de noche. Era un libro relacionado con la historia de Adrien.Pasaron varios minutos y Marcus entró. Elisea dejó de leer para entregarse a su esposo.Tras ello, ella permanecía sentada con la espalda apoyada en el respaldo de la cama. Le dolían las muñecas, el pecho y la entrepierna. Tenía la cara marcada con un bofetón, apenas enrojecido, pero aún así sentía el golpe caliente. Marcus se lo hizo al pedirle ella que fuese menos brusco, afirmando que era él quien decidía como debía ser.Le miraba fijamente. Él se encontraba sentado a los pies de la cama, desnudo. Fumaba tranquilamente una pipa mientras ojeaba el libro que su esposa tenía sobre la mesilla.-Ven. – Dijo Marcus. Elisea se acercó poco a poco al filo de la cama, sentándose junto a él. Marcus había dejado abierto el libro por una página específica. Elisea aún no había llegado a ese punto. Había una bonita ilustración de un guantelete dorado.-Este es el guantelete de Adrien. Uno de los más potentes potenciadores de magia arcana existentes. Se desconoce su paradero, sin embargo...Si lo encontrase. – La sonrisa de Marcus se ensombreció. – Podría conseguir tantas cosas. Podría ver mi poder duplicado. ¿No es maravilloso? –Elisea asintió. – Si mi señor. –Marcus cerró el libro y lo dejó sobre la cama. Se puso en pie y comenzó a coger su túnica.-Mi señor... ¿No va a quedarse a dormir aquí? – Marcus soltó una breve risa. - ¿Y dormir sobre unas sábanas sudadas? – Comenzó a alejarse.-Espero que disfrutase, mi señor, que tenga buenas noches. –-Cuando quedes en cinta, avísame. Mientras tanto seguiré volviendo sobre la misma hora. – Se marchó.Y así fue, tras varias semanas recibiendo las visitas nocturnas de Marcus, Elisea dejó de sangrar cuando le correspondía. Comenzó a sentir nauseas y su vientre y pechos empezaron a inflarse sutilmente. Había quedado embarazada.Estaba sentada frente a la chimenea, en un cómodo sillón, esperando a que Marcus llegase de una de sus largas reuniones para dar la noticia.Tardaba bastante en llegar, tanto que la joven maga incluso comenzó a quedarse adormilada en el sillón. Se tocaba la tripa. En un mes estaría bastante hinchada. Pensaba en lo que había pasado, en lo doloroso que había sido. Sin embargo, ya no volvería a suceder. Marcus especificó que pararía cuando la dejase en estado, y así era. Aquello le alegraba."¿Acaso es así siempre? ¿Acaso debemos sentir dolor para traer criaturas al mundo? Siempre había escuchado lo contrario. ¿Por qué entonces es lo que siento? Sólo espero no volver a tenerle dentro de mí."Entrecerró los ojos, hasta finalmente quedar completamente dormida. Entonces soñó.Estaba sola, en la completa oscuridad, no había nada a su alrededor. Caminara en la dirección que caminara, no había nada, absolutamente nada. Incluso tenía la sensación de no avanzar tan siquiera. Entonces, sentía unas manos en sus hombros, miró hacia atrás y eran unas manos huesudas. El rostro de Jaime, cubierto de sangre y gusanos saliendo de las cuencas de sus ojos vacíos.-Mi querida Elisea, yo te enseñaré a complacer a mi hijo. –Ella gritó y salió corriendo, corría y corría, entonces vio una luz al fondo. Corrió con intensidad a dicha luz y allí, estaba Marcus, justo ante esa luz. Ella paró en seco, no podía avanzar por su presencia.-Me debes tanto. – Los brazos de Marcus se extendieron hacia ella, las manos eran tan grandes que cubrían por completo los hombros de la maga. Cuando quiso darse cuenta, los brazos de Marcus se habían transformado en cadenas. Cadenas que rodeaban por completo su cuerpo y la oprimían, haciendo que se asfixiase poco a poco, haciéndola sangrar por la boca, los brazos, el cuello, el torso...Comenzó a oprimir el vientre de Elisea, haciéndolo sangrar.- ¡NO!Despertó sobresaltada, sudando y gritando. Miró a su alrededor y estaba Marcus entrando por la puerta. Se había quedado quieto por completo, mirándola con los ojos abiertos de par en par y extrañado por su reacción.- ¿Se puede saber que sucede? – Cerró la puerta tras de si con brusquedad. Elisea agachó la cabeza avergonzada.-Nada mi señor, un mal sueño, nada más. – Marcus negó varias veces y se quitó el monóculo, dejándose caer de golpe sobre uno de los asientos frente a la chimenea.-Vete a tu habitación, necesito estar cinco minutos a solas. Después subiré. –Elisea agachó la cabeza y asintiendo, comenzando a subir las escaleras, sin embargo, antes de hacerlo, miró un momento hacia atrás.-Mi señor, he de decirle algo. – Marcus se echaba el cabello hacia atrás mirándola de reojo. Tenía una expresión agotada.-Estoy embarazada. – Marcus Tornó los ojos hacia la chimenea. – Bien. Hoy no me apetecía demasiado. Vete a dormir entonces. –Elisea esperó menos de un minuto alguna otra reacción por parte de su esposo, sin embargo, no hubo nada. Ni una sonrisa involuntaria tan siquiera. Subió a su habitación pensando en ello."Nada, no hay nada dentro de él. Tampoco nada dentro de mí. Ni tan siquiera me duele su indiferencia. Simplemente, sé que es así. Esto que ahora crece en mi interior no es más que un capricho de aquel al que llamo mi señor. ¿No es así? "Se tocó el vientre y entró en su habitación."Así es, es algo que ÉL quería. No yo. Yo nunca he querido esto. No hago más que pagar mi deuda. ¿Cuándo estará saldada? ¿Acaso esta vida no es suficiente?"Finalmente se durmió.Apenas había llegado el segundo mes, y el vientre de Elisea ya se comenzaba a notar. Su baja estatura y delgadez permitían que se realzara aún más. Comenzó a vestir túnicas más anchas, por comodidad. Seguía las lecciones de Marcus, quien cada vez mostraba más severidad con ella.Y a partir de aquel día, los castigos de Marcus se incrementaron mucho más.Eran pocas las ocasiones en las que Marcus permitía salir a la maga. Por supuesto, siempre tras él. Poco a poco avanzaban juntos por uno de los pasillos, el mago fue llamado por Rose, la líderde la orden de las amapolas. A su lado había una joven de cabello rojo como la sangre y corto, Odette Redflower. La hija de Lantana, era una joven promesa dentro de la guardia. Marcus miró a Elisea un momento.-Quédate aquí. – Ella asintió y Marcus se acercó a ambas mujeres. Odette no decía nada, permanecía junto a Rose en silencio. Miraba a Marcus con desconfianza. Rose hablaba con él gesticulando bastante y Marcus negaba con la cabeza.Mientras esperaban detrás, Elisea escuchó una voz.- ¡Hey! A ti no te he visto por aquí nunca. – Un joven soldado de la orden de las amapolas le saludó cordialmente. Parecía joven e inexperto, con una expresión inocente. Elisea agachó la cabeza saludándole.-No salgo mucho. –El joven miró en dirección a Rose, Marcus y Odette, quienes parecían seguir discutiendo y tras ello soltó una risilla.-Madre mía, y eso que no está enfadada. Dicen que ver a Rose de mal humor es peor que la furia de cien Nazguls. ¿Te imaginas como tiene que ser eso? Buf... ¡Yo no quiero! –-Entiendo. – Dijo ella sin más. El muchacho intentó seguir una conversación, pero ella no parecía demasiado receptiva. Sin embargo, el soldado parecía muy aburrido en su puesto, tan solo le apetecía charlar.- ¡Oh Marcus Zannuso es un placer! – Saludó el soldado al mago cuando este se acercó.-Vámonos Elisea. – No miró a ninguno de los dos, simplemente siguió caminando hacia adelante. Elisea asintió y siguió a su esposo en silencio. El muchacho se rascó la nuca y encogió los hombros.-Los magos son gente muy rara... ¡En fin! –En todo el camino, ninguno de los dos dijo una sola palabra. Hasta que llegaron nuevamente al interior del torreón donde habitaban. Cuando cerró la puerta, Marcus agarró del cabello a Elisea, tirando de ella hasta hacerla chocar con la pared más cercana. Se arrimó a su cuerpo, agarrándola del cuello y mirándola, pegando frente con frente.- ¿Demasiado ocupada comportándote como una zorra tal vez? -Elisea emitió un grito ahogado. Le dolía la cabeza y la espalda.-M-mi señor no entiendo a que se refi...- Marcus apretó la mano de su cuello.- ¿Te crees que soy idiota? ¿Quién es él? ¿Quién es ese SOLDADITO? ¿Es que ahora te gustan los tipos con armadura y espada? Perra desagradecida. ¿Has olvidado a QUIEN debes fidelidad? –Elisea negaba y tosía apenas sin poder hablar.-M-mi señor no le conozco. Se lo juro por todas las leyes arcanas. Por favor. Él simplemente se acercó a hablarme. Nada más. –Marcus soltó a Elisea, miró hacia un lado tocándose el entrecejo bufando para tras ello asestar un fuerte bofetón en el rostro a la joven.- ¿Cuántas veces te he dicho que no debes hablar con la gente del exterior? Esa basura no hace más que criticar a tus espaldas, y cuando te descuides te harán daño. ¡Y tú encima te dedicas a hablar con ellos! – Nuevamente la golpeó.- Todo lo que me preocupo por ti ¿No significa nada en absoluto? ¿Acaso te burlas de mi en mi propia cara? ¡CONTESTA! –Elisea estaba temblando, no podía apenas hablar, intentaba taparse la cara con las manos y en cuanto hizo aquello, Marcus puso el puño sobre la tripa de ella.-Contesta si no quieres que apriete. –- ¡Por favor mi señor no! ¡Yo no me burlaría de vos jamás, lo juro! ¡Por favor castígueme como desee, pero no golpee al bebé! –Marcus esbozó una cruel sonrisa. No, no pensaba golpear su barriga, era consciente de lo que pasaría si lo hacía. Sin embargo, había escuchado lo que quería. Comenzó a quitarse el cinturón que cerraba su capa y dejó caer esta al suelo.-Date la vuelta y desviste tu torso, ahora. –Elisea miró el cinturón con terror. Sabía lo que haría. Se giró poco a poco mientras se desvestía. Mordía el vestido para amortiguar el dolor.Marcus le asestó diez latigazos en la espalda.Pasaron tres meses más, el vientre de Elisea estaba cada vez más hinchado. Durante ese tiempo, Marcus buscaba cualquier excusa para golpearla. Desde aquel fatídico día era raro el día que Marcus llegara y no le asestara al menos un bofetón, la insultara o incluso la encerrase bajo llave.Algunos días incluso practicaba su magia sobre ella. Ya que afirmaba, no poder poner en práctica jamás ciertos hechizos.Elisea se sentía más débil. Debía comer por dos, y cada vez lo sentía más. Pero no podía, no cuando Marcus estaba delante.Su cuerpo iba enfermando cada vez más. Algunos días creía que tan siquiera, no saldría adelante.No, debía hacerlo, debía ser fuerte.Esa criatura que crecía en su interior, a pesar de todo, a pesar de no ser deseado, Elisea sentía una fuerte alianza con su criatura. Quería protegerle. Sabía que debía vivir, salir adelante, por esa criatura que esperaba nacer tarde o temprano.Y pasaron tres meses más.Ella estaba sola, como solía ser. Pues cada vez las ausencias de Marcus eran más frecuentes. Había ocasiones en las que no volvía pasados tres o cuatro días. Ella lo agradecía. Eran días tranquilos cuando aquello ocurría.Estaba leyendo su libro de conjuros, frente a la chimenea, mientras acariciaba tranquila su vientre. Sentía las pequeñas patadas desde el interior."Aún queda un mes, tranquilo... ¿O tranquila? Dentro de un mes lo sabré. Seas lo que seas, te amo, y te voy a amar siempre."Cerró el libro, tantas horas frente a él le provocaban dolor de cabeza. Con el embarazo no aguantaba tanto como solía hacer siempre. Lo dejó a un lado y tropezó. Intentó aguantarse al sillón como pudo. Algo en su interior se rompió. Sintió sus piernas mojadas. Todo el suelo, estaba mojado por completo.Había roto aguas."¡No! Aún no. ¡Aún tienes que aguantar un poco más!"Comenzó a sentir fuertes contracciones y empezó a gritar."Maldita sea...Hace horas que marchó la última del servicio. Marcus, desgraciado. ¿Dónde estás cuando te necesito?"Comenzó a caminar hacia la puerta, se tambaleaba lentamente hasta que consiguió abrirla. Intentó bajar las escaleras, pero tropezó y calló.Se levantó desorientada. Cuando abrió los ojos, a los pies de las escaleras había una soldado de cabello castaño. Le ayudaba a levantarse. La soldado se mostró alarmada al ver toda la sangre que corría de cintura para abajo en el vestido de Elisea. Ella se aguantaba su hinchadísimo vientre.-Sanado...sanadores, por favor. – Gimoteaba dolorida, apenas sin poder hablar. La soldado asintió y la cogió con facilidad en brazos, llevándola ante el torreón más cercano donde aguardaban algunos de los sanadores a cargo de los cuidados en el castillo. Elisea se desmalló en el camino.Despertó con un fuerte dolor en el vientre. Aquella la hizo despertar. Estaba tumbada sobre una gran cama. Tenía una túnica blanca y las piernas levantadas. Justo a sus pies había una mujer de destacable belleza y cabellera rubia. Lily Redflower.-Vamos cielo, tranquila. Todo está bien. Escúchame, respira tranquila. Va a salir bien. –A los lados de Elisea había otras mujeres atendiéndola también. Elisea negaba.-No. No. Aún es demasiado pronto. Aún no...- Sollozaba sin fuerzas.-Cielo, tranquila. Esta vida va a llegar al mundo hoy. No te preocupes, todo va a salir bien. Por favor respira tranquila. –La tranquilizadora voz de Lily guiaba a Elisea mientras ella empujaba. La sanadora asistió todo el parto. Un largo parto de casi cuatro horas. Hasta que finalmente, la pequeña criatura nació. Rápidamente las ayudantes de la sanadora limpiaron al bebé y la colocaron sobre Elisea.Ella lloraba con fuerzas, recién llegada al mundo.-Enhorabuena, es una niña preciosa. – Lily colocó a la pequeña. Secó el rostro de Elisea y se acarició la cabeza.- Ambas sois muy fuertes. - La sanadora hizo un gesto a sus ayudantes para que dejaran a solas tanto a madre como a hija. Así mismo, ella también se retiró.Elisea la miraba, acariciaba el enrojecido rostro del bebé. Tenía el rostro arrugado y el cabello abundante de color castaño. Era pequeña, muy pequeña.El bebé la miraba, aferrándose a su cabello.Elisea besó con cuidado su cabecita. Lloró de felicidad.El bebé se revolvió y ella supuso que tendría hambre. Desabrochó el broche superior de la bata y dejó uno de sus pechos al aire. Su hija comenzó a amamantar.Aquel instante quedaría para siempre grabado en la mente de ella.Supo como llamarla. No dudó en absoluto.Dora.Su pequeña, Dora Zannuso.

Corazón rotoWhere stories live. Discover now