«Querido lector»
Así empezaba la histérica confesión.
«El domingo pasado en la iglesia, mientras le pedía al señor que me iluminara, algún impulso repentino me llevó a confesarme.
Le conté al padre Federico todo desde el principio: era lunes por la tarde, creo que por diciembre de 1994, cuando junto a dos grandes amigos, Agustín y Oscar, tuvimos la desgraciada idea de entrar a La Posta. Una lujosa casilla que era bien famosa por estar embrujada. Nos adentramos, pues, por el bosquecito del terreno triangular. Nunca más olvidaré el olor a tiempo y podredumbre, azulejos mohosos y telarañas como hebras de seda pútrida. Y entonces ¡DIOS! ...vimos un fantasma que se deslizaba por la sala, centelleaba y desaparecía. De pronto intersecciones emocionales, corazones martillantes, oscuridad en su totalidad, y una mujer endemoniada que gritaba, me gritaba: ¡Richie, Richieee! ¡Rrrii!
Desde entonces la veo repetidamente, maniáticamente, en mi conciencia diurna o en mis pesadillas nocturnas. Pecamos, si... ¿Pero fue nuestro juvenil crimen tan grave como para que nos pasara esto?
Alejandro Rudd. Buenos Aires, Argentina.
1.
Raquel Chirusi de López, fotogénica y solitaria, nació en Lobos en 1910. Metro sesenta con pies descalzos, cejas depiladas y rasgos muy simples, pero no sin atractivo.
''Richie'' Ricardo Rudd, fue un hombre con ascendencia inglesa y origen híbrido. Heredero del nombre y el dinero de una famosa empresa de lácteos.
Después de su primera reunión, especialmente torpe, Richie y Raquel tuvieron una tremenda conexión. Entonces la ciudad dijo: ¿Cómo una mujer neurótica de clase media pudo lograr todo eso?
Él estaba encantado con ella. Era callada pero educada: pedía «perdón» si un leve hipo se le escapaba al hablar. El señor Richie confiesa cierta titilación por su frialdad, hasta una exquisita ternura que le hacía apretar los dientes a pesar de la rigidez fatal de su carácter. Ella también estaba obsesionada con él. Poseía un intenso sentido del humor, tanto así, como para mover miles de pesos de un banco a otro sólo para divertirse enloqueciendo a sus administradores.
«Ahí va la pareja más loca que la ciudad ha visto. Tontuelos descarados, histéricos, apasionados».
Fue tan así, que juntos compraron una valiosa propiedad para poder estar juntos sin que nadie los moleste. Eligieron una antigua pulpería como casaquinta de fin de semana, a pocas cuadras del cementerio municipal. Los memoriosos vecinos lo llaman La Posta.
Sus fiestas eran de muy buen gusto, salvajes, ruidosas, desenfrenadas farras. El doctor les dijo que se calmaran, ¿Pero quién los podría culpar? Ellos se divirtieron mucho arruinando todo.
Construyeron en el terreno una pileta de las que no abundaban en San Vicente. La llenaron con whisky escocés y nadaron bajo noche buena –tostados, tibios, somnolientos, drogados- .
Pero Raquel tendría que bajar de su nube de pedo y hacer algo con Tomás López; su esposo. Porque sí, Richie no era más que una intensa aventura.
El señor Tomás era un hombre que siempre tuvo tendencias posesivas, pero demostró una curiosidad exacerbada e insaciable sobre un misterioso y quijotesco hombre llamado Richie.
Ya no sé si es sarcástico preguntarse si en algún momento se les cruzó por la cabeza que los rumores vuelan (en especial si el pueblo es chico). Estos volaron, sí, derechito a los oídos del señor Tomás.
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La dinastía de la posta
FantasyCuento original fantástico para @Buenosairesfantastica_SanVicente. La foto (provisional) la saco la talentosísima Denise. E.E.S N° 2.