Antes de comenzar, quiero dejar la dedicatoria como se debe. En este mes el cumpleaños de una chica muy especial para mí y por esa razón sentí que era necesario hacerle un escrito sobre su personaje favorito (o bueno, uno de los que más le gusta).
Porque se lo merece, por la dedicación que tiene. Por lo perseverante, amable, humilde y por muchas otras cosas más que es.
Espero de corazón que te guste, y les agrade a los lectores nuevos o que no han leído sobre bha en mi perfil. Es la primera vez que escribo sobre él y de tanto que ella me ha hablado sobre Kai me he encariñado mucho. He hecho lo mejor posible.
Los escritos mayormente pasaran en la noche, solamente narrare lo que sucede en ese momento en cada capítulo.
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—Esa chica siempre sube a la misma hora a la azotea... —las voces lejanas hablaban en casi en un susurro casi imperceptible. El comentario provino de una señora de mayoría de edad, cruzada de brazos haciendo que la tela tejida de su camisón salmón se arrugara. Veía por donde la joven desapareció, casi como un fantasma en medio de la noche.
—¿La has visto? —los ladridos de los perros se escuchaban con claridad junto a la televisión que se encontraba encendida, a pesar de que se encontraban en la puerta de sus respectivos apartamentos. Intervino en la conversación una señora con el cabello recogido, sus canas eran visibles con claridad por la pequeña bombilla que iluminaba el pasillo en un tono amarillento.
Esta parpadeaba, casi intermitente. Como un semáforo dañado.
La mandíbula de la señora se tensó, como si buscara masticar algo invisible. Su ceño fruncido era más que evidente por las arrugas que la enmarcaban.
—Que molesto, desde que llegó actúa así y hace cosas extrañas. —la pregunta fue ignorada, como si nunca hubiera existido.
—¿No tienen nada mejor que hacer que hablar sobre eso? —una voz ronca les hizo girar hacia le tercera mujer que estaba sentada en medio del marco beige. El humo de tabaco tapó por unos segundos su rostro, les miró por una fracción de segundos para luego hacer caer la ceniza sobre una lata vacía de jugo de tomate.
—¿Nunca has hablado mal de tus vecinos? —su risa hizo eco. La mujer de ropa tejida se mantuvo en silencio, viendo hacia las escaleras.
—No, creo que es obvio que no me interesa. —se produjo el sonido del banquito siendo arrastrado por el piso. Cuando sostuvo su puerta unos cascabeles resonaron, al mismo tiempo que la puerta de la azotea fue abierta.
El viento hizo despeinar el cabello de la pelinegra, quien lo acomodó colocándolo detrás de su oreja. Revisó a sus espaldas, con el temor de que tal vez alguien la siguiera.
Sus pasos eran silenciosos debido a que el ruido de la cuidad lo opacaban. Cuando sacó la cámara de su chaqueta de cuero se detuvo un momento para abrir su estuche, sintió algo rozarle la pierna haciendo que su cuerpo diera un brinco.
Cuando miró hacía el suelo, notó un gato blanco de ojos azules.
—Que susto me has dado. —colocó su mano en el pecho, respirando tranquila. Sonrió para ponerse de cuchillas y acariciarlo. Aquel gato solía frecuentar el edificio, a tal punto que siempre la seguía a donde iba. —Eres mi único cómplice. —le habló, mientras este ronroneaba.
Volvió a levantarse, caminando hacia uno de los bordes. Se acomodó sentada mientras la cámara polaroid brillaba por la luz de los locales. Revisó la hora en su celular, era muy poco para la media noche. Una sonrisa amplia apareció en su rostro.
—Pronto vendrá. —el felino se acomodó cerca de ella, mientras lamía una de sus patas.
La vista era perfecta hacia un bar bastante conocido de la cuidad, por los comentarios que escuchaba, casi cualquier hombre tenía que casi ir por obligación. La mejor música, bebidas y lo más importante, bellas camareras.
Los ojos castaños se quedaron ocultos tras ese pequeño muro de concreto, esperando con ansias. Colocó su lista de reproducción en su celular, a pesar de que casi el sonido se perdía entre el bullicio de la gente.
Apenas pasaron unos pocos minutos, una camioneta azul oscuro se detuvo en la entrada. El corazón se le aceleró y sus dedos temblaron sosteniendo la cámara.
Salieron dos chicos de los asientos principales, uno de ellos tenía el cabello grisáceo. Vestía una hermosa camisa de manga larga blanca con unos pantalones azul marino. Acomodó uno de sus botones, desabrochándolo.
El otro tenía el cabello rubio, con una camisa verde lima. Tenía los pantalones del mismo color o hasta más oscuros. Era difícil saber porque el tono cambiaba por la intervención de las luces de los demás carros que pasaban.
Ambos caminaron hasta llegar a la acera, no paso mucho para que algunas personas se les acercaran. El grupo era de más hombres que de mujeres quienes acompañaban. Era claro por la ropa tan reveladora.
Los dos chicos dieron vuelta hacia la camioneta, mientras un hombre le seguía hablando. Entonces fue que una puerta del auto fue abierta, la que daba hacia la calle.
El perfil de un joven de cabello marrón oscuro hizo que automáticamente tomara una foto. Captando su perfil.
El sonido de la fotografía saliendo por la ranura fue lo último que pudo escuchar.