"Lo inesperado es lo que te
cambia la vida".Hace 17 años:
21 de marzo del 2003Aún no salía el sol, y se sentía una suave brisa por toda la casa. Si prestabas atención podías oír el trinar de las aves que lejos de ser agradables se convirtieron en un despertador y si le sumas el canto de un gallo, bueno..., solo aquellos con un sueño profundo no despiertan.
Kaelly una rubial preciosa de apenas 2 años en víspera de sus anhelados 3 se levanta con mucho cuidado para no caer de su cama y llamar la atención. Su pijama de color amarillo con margaritas a pesar de ser muy llamativo no llega a destacar en la oscuridad. Se asoma por su ventana y observa el jardín de su casa a oscuras. Aún era muy temprano. Veía las flores de su madre como se movían por el viento y quiso salir a jugar antes de que su madre le riñera. Abrió la puerta lentamente y se escabulló tan silenciosamente como despertó.
El pequeño jardín estaba conformado por algunas flores diminutas como las margaritas y los nomeolvides y por algunas macetas de plantas ornamentales. Lo único medianamente grande era la gran enredadera que ocupaba una pared, tenía hojas muy pequeñas, pero para la niña que tenía que reclinar su cabecita para admirar toda la pared, le pareció enorme.
Todo se aclaró. Kaelly se asustó, pensó que sus padres la habían visto y la iban a castigar. Se escondió junto a la puerta, no quería que la encontraran. Ella ansiaba jugar con Abby, su mejor amiga.
Pasó un rato y no escuchó nada. Al mirar al cielo todo estaba entre un tono de morado, azul, naranja y amarillo. Era el amanecer, nada fuera de lo común. Pero una niña que está aprendiendo los colores y le dicen que el cielo es azul se asombra. Kae, completamente maravillada camina fuera de su escondite. Puede apreciar las pequeñas y grandes nubes. No le encuentra forma a ninguna. ¡Qué raro! pensó, su hermano le había dicho que las nubes tenían siempre alguna forma: un rostro, un animalito, una flor; porque de esa forma podían ser recordados, puesto que todo aquello que se viera en el cielo ya no estaba en la tierra porque se había ido a un lugar más bonito: con los ancestros.
Los ancestros cuidaban tanto de los vivos como de aquellos que ya no lo estaban y que los que no estaban con nosotros se convertían en otros ancestros. Ese era un lugar maravilloso donde podías pasar el resto de tu vida una vez completaras la misión para la que habías nacido. Ahí estarías con tus amigos, padres, hermanos que ya hayan cumplido su misión.
Todo se iluminó Kaelly miró hacia arriba y observó como algo con mucho brillo comenzaba a subir al cielo. Tuvo que apartar la vista y recordó como si estuviera recibiendo la lección del día: ese era el sol, cuando sale comienza el día; nos alumbra para que podamos ver bien todo a nuestro alrededor y así poder estudiar y trabajar.
Observó el cielo, una vez más ya volvía a su habitual color azul. ¡Que aburrido! Debería cambiar de color más a menudo, ya todos hemos visto ese azul; es como Adellyn siempre con un vestido diferente pero siempre de color azul. ¿Ella sabrá que hay más colores? Tal vez sus padres aún no se los enseñaron.
Kae escuchó murmullos provenientes de la cocina. Su tripita rugió con fuerza como si tuviera un monstruo dentro de ella. Eso es lo que su padre siempre le decía. Se rió por sus pensamientos, ella ya sabía que eso era por hambre y que no había ningún monstruo dentro de su pancita, pero igual se hacía como si se asustara cuando su padre lo mencionaba. No quería dejar de ser su niñita pequeña.
Se adentró en la casa y caminó hasta la cocina. Observó como su madre se movía de un lado a otro preparando el desayuno.
-Buenos días mami.
-Buenos días bebé- Kae miró mal a su madre y le contestó.
-Soy pequeña pero no un bebé.