El Pianista de Aries

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Disclaimer: Saint Seiya y sus personajes son propiedad de Masami Kurumada. Todo lo escrito aquí es de mi autoría con el propósito de entretener sin recibir ninguna remuneración económica y participar del concurso "Sobre Aries y Virgo #2 - Tema: Cumpleaños de Shaka".

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Sentado de nuevo al piano, como cada noche, largos dedos tocaban una hermosa melodía; siempre la misma delicada sonata, aquella que lo hacía sentirse vivo y muerto a la vez.

La copa llena de vino sobre el piano negro esperaba el final de la presentación para ser consumida. Su rojo era intenso y opaco al igual que su preciada sangre, aquella que usualmente usaba para reparar armaduras.

El té de jazmín no iba ahora con su sentir, necesitaba algo vigorizante, algo que lo regresara a la realidad y le diera calidez después de derramar su corazón sobre las teclas del piano. Y el vino siempre tenía ese efecto adormecedor.

La música venía de sí mismo, de lo más íntimo y profundo de su alma, pero no era dueño de aquella melodía, así como su corazón no le pertenecía desde hacía mucho tiempo...

Tantos dudaron de la existencia del amor en sus corazones. Pero una de las grandes verdades de esta vida es que, quien menos lo expresa, es quien más siente. Y él no escapó a esta regla.

La sensibilidad que se escondía detrás de tanta frialdad era incalculable. Pocos llegaban a su corazón y lo conocían realmente.

De hecho, sólo su maestro y el pequeño pelirrojo que habitaba con él, sabían su verdad. Pero ahora estaba solo, Shion había ido a Japón con Athena para resolver algunos asuntos, llevándose consigo al pequeño Kiki. El niño estaba feliz de reunirse con los Caballeros de Bronce, y a ese pequeño, no podían negarle nada.

Había una persona más, que antes lo conocía; uno que le robaba el aliento y derrumbaba las fortalezas que había levantado a su alrededor, dejándolo expuesto, sensible. Pero estaba lejos, tan cerca y tan lejos a la vez...

Las notas continuaban ininterrumpidas, como todas las noches a la misma hora. Era una rutina auto-impuesta, pues cuando tocaba, se sentía más cerca de él; aunque sabía que cada día estaba más distante.

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Todas las noches sin excepción, se dirigía discretamente al patio de la casa de Aries, donde se apoyaba contra las grandes columnas para escuchar la melodía.

Se concentraba en aquellas notas que eran sagradas para él, sintiéndose así, más cerca del melancólico pianista.

Silenciosamente pedía que la canción no terminara nunca, porque era todo lo que realmente tenía de él; pues pesar de estar tan cerca, el amor de su vida estaba lejos.

Era difícil creer que la intensidad que provenía de aquella canción estaba tejida por sus delicadas manos; y por ello, era privilegiado de ser el único oyente, a pesar de ser un oyente secreto.

Se sentía cerca de su corazón y su alma. Pero, lamentablemente, la música siempre terminaba.

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Descendiendo la infinita escalera del Santuario, se encontró con su amado Aries, que reparaba una armadura fuera de su casa. Y se sintió nervioso como un adolescente.

Ridículo, el Caballero más cercano a Dios actuando como un niño tonto... pero teniendo un corazón que ha estado marchito por años de sufrimiento, pérdidas y miedos, pudo disimularlo perfectamente. Adoptó el semblante frío y distante de siempre.

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