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Capítulo cinco: Balada con tonos azules y rosados

Luego de consolar a Choromatsu, el resto del camino no fue tan largo. Para la suerte, o tal vez no, habían llegado a la lápida del rosado. Estaba limpia todavía, rodeada con flores casi marchitas. Era una pena el solo saber que su hermano está en ese lugar enterrado.

 Nee, Karamatsu-niisan. ¿Qué estas usando para pescar?

Pensar que ahora dormía solo, sin él a su lado. Sin una ropa de pijama adecuada. Sin alguien que lo despertará.

Una carta de amor.

No le gustaba esa imagen de su hermano menor.

¡¿Eh?! ¿Por qué?

A Todomatsu jamás le gustó estar solo, a pesar de que siempre insistía en que lo dejarán en paz. 

Porque me enamoré de un pez.

Solo que no se atrevía a decir que los quería de verdad.

¡¿Ehh?!

Todavía no entendía el porqué de ello, pero no importaba. Sus acciones siempre decían más por él que otra cosa. Cada vez que se escondía detrás de él cuando algún miedo le invadía, o cuando salían a pescar. Era todo lo que necesitaba para entender.

Dios, siempre amaría a su hermano menor, aunque no dijera que lo amaba. ¡No había necesidad de que esas fueran sus últimas palabras! 

Los amo a todos...

Karamatsu sabía bien que él los quería a todos. Y sabía que los demás también lo sabían. Ese no era el momento en que lo debía decir. ¡No lo era aún! Porque... eso significaba que en verdad estaba muy mal... que en serio no iba a luchar más.

— Bueno. Llegamos. —la voz de Osomatsu se hizo presente. Dando una sonrisa a sus hermanos como si no pasará nada fuera de lo común.

Él también debería de estar sufriendo mucho como para no querer mostrarlo.

— Si... — Ichimatsu tomó asiento en el pasto semi-amarillento. Tenía la vista fija y algo fruncida.

— Hmn... ¿Alguien quiere decir algo? —Choromatsu habló mientras se cruzaba de brazos y cerraba los ojos.

— ¿No crees que es mejor esperar a Jyushimatsu my brother? —me atreví a decir algo, aunque no fuera en el mismo tono que solía hablar mi inglés.

— No creo que vaya a venir. —le contestó que solía usar verde algo cansado.

— No, si lo va hacer. Él lo dijo, ¿recuerdas? —ahora Osomatsu también acompañaba a Ichi en el pasto— ¡No tardará! No seas tan ansioso, Choromatsu.

— Tch... como quieras.

Al final, de algún modo terminamos todos en encima del pasto con las piernas cruzadas. Mamá de seguro nos gritaría por estar arrugando los ternos, pero no creo que se vaya a enojar en este día.

Esperamos un par de minutos más, aunque parecían una eternidad, cuando entre la gente vestida de negro vimos a nuestro hermano menor.

— ¡Oi, Jyushimatsu! —Oso fue el primero en levantarse. Alzando la mano mientras lo seguía llamando a la distancia— ¡Jyushimatsu!

— ¡Shh! ¡¿Acaso no tienes algún tipo de respeto por dónde estamos?! —ahora Choro se le había unido con los gritos.

— ¡¿Ehh?! ¡Pero tú también estas gritando! 

El Arcoíris No Tiene RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora