Entre tinta y papel | TK

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En el tiempo de la nobleza las personas se habían dividido en pequeñas divisiones políticas a las que se les asignó el nombre de reinos; estos eran regidos por diferentes familias y dinastías que gobernaban cada uno de ellos según sus propias leyes y costumbres.

Las dinastías más poderosas eran los Kim, los Choi y los Jeon, quienes poseían un mayor poderío, una mayor riqueza a diferencia de otros reinos. Eso duró por muchos años pero entre las guerras, los duelos, y las diferentes crisis por las que se vieron enfrentando en ese tiempo, dos de esas tres familias perdieron poder, dejando como cabecilla a los Kim quienes más que perder sus riquezas adquirieron aún más de ellas, volviéndolos el reino con más presencia y respeto que cualquier otro.

Pero, a las otras dos no les fue tan bien.

Los Choi pasaron por una gran crisis después de ser los más afectados por la paste negra, de la que tardaron más de 30 años en levantarse. A los Jeon, les fue peor ya que cuando la peste llegó ellos se encontraban en guerra con los Min quienes aprovecharon para invadir los territorios de la dinastía Jeon.

Sufrieron incontables bajas dejando casi en ruina al reino, el problema fue que no pudieron levantarse del todo haciéndolos perder el poder y las riquezas que antes poseían.

La única manera en que los Jeon pudieran recuperar todo aquello que perdieron era firmando una alianza con un linaje que tuviera todo aquel poder que necesitaban para recuperar su renombre, y que mejor que la familia Kim, quien siempre fue su aliada. Aquel linaje que le ofreció todo su apoyo cuanto pudo durante su caída del poder.

Los reyes Jeon habían sido bendecidos con el nacimiento de aquel niño. Si bien, su linaje familiar era extenso, el nacimiento de aquel príncipe significó un cambio total en su futuro.

Jeon Jungkook, un príncipe de noble corazón que irradiaba luz en cualquier lugar donde estuviera, sus grandes ojos eran como perlas que brillaban ante su pureza, su cuerpo que era pequeño, poseedor de unas bonitas curvas que obtuvo con el tiempo, algo relativamente normal en un omega, su piel de un color ligeramente bronceado, de estatura ideal y de gran porte. Un doncel, un hombre que tenía la capacidad de tener herencia en su vientre. Él era extraordinario, era increíblemente bueno para demasiadas cosas, no sólo era hermoso, sino que era alguien que jamás se sintió ser más aún muy a pesar de su posición social.

Hablaba con el pueblo, regalaba su fina ropa a aquellos que más lo necesitaban, cosa por la que fue regañado en incontables ocasiones, le gustaba ir a escondidas de sus padres y hermanos a ayudar a los sirvientes del castillo a hacer sus deberes... Le gustaba incluso jugar con los niños de la calle, contarles historias, cuidarlos.

Era un chico de un corazón de oro. Pero muy a pesar de las buenas acciones que Jungkook hacía siempre fue reprimido, porque un príncipe como él no debía de "sobajarse" a tanto por personas que no son de su clase, y aunque odiaba ser regañado de aquellas formas, no podía dejar de ayudar a aquellos que más lo necesitaban, para él, hacer aquello daba más poder que ganar más riqueza.

¿Por qué los ricos debían hacerse más ricos y los pobres más pobres? No era justo.

Por otro lado, los Kim, siempre fueron una familia sumamente grande, debido a que habían sido premiados con dos hijas demasiado guapas para atraer reinas y reyes y así sumar dinero a su favor.

Pero fue un año exactamente, en el que debido a todo el caos, la señora Kim dio a luz a un hermoso varón, a su primer y único varón, el cual sería el heredero de todo el reino Kim.

Kim Taehyung, un príncipe con el corazón de piedra pero el alma pura, su sonrisa podría enamorar a cualquiera y lo usaba a su favor, su belleza era extraña, y era lo que más atraía, nunca se había visto un gen Kim de esa manera. Todos hablaban de lo bueno que era, pero nadie sabía lo que Taehyung era, o mejor conocido como Vante, el chico que salía a escondidas para follar a algún omega o beta del pueblo.