Mumbai, año 3000 d. C.
-Abrir.
Fue la orden que emitió la voz aterciopelada de Meera, de inmediato la puerta cedió de manera silenciosa. Era su habitación, más bien; la suite hiper lujosa que se le asignó en lo que indudablemente era el edificio mejor construido del planeta. Meera entró con tranquilidad al pequeño vestíbulo, tenuemente iluminado y se descalzó. Casi de inmediato otra puerta se deslizó a su vez; presta y silenciosa (sierva fiel a los deseos de su ama) lo que le permitió a la joven entrar a la sala de estar. Sintió en sus pies desnudos el sedoso tacto del piso forrado en piel; piel de no sabía qué animal, no se interesaba por esas cosas, nunca, desde pequeña detesto los documentales de vida salvaje que veía su abuelo en la antigua televisión.
Con todo sabía que aquel piso que tan deliciosamente acariciaba sus pies, estaba compuesto por pieles, pelajes que alguna vez cubrieron a seres vivos en la naturaleza. Aquello no le quitaba el sueño; recordaba a los ecologistas vomitando, literalmente, fue una forma de demostrar lo repulsivo de aquel acto de despojo para cubrir lo que llegaron a llamar Babel. Por supuesto aquel edificio tenía un nombre oficial: The Siddharta Colosseum. Esa vez fueron los pocos budistas que quedaban los que vomitaron.
El edificio fue concebido como un complejo habitacional de lujo para hiper ricos. Más grande que cualquier otro conocido y una loa al despilfarro más absoluto, el pináculo del capitalismo. En esa opulencia; Meera tenía un papel cumbre en importancia, era la encargada de seguridad cibernética del edificio, no poca cosa; tomando en cuenta que era la construcción más inteligente y autosuficiente jamás diseñada. El control del mismo yacía en la palma de la mano de la propia Meera; algo tan sencillo como una tablet era lo que le permitía el mantenimiento detallado de cada minúsculo gadget que a su vez hacía posible el milagro tecnológico que ella experimentaba en ese momento.
Meera aun en la sala de estar se acercó al sofá y se tumbó ahí; un mueble diseñado por un sueco suicida que se aburrió de la riqueza ocasionada por su popularidad. Cerró los ojos, trató de dejar su mente en blanco pero no lo logró. Su mente divagaba en los misterios de la genética; secreto suyo ese de una flipada de las computadoras. Tenía un sueño que iba muy lejos, uno grande, ambicioso, avasallador, casi imposible se diría. Lo mismo que se dijo años atrás de un mundo completamente digital. Fue un misántropo como ella el que lo logró, convenció a la humanidad de la innecesidad de la interacción social y creó el mundo digital conocido; todo desde casa, ese fue el lema y funcionó. Meera sabía que su sueño nacía de la aversión que sentía hacia las personas. Su sueño: cambiar a la humanidad.
Se puso en pie -y se volvió hacia la basta chimenea- sobre la repisa vio el reflejo brillante de una cajita metálica, la había olvidado, pero cómo podría recordarlo si no estuvo ahí antes de esa mañana... Mientras su mente divagaba en el contenido de la cajita de metal; una forma blancuzca se movía dentro de la jaula que había colocado sobre una mesita ornamental que a su vez se encontraba en la misma estancia. Meera consumió el contenido de la cajita brillante pero el resultado le pareció infructuoso.
-Da lo mismo -dijo una voz dentro de la jaula-, eso no te servirá de nada.
Meera introdujo sus manos en los bolsillos intentando ignorar aquella voz; y en su mente volvió a trazar las ideas de una humanidad perfecta, como lo imaginaba a menudo en su obsesión. Poco a poco se fue incrementando en su cuerpo una sensación friolenta por lo que se dispuso a encender la chimenea. Se agachó y aún cuando hubo terminado permaneció sin levantarse. El efecto de la droga consumida ya se empezaba a sentir cuando escuchó un bufido burlesco desde la jaula, al que siguió el sonido de la cerradura de la misma cediendo. Le siguieron tenues saltitos que se acercaban a ella. Una mezcla de perplejidad y temor se fueron apoderando de Meera.
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Reencarnación
Science FictionEn el año 3000 d. C. Meera, una joven demasiado exitosa se enfrenta a un dilema; seguir su mundo de lujos o revolucionar todo.