Uno.1

25 1 0
                                    

Joaquin tenía la correa de su perro enrollada en la mano para no perderla.  

No quería quedarse solo. Buscó un callejón en el cual poder pasar la noche. 

Cuando lo encontró llamó a su perro y este se sentó  a su lado, posando su cabeza sobre la barriga de el chico, que estaba tumbado.

  -Gracias, Max, no sé que habría hecho sin ti. Odio esta situación, pero sabes que no podemos confiar en nadie más. Somos tú y yo, pequeño.

El perro le ladró como respuesta y el rio.  

-Creo que estamos en la misma situación. Ninguno de los dos puede ver bien los colores. Bueno, yo ni siquiera veo nada.

No sabes lo contenta que estaría de ver aunque sea por unos segundos. Buenas noches, Max.  

Al día siguiente Joaquin y su mascota pasearon por las calles de Barcelona, a veces siendo parados por personas que les daban dinero.

El les agradecía de corazón. No eran muchas las  veces que podían comer algo decente.

Entraron en una tienda y tuvieron una pequeña pelea con una de las cajeras porque no estaba permitido entrar con animales, pero ellas comprendieron su situación y la dejaron entrar con Max. 

Compraron galletas, botellas de agua y algunas galletas para Max. Salieron de la tienda y Joaquin caminaba tranquilamente hasta que Max empezó a ladrar.  

-Max, tranquilo, no pasa nada.  Max siguió ladrando. Joaquin lo ignoró y siguió caminando, hasta que escuchó un coche muy cerca suyo y entonces un golpe.

El amor es ciego -emiliaco-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora